| Braveheart 07-05-2018
Monumental film bioepic sobre el héroe nacional escocés, William Wallace, ganadora de 5 premios Oscar, dirigida y protagonizada por Mel Gibson.
William Wallace (1270-1305) es considerado, junto a Andrew de Moray (1265-1297) y Robert I Bruce (1274-1329) uno de los máximos héroes escoceses, durante la Primera Guerra por la Independencia de Escocia (1296-1328), que consolidaría la independencia del país, en la Batalla de Bannockburn (1314) frente a los invasores ingleses. Wallace fue el tercer y último hijo de una familia de terratenientes de origen galés, recibiendo una muy buena educación clásica al estar destinado a integrar el clero, pero sería la muerte de su padre (1291) en una incursión inglesa a Escocia, antes de la invasión de 1296, por la cual juró vengarse la que sembraría en él aspiraciones patrióticas para emancipar a su país.
Sin embargo, William Wallace ya llevaba tiempo hostigando a los ingleses cuando el sheriff de Lanark, William de Hazelrig, asesinó a su esposa, Marian Braidfoot, como represalia a sus incursiones, lo que terminaría por gatillar aún más el sentimiento de venganza contra los ingleses, a los derrotaría en la Batalla del Puente de Stirling (1297) y saquearía la ciudad inglesa de York, para perder posterior y rotundamente en Falkirk (1298), perseguido en Inglaterra y Francia (en donde buscó apoyo), traicionado, capturado y ejecutado brutalmente en Londres en 1305. No obstante, el sanguinario Eduardo I no lograría acabar con su memoria y ejemplo de bravura y coraje, que inspiró a los guerreros escoseses para alcanzar su independencia definitiva (al menos por 3 siglos) en 1314.
La legendaria figura de William Wallace, después de algunos siglos de olvido, renacería en plenos siglos XVIII y XIX, con el desarrollo del romanticismo medieval, que lo situarían como protagonista de al menos tres obras de importancia literaria, a partir del poema épico “The Actes and Deidis of the Illustre and Vallyeant Campioun Schir William Wallace” (1470) de Blind Harry, readaptado por William Hamilton en 1722: “Exploits and Death of William Wallace, the ‘Hero of Scotland’” del poeta escocés sir Walter Scott, “The Scottish Chiefs” (1810) de Jane Porter, y “In Freedom’s Cause: A Story of Wallace and Bruce” (1885) de G.A. Henty, además de la novela “The Wallace” (1975) de Nigel Tranter, quienes contribuyeron a rescatar la figura del mítico líder escocés y darlo a conocer a las nuevas generaciones.
En tanto, Randall Wallace, un guionista que buscaba la consolidación después de años de trabajo con el productor de TV Stephen J. Cannell (Serie “Los Magníficos”, 1983-1987), emprendería un viaje espiritual a la lejana Escocia en busca de sus orígenes, para terminar conociendo la historia del mítico guerrero escocés, a pesar de no tener conexión familiar con él por su apellido. Así, de paseo por Edimburgo, el guionista se encontraría con una estatua de Wallace que lo dejaría lo suficientemente impresionado e intrigado como para investigar sobre él y el pasado medieval del país en la literatura local.
Sin embargo, hay que señalar que el futuro director de “The Man in the Iron Mask” (1996) se tomaría muchas licencias históricas a la hora de construir al personaje protagónico y el resto de los carácteres, así como el desarrollo de los acontecimientos, lo que no quiere decir que no haya elaborado un gran guión. De esta forma, basándose en el ya mencionado poema épico medieval (1470) de Blind Harry, el hábil guionista llenará los vacíos de antecedentes históricos que existen sobre William Wallace, cual juglar medieval, e idealizará casi al paroxismo su figura, convirtiéndolo en una figura gallarda, valiente, apasionada y absolutamente rescatable y digna de ser honrada por el mundo.
Por su parte, Mel Gibson, que en aquel momento gozaba ya del estatus de estrella de Hollywood, ya tenía decidido consolidarse como director tras su aclamado debut “The Man Without a Face” (1993) y para ello propone la realización de una épica medieval que mezclaría de forma notable romanticismo, idealismo y salvajismo a partir de la legendaria figura de un héroe trágico que lucha por la libertad de su patria a partir de una tragedia personal. Y aunque inicialmente no tenía contemplado protagonizar la película, Gibson terminaría por aceptar la exigencia de Paramount y 20th Fox Century de distribuir el film de encabezar el reparto, debido a la falta de experiencia de Gibson en dirección y como gancho comercial.
En “Braveheart” (1995), Gibson no escatimará en mostrar el real salvajismo y la miseria humana en la eterna lucha por el poder en el Medievo -acaso una de las pocas cosas que los críticos históricos no le pueden achacar al idealizado guión- desde el inicio, con el pequeño William teniendo que vivir la brutal muerte de su padre y su hermano mayor, luego de la pérdida de su madre, cuando éstos son asesinados por los ingleses en una supuesta reunión parlamentaria, quedando al niño bajo la tutela de su tío paterno Argyle y abandonando una tierra devastada por el hambre, la violencia y la traición patriótica. Una de las tantas postales visuales en que el doble ganador del Oscar, John Toll (“Leyendas de pasión”, 1994; “La delgada línea roja”, 1998) mostrará su habilidad para filmar la crudeza de la vida en el Medievo.
Ésa es la Escocia, inhóspita y remota, violenta y sangrienta, que le tocó vivir al niño William, que tendrá una escena contundentemente dramática cuando el pequeño descubre horrorizado en un granero a una veintena de escoceses ahorcados, uno de ellos un niño de su edad, es una declaración de principios de la película, que a pesar de toda la idealización que hará del futuro héroe, no se detiene a la hora de mostrar la brutalidad de esa época, y que el guionista dramatizará más al presentar a la familia del futuro “Guardián de Escocia” como nobles de bajo rango empobrecidos por la guerra invasora de los ingleses.
Hasta el momento en que el pequeño William abandona nostálgico la devastada Escocia junto a su tío para ser educado en la Europa continental, Mel Gibson ha construido un relato altamente dramático pero totalmente efectivo para definir el contexto central en que se desarrollará la mayor parte de la vida del héroe escocés, porque en gran medida los motivos que llevarán a William Wallace a tomar el liderazgo en la lucha por la independencia de su país tendrán que ver por cuestiones más personales y mundanas, que políticas. Así, puede que las motivaciones del Wallace de “Braveheart” (1995) para liderar a su pueblo y expulsar a los invasores ingleses se aleje bastante al Wallace histórico, pero da cuenta que no todos los hombres necesitan motivos de poder y gloria personal para abrazar una causa justa, en este caso independentista, sino la concreción de un ideal de vida, que es la libertad.
Y ésa es la principal razón por la que el guión de “Braveheart” atrapa y embelece al espectador, porque a pesar de que evidentemente se inspira en un líder independentista inmerso involuntariamente en intrigas políticas, el William Wallace de este film termina por imponerse como un hombre sencillo, idealista, honesto y apasionado, que sólo quiere vivir en paz y libertad, como lo indica el diálogo que sostiene con los líderes de los clanes escoceses, en la previa a la revuelta que se armará cuando Wallace y los suyos ataquen la guarnición inglesa en Elderslie, tras la muerte de Murron a manos del sheriff de Lanark, William de Hazelrig. Gibson, además, que retomará la conexión de los pequeños Murron y William en el funeral del padre y hermano de éste, proyectará en pantalla el idealismo romántico medieval, alejado de castillos y cortes ostentosas, para enmarcar una tragedia familiar y amorosa que será finalmente el motor de pasión de Wallace.
Porque aunque los parlamentos que terminan en emboscadas y ahorcamientos masivos de escoceses, los altos impuestos, la compra de la lealtad de los líderes de clanes escoceses por parte de Eduardo I con tierras y títulos y la abominable prima nocte (de la cual no hay constancia histórica de que se haya efectivamente aplicado en Escocia) que permitía a los señores ingleses arrebatar la virginidad a las novias escocesas que se casaban en sus territorios, son suficientes motivos para que los escoceses se revelen contra la tiranía del Zanquilargo, el rey Eduardo I, será la brutal y conmovedora escena de la captura y degollamiento de Murron, la excusa necesaria para levantar finalmente a toda una nación contra la crueldad y la represión.
Otro de los fuertes de “Braveheart” (1995) es la construcción de sus personajes, claramente idealizados a extremo, pero que dan cuenta de la habitual lucha del bien y el mal, la libertad y la tiranía, el amor y el odio, la valentía y la cobardía, la compasión y la crueldad, la lealtad y la traición, por lo que el film se va configurando en gran medida por las personalidades de los personajes. Hasta ese momento, el tendencioso -hay que decirlo- pero muy efectivo retrato idealista de William Wallace funciona a cabalidad para que el espectador sienta simpatía por su causa, para luego preparar al espectador para la siguiente fase, que es su faceta de líder independentista, en donde podemos ver a un guerrero no menos cruel y vengativo que sus rivales, pero que el espectador justificará por el retrato que Gibson regala de sus rivales, los miserables ingleses. Como sea, Mel Gibson entrega una interpretación muy carismática, quizás la mejor de su carrera, a pesar de ser bastante más bajo de estatura y mayor que el verdadero William Wallace, que de acuerdo a lo que se dice medía más de 2 metros (su espada conservada, mide 1, 65 cms.) y era aún un veinteañero cuando comenzó a hostigar a los ingleses.
Por su parte, encabezados por su tirano rey Eduardo I (1239-1307), los ingleses son crueles, violentos, abusivos y malvados. Sin embargo, si William Wallace es el epítome de la valentía y pasión, uno esperaría que su principal antagonista fuese presentado como su antítesis, pero lo cierto es que Eduardo I “Zanquilargo”, magistralmente interpretado por Patrick McGoohan (“El expreso de Chicago”, 1976; “Fuga de Alcatraz”, 1979), es retratado de forma bastante realista, un monarca calculador, cruel y tirano, como todos los reyes medievales exitosos en todo caso, y bastante inteligente como para jugar sus mejores cartas de diversas formas, en la guerra y en la diplomacia -por cierto ficticia- cuando utiliza a la bella Isabel, su nuera, como carnada para apaciguar a Wallace, sin importarle que esté en peligro en su embajada en Escocia.
En “Braveheart” (1995), William Wallace no contará con el decisivo apoyo de Andrew de Moray (1265-1297), otro de los grandes héroes de Escocia, ya que Randall Wallace borró toda referencia a él, lo que se tradujo en un gran cuestionamiento al guión, ya que Moray fue efectivamente la mano derecha de William Wallace hasta su muerte en la Batalla del Puente de Stirling (1297). En su lugar, el guionista introduce personajes secundarios que no disputan el protagonismo de Wallace, como su gran amigo y compañero Hamish y el irlandés loco Stephen, encarnados por los carismáticos Brendan Gleeson (“Michael Collins”, 1996; “Gangs of New York”, 2002) y David O’Hara (“The Departed”, 2006).
Sin embargo, los personajes más polémicos del guión serían el consolidador de la Independencia y rey de Escocia, Robert I Bruce (1274-1329), y el joven príncipe Eduardo II (1284-1327). Aunque se le presenta como un joven idealista aspirante al trono de Escocia, “Braveheart” (1995) retrata a Robert Bruce como un hombre titubeante, confundido y notablemente manipulado por su padre leproso, que se debate entre su admiración por William Wallace y sus aspiraciones reales, retrato que causó gran polémica entre los escoceses por aparecer como traidor de Wallace. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el personaje interpretado correctamente por el escocés Angus Macfadyen (Saga “Saw”, 2006-2008), que además es quien relata los acontecimientos y quien finalmente liderará a los escoceses en la Batalla de Bannockburn (1314), sí se mostró bastante pragmático respecto a sus alianazas y tuvo que “limpiarse el camino” en su lucha por el trono, en un oscuro incidente en que atacó y dejó herido de muerte a John Comyn (1269-1306), otro pretendiente al trono escocés, en el altar de la iglesia del Monasterio Greyfriars, para que luego dos de sus hombres volvieran a acabar con el crimen, por el cual fue excomulgado.
Por su parte, el retrato de Eduardo II, interpretado por un histriónico Peter Hanly (Serie “Ballykissangel”, 1997-1999) es el más polémico, aunque hay evidencia histórica de que el rey inglés gustaba de la compañía masculina, a pesar de su supuesta paternidad de 5 herederos con la reina Isabel. En el film, Mel Gibson, reconocido homofóbico, lo presenta como un joven muy afeminado, cobarde, neurótico y estúpido, que representa más una preocupación que un orgullo para Eduardo I. La escena en que el tirano rey encara a su hijo por no evitar la caída de York a manos de Wallace y sus hombres y defenestra al favorito de su hijo por la ventana de la torre del castillo, fue considerada por los más críticos innecesario, aunque bien vale la pena decir que ese tipo de espontáneas acciones eran más comunes de lo que se cree.
En tanto, Gibson realiza un tratamiento realista, aunque esperable a los personajes femeninos de “Braveheart” (1995), principalmente Murron y la princesa de Gales, Isabel. Las dos mujeres más importantes en la vida de William Wallace son expuestas como modelos de belleza pura y sufrida, no cabe duda. Murron surge como la hija de nobles de bajo rango y campesina que termina convirtiéndose en esposa en forma clandestina (recordemos que Wallace se casa con ella en secreto para evitar la aplicación de la prima nocte) y, tras su muerte, la guía espiritual de un Wallace que no deja de ser un hombre cristiano y creyente en la vida después de la muerte, viéndola en sueños e incluso en su brutal ejecución. Interpretada por la bella actriz Catherine McCormack (“Más fuerte que su destino”, 1998), Murron será el único amor de William Wallace y luz entre las tinieblas.
Mientras que la princesa de Gales, Isabel, será incluida como el ideal de belleza cortesana, frágil, hermosa y soñadora, casada por conveniencia con un hombre que no ama por su padre y suegro (Felipe IV de Francia y Eduardo I de Inglaterra), que resulta ser homosexual. Utilizada por el tirano rey británico para fines políticos y bélicos, e interpretada por la también bella actriz francesa Sophie Marceau (“Más allá de las nubes”, 1995; “Ana Karenina”, 1997), Isabel tendrá un imposible affair con Wallace que, por supuesto, inyecta energía vital al héroe escocés en los últimos años de lucha contra Eduardo I, y que realiza un increíble jaque mate a “Zanquilargo” al asegurarle que su descendencia ha sido trucada por el propio Wallace. Muy distinta a la real princesa de Gales y reina de Inglaterra, que nunca conoció a Wallace, y que fue conocida como la “Loba de Francia” posteriormente por haber derrocado a su propio esposo del trono inglés, Eduardo II, luego de haberse aliado a un rebelde, que llegó a ser su amante, Roger Mortimer.
Del resto del reparto secundario bien vale la pena mencionar al escocés James Cosmo (“Higlander”, 1986; “Trainspotting”, 1996; Serie “Juego de Tronos”, 2011-2013), como Campbell, el enérgico padre de Hamish; el también escocés Ian Bannen (“The Watcher in the Woods”, 1980), como Robert IV Bruce, padre del futuro monarca de Escocia; el irlandés Seán McGinley, como MacClannough, padre de Murron; el escocés Brian Cox (“Manhunter”, 1986) como Argyle Wallace, tío de William que se encarga de él al quedar huérfano; el irlandés Sean Sawlor (“En el nombre del padre”, 1993) como Malcom Wallace, padre de William; John Kavanagh (“Alexander”, 2004), Alun Armstrong (“Sleepy Hollow”, 1999) y John Murtagh (“La pasión de un rebelde”, 1989) como Craig, Mornay y Lochlan, los traidores jefes de clanes escoceses; y Gerard McSorley (“En el nombre del padre”, 1993) como Cheltham, inspirado en el comandante del ejército inglés, Hugh de Cressingham.
Otro de los grandes méritos de “Braveheart” (1995) es la factura de los enfrentamientos y más aún las batallas del Puente de Stirling y Falkirk, con uno de los mejores travellings del siglo pasado, a cargo del fotógrafo John Toll, aunque hay que señalar que su diseño se inspiró más en otras batallas medievales, en especial de Aljubarrota (1385) entre los ejércitos de Juan I de Portugal y Juan I de Castilla, y Azincourt (1415) entre los ejércitos de Felipe VI de Francia y Enrique V de Inglaterra. En concreto, la Batalla del Puente de Stirling (1297) fue expuesta a campo abierta y sin ninguna referencia al puente que conectaba la explanada con el Castillo de Stirling, y donde la estrategia de Wallace de dejar que el ejército inglés cruzara el puente y atacarlos, fue decisiva en el triunfo de los escoceses. Aunque no hay constancia histórica que los escoceses se hayan burlado de los ingleses mostrándoles sus partes intimas, sí la hay de la utilización de lluvias de flechas de los arqueros galeses de Eduardo I, y la utilización de los schiltroms, soldados con largas lanzas de 2 metros que detenían las incursiones de los jinetes ingleses.
Y para la Batalla de Falkirk (1298), en tanto, en donde Wallace fue traicionado por los propios líderes de los clanes de escoceses, comentar que el guerrrero escocés fue herido con una flecha en el cuello y no en el pecho, como se muestra en el film, y que tampoco hay constancia de que traicionado por Robert Bruce. De la misma forma, si bien es cierto que los irlandeses fueron usados como “carne de cañón” por los ingleses, es muy poco probable que se hayan cambiado de bando como sucede en el film, y con mayor razón ante la presencia en el mismo campo de batalla de Eduardo I. Y es que ya sea en el caso de Stirling como en Falkirk, Mel Gibson da una clase magistral de cómo filmar batallas brutales en forma artesanal, prescindiendo totalmente del CGI.
No obstante, bien vale la pena destacar la violencia, realismo y brutalidad de las escenas de batalla, en la que 3 mil extras del ejército de Irlanda personificaron a los bandos ingleses y escoceses, y en donde se puede apreciar todo tipo de bestialidad entre los soldados de cada bando, con heridas, mutilaciones y decapitaciones con flechas, mazos, lanzas, corvos y espadas, en una de las escenas más realistas de batallas medievales alguna vez filmadas en el cine. En ese sentido, Mel Gibson gana notoria credibilidad al reflejar el salvajismo que se practicaba en el campo de batalla en esos años, por lo que quejarse de extrema violencia está fuera de lugar.
A propósito de brutalidad, se dice que Mel Gibson habría filmado la secuencia de la ejecución de William Wallace tal como sucedió que, de acuerdo a las crónicas anglosajonas, en especial el Manuscrito de Arundel (1320), fue de un salvajismo legendario, al ser condenado por alta traición a ser ahorcado, emasculado, destripado y decapitado en 1305. Sin embargo, tal secuencia sería descartada por ser evidentemente inapropiada y violenta, durante el montaje. En mi opinión, lo creo poco probable porque, aunque Gibson mostraría fuertes evidencias de no tener problemas para filmar escenas ultraviolentas (y lo veríamos luego en “The Passion of The Christ”, 2004) claramente el rodaje de escenas tan polémicas, hubiera hecho colapsar un film, que aunque violento por momentos, termina por imponerse por su carácter épico y romanticismo, en ambos sentidos, el del amor y el de la idealización.
Otro de los grandes pilares de “Braveheart” (1995) es su conmovedora y maravillosa banda sonora, compuesta por el genio compositor James Horner (“Apolo 13”, 1995; “Titanic”, 1997), que perdió increíblemente con el argentino Luis Bacalov (“II Postino”, 1995). A través de sus bellas notas, Horner logra captar el dramatismo y la pasión de la historia de William Wallace, en donde destacan principalmente sonidos de instrumentos celtas, como el arpa y la gaita, que tendrá en el compendio de escenas en “Main Theme” que resumen la estadía de Wallace en prisión antes de su ejecución, el embarazo de Isabel y los últimos días de Eduardo I, “A gift of a thistle” en el funeral del padre de William, y “The battle of Stirling” y “Falkirk” para las escenas de batalla, sus mejores momentos.
“Braveheart” (1995) ganó múltiples premios, entre ellos 5 de las 10 nominaciones a los Oscars, incluyendo mejor película, mejor director, mejor fotografía, mejor edición de sonido y mejor maquillaje. Mel Gibson también se quedó con el Globo de Oro al mejor director, siendo nominado a mejor película, mejor guión y mejor banda sonora. En los BAFTA, en tanto, se quedó con el premio a la mejor fotografía, al mejor sonido y al mejor diseño de vestuario, y nominada a mejor dirección, mejor banda sonora, mejor diseño de producción y mejor maquillaje.
En resumen, una maravillosa muestra de cómo se hacía cine épico cuando aún el CGI no inundaba la pantalla, en que Mel Gibson alcanzará la cúspide de su carrera como director y actor, con una historia que combina efectivamente romanticismo, idealismo y realismo a partes iguales, y que nos recuerda que bien vale la pensa luchar por las cosas que queremos, aunque se nos vaya la vida en ello. |