Festival de Sitges 2018

Por Marcos Sastre




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Día 4


THE INVOCATION OF ENVER SIMAKU

Inicialmente curioso pero finalmente fallido debut del director español Marco Lledó Escartín. Rodar la película mediante el estilo mockumentary no resulta original, de hecho, opino que hay una saturación excesiva de este tipo de filmes desde hace años pero Lledó, por su argumento, intenta tratarlo de forma algo diferente.

Lo más interesante de The invocation of Enver Simaku es lo que el espectador logra saber y descubrir de Albania, país donde se ambienta la historia y del que mayoritariamente desconocemos casi cualquier tipo de información aun tratándose de un país europeo. El trabajo de documentación sobre la nación balcánica y su rodaje allí resultan admirables, pero el film resulta flojito a niveles cinematográficos. A pesar de que hay un par de escenas medianamente inquietantes, su lento ritmo y el uso de recursos fáciles del género de terror (algunos golpes de sonido fuertes, por ejemplo) hacen que el interés se pierda poco a poco y no se recupere.

Pero también es cierto que, con sus defectos, The invocation of Enver Simaku no es una mala película y tiene mérito haberla realizado con escasos medios entre España y varios parajes recónditos de Albania. Si su director Marco Lledó va puliendo con el tiempo esos elementos que no funcionan, podría traernos una película muy superior y destacable.


BLACK FLOWERS

Sacar adelante un largometraje con un presupuesto y medios muy escuetos es, como mínimo, digno de admirar y aplaudir, independientemente de su resultado final. Sin embargo, Black Flowers es una excepción pues se trata, con toda probabilidad, de una de las películas más horrendas e infames que se han visto en el festival de Sitges en muchos, muchos años.

Desde su nada original pero resultona escena inicial la falta de medios resulta evidente, pero saben resolverse con cierta dignidad. A partir de aquí, todo va a peor, de culo y cuesta abajo, hasta estrellarse en el hoyo más profundo del cutrerío extremo. Las interpretaciones son forzadísimas y grotescas, el guion da auténtica vergüenza ajena, la fotografía daña a la vista y la ausencia de sentido y coherencia narrativa va más allá de lo tolerable por un espectador medianamente crítico. Tanto el público del Retiro como yo mismo nos partíamos de risa y comentábamos en voz alta algunos momentos para soportar medianamente sus eternos 105 minutos de duración.

Me sabe mal, en el fondo, dejar por los suelos a Black Flowers porque su director Martin Gooch y gran parte de sus actores se encontraban ahí para presentarla y tuvieron que ser, sin duda, testigos de las continuas burlas de los espectadores. Pero cuando una película es tan extremadamente ridícula y abominable no me sorprende, desgraciadamente, este tipo de reacciones.


ATERRADOS

A pesar de tratarse de un país que produce mucho cine, y de alta calidad, Argentina no ha solido destacar por la realización de películas de terror. Aterrados, sin embargo, por su buena taquilla, críticas positivas y recorrido por festivales, tal vez consiga marcar la diferencia.

Nos encontramos ante una película muy entretenida, disfrutable y que sabe crear una atmósfera inquietante desde su brillante escena inicial. Todos los actores cumplen estupendamente, incluso los secundarios, y visualmente está muy trabajada, algo que aporta mucha credibilidad.
El gran pero que tiene Aterrados, para mi gusto, tiene que ver con lo descompensado del tono: Sin hacer spoilers, su primer tercio está contado de una manera absolutamente seria, el segundo se convierte en una comedia de terror pura y dura (con algunos momentos realmente divertidos), y en su acto final regresa abruptamente a la seriedad, suprimiendo el humor en su totalidad.

Puede que haya gente a la que le convenza esa mezcla de tonos, pero a mí no acaba de funcionarme ya que me parece demasiado brusco y reconozco que me desconcertó un poco. Por lo demás, los fans del género no quedarán decepcionados. Merece la pena, y bastante, echarle un ojo.


EL APÓSTOL

Gareth Evans, después de dirigir tres largometrajes de artes marciales en Indonesia (Merantau y las dos entregas de The Raid, todas protagonizadas por Iko Uwais), cambia de género y de país, trayéndonos un thriller de terror desde su Gales natal.

Evans deja de lado la acción pero no la violencia, aunque si en The Raid era violencia física sumergida en adrenalina pura y dura, la de El apóstol duele a nivel emocional y hay escenas donde deja muy, muy mal cuerpo. Además de no escatimar en truculencia. Las influencias de algunos clásicos del terror folclórico británico como The Wicker Man o cine más reciente como el de Ben Weathley (Kill List, A field in England) son palpables, pero Evans dota a la película de personalidad. La atmósfera malsana que percibimos desde el principio no desaparece en ningún momento de sus dos horas de duración, así como la curiosidad por saber qué ocurrirá en la siguiente escena.

Sorprendentemente, El apóstol no convenció del todo al público de Sitges, pero en mi caso particular la sitúo como una de las obras más interesantes del festival. Demuestra, además, que Evans es un director con capacidad más que suficiente para moverse por distintos géneros y no encasillarse.


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