Anemone (2025), dirigida por Ronan Day-Lewis, supone la vuelta a la interpretación de Daniel Day-Lewis tras anunciar su retirada en 2017. El actor encarna a Ray, un hombre que ha pasado años recluido en la Irlanda rural, cargando con secretos oscuros de su pasado durante los Troubles.
La película, de ritmo pausado y atmósfera melancólica, se centra en cómo ese aislamiento afecta no solo a Ray, sino también a su esposa Nessa, su hijo Brian y su hermano Jem. Con apenas unos pocos personajes, todo recae en los silencios, los reproches y las memorias que se niegan a desaparecer.
¿Por qué Ray se aisló de su familia?
Durante buena parte de la película se desconoce por qué Ray abandonó a los suyos. La respuesta llega en una confesión nocturna: siendo soldado, presenció la explosión que mató a un fabricante de bombas del IRA y a su aprendiz. Este último, malherido y desarmado, agonizaba sin posibilidad de ser rescatado.
Ray decidió dispararle para terminar con su sufrimiento. A ojos de la ley, aquello fue un crimen de guerra. A ojos de su propia conciencia, un acto que no sabe si cometió por compasión, desesperación o pura crueldad. Esa ambigüedad lo devora: el no recordar con certeza su motivación le impide perdonarse. Como si su vida hubiera quedado congelada en ese instante, se apartó de todo lo humano.
El simbolismo de la tormenta de granizo
La película introduce un fenómeno natural que desata el clímax: una tormenta de granizo que arrasa con el pueblo cercano y obliga a Ray y Jem a refugiarse juntos. La fuerza de ese episodio funciona como metáfora de lo que aplasta al protagonista: la culpa que, tarde o temprano, estalla con violencia.
El hallazgo de un enorme pez muerto al día siguiente refuerza esa idea. Ray puede vivir apartado, pero terminaría como ese pez arrastrado por la corriente: sin nombre, sin memoria, sin nadie que lo reclame. El granizo limpia, destruye y también empuja a Ray a aceptar la necesidad de reconectar con los demás.
Final explicado de "Anemone"
Después de la tormenta, Ray decide por fin regresar con su familia. No vemos en pantalla la conversación con su hijo Brian, pero la puesta en escena lo dice todo: un encuentro silencioso, lleno de vulnerabilidad. Ray lo observa con serenidad, consciente de que ese joven tiene la misma edad que aquel aprendiz al que disparó años atrás.
El paralelo es evidente: Brian está en la encrucijada, con la tentación de repetir el camino de violencia que recorrió su padre. El regreso de Ray no borra el pasado, pero abre la posibilidad de romper el ciclo. No se trata de redención total, sino de asumir la herida y atreverse a mirarla de frente.
Reflexión final
Anemone es un drama de silencios y cicatrices, donde la guerra no se muestra en trincheras, sino en recuerdos que devoran la intimidad. La interpretación de Daniel Day-Lewis dota a Ray de fragilidad y peso histórico, como si su rostro cargara el conflicto entero de Irlanda.
El cierre es sobrio pero poderoso: la película recuerda que la humanidad no se pierde con un acto, por atroz que sea, sino cuando uno decide renunciar al vínculo con los demás. Ray vuelve porque, pese a todo, sigue siendo humano. Y en esa vuelta, mínima pero decisiva, reside la esperanza.
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