"Dracula: A Love Tale" (Dracula: A Love Tale, 2025) es la visión de Luc Besson, que toma el mito clásico de Bram Stoker y lo reinterpreta como una tragedia romántica. La película arranca con Vlad II, un príncipe rumano que pierde a su esposa Elisabeta en un accidente sangriento durante la guerra.
Devastado por la fe rota en Dios, Vlad asesina al sacerdote de su corte y recibe la peor condena imaginable: la inmortalidad sin redención. El conde no puede morir y arrastra cuatro siglos de soledad, construyendo un mito que combina horror, deseo y fe perdida.
Entre París y Rumanía: el eco de Elisabeta
El relato avanza mostrando cómo Vlad, convertido en Drácula, busca desesperadamente a su amada reencarnada. Utiliza un perfume mágico como elixir para seducir, transforma mujeres en vampiras y viaja por el mundo en su misión interminable.
En este punto irrumpe Jonathan Harker, un joven abogado parisino que llega a su castillo para negociar propiedades. Su curiosidad lo condena: descubre al conde en su ataúd y queda prisionero, aunque logra sobrevivir gracias a una revelación inesperada. Jonathan lleva consigo una foto de su prometida Mina, idéntica a Elisabeta.
Mina, la princesa perdida
El encuentro entre Vlad y Mina marca el corazón de la trama. Mina no comprende por qué siente un vacío interior hasta que el conde la reconoce como la reencarnación de su esposa. El famoso perfume ya no es necesario: ella recuerda, al escuchar una caja de música, momentos de otra vida.
La tensión crece cuando aparece Maria, una de las primeras vampiras creadas por Vlad, que introduce a Mina en su destino. La joven oscila entre el deber hacia Jonathan y la atracción irresistible por Vlad, hasta que decide aceptar su identidad pasada como Elisabeta.
Final explicado de "Dracula: A Love Tale": sacrificio y redención
El clímax se desarrolla en el castillo rumano. Vlad ha recuperado su fuerza, Mina lo sigue convencida de su amor eterno, y los enemigos —el sacerdote, Jonathan y el doctor— irrumpen con soldados. Tras una sangrienta confrontación, el sacerdote lo enfrenta con una verdad incómoda: no fue Dios quien lo castigó, sino sus propios actos de soberbia.
En un giro inesperado, Vlad comprende que no puede arrastrar a Elisabeta a la condena de la inmortalidad. Decide entregarse a Dios, acepta la penitencia y permite que lo atraviesen con una estaca. El conde se derrumba convertido en anciano, y en un último aliento declara su amor antes de desintegrarse en polvo.
El eco de los liberados
Con la muerte de Vlad, la maldición se rompe. Sus víctimas, incluidas criaturas infantiles creadas como sirvientes, despiertan libres tras siglos de esclavitud. Mina también vuelve a su humanidad, aunque transformada por la experiencia: ya no es simplemente la prometida de Jonathan, sino alguien que carga con recuerdos de otra vida.
Ese cierre recuerda a tragedias románticas como Entrevista con el vampiro, donde el deseo eterno se estrella contra la inevitabilidad del tiempo y la mortalidad.
Reflexión final: la ironía de la eternidad
La película concluye con una paradoja: Vlad consigue romper la maldición justo cuando había encontrado a su amada. Mina se queda con la memoria de dos vidas, incapaz de regresar a la normalidad.
En última instancia, “Dracula: A Love Tale” transforma el mito en una historia de fe, amor y sacrificio. Como si Eurídice hubiera sido salvada solo para perder a Orfeo, la obra plantea la imposibilidad de retener al ser amado fuera del tiempo humano. Y queda un guiño amargo: la eternidad, lejos de ser un don, fue siempre la peor condena.
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