Final explicado de "Las muertas" (2025): la caída de las hermanas Baladro
Del mito literario a la pantalla
Las muertas (The Dead Girls, 2025) es la nueva producción de Netflix dirigida por Luis Estrada, inspirada en la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia publicada en 1977. El relato ficcionaliza la historia real de las hermanas González Valenzuela, conocidas por regentar burdeles y convertirse en asesinas de las mujeres que explotaban.
Con un tono que mezcla drama y humor negro, la serie traslada la crudeza del México de mediados del siglo XX a seis episodios cargados de violencia, corrupción política y contradicciones sociales. Una frase breve: nadie sale ileso de esta historia.
De burdeles a imperio clandestino
Arcángela Baladro inicia el negocio tras heredar propiedades de su padre. Poco a poco transforma un bar en el prostíbulo México Lindo, compra voluntades de policías y políticos y convierte la trata en un lucrativo negocio. A su lado se une Serafina, la más ambiciosa, quien expande con nuevos locales como Casa del Molino y Casino del Danzón.
El poder político de la región parece favorecerlas, hasta que un escándalo en la inauguración del casino mancha la reputación del gobernador Cabañas. La respuesta es una nueva ley de moralidad que obliga a cerrar todos los burdeles. El destino de las hermanas empieza a torcerse, y la violencia se vuelve parte del día a día.
Simon y el eco de María
El vínculo de Serafina con Simón, un panadero honesto que siempre osciló entre el amor y el rechazo, se convierte en uno de los motores narrativos. Tras varios reencuentros, él acaba implicado en el encubrimiento del asesinato de una trabajadora llamada María, cuyo nombre fue borrado por la indiferencia de los clientes.
La relación con Simón, marcada por pasión y traición, ilustra cómo incluso fuera del burdel la manipulación de las Baladro alcanzaba a cualquiera. El propio Simón acaba preso por complicidad, y cuando intenta recomenzar, Serafina vuelve a arrastrarlo hacia la destrucción.
Final explicado de "Las muertas": del poder a la cárcel
El hallazgo de cuerpos enterrados en el Casino del Danzón marca el principio del fin. La policía sigue las pistas hasta Nogales, donde finalmente arresta a Arcángela y Serafina. En el juicio, la avalancha de testimonios de las trabajadoras, mezclados entre verdades y mentiras, sella su condena.
El 5 de marzo de 1964, las hermanas reciben 35 años de prisión sin derecho a libertad condicional. Sus cómplices Skeleton, Teófilo, Bedoya y Eulalia también son sentenciados. La sociedad las señala como monstruos y el Estado las convierte en chivo expiatorio, demostrando eficacia mientras oculta su propia corrupción.
El destino de las víctimas
Las trabajadoras explotadas por las Baladro quedan sumidas en el olvido. Algunas testifican contra ellas para ganar la libertad y obtener comida y refugio del gobierno. Otras desaparecen sin dejar huella. El eco final recuerda que, como en la novela de Ibargüengoitia, sus nombres apenas sobreviven en documentos judiciales.
Blanca, la joven favorita que murió tras un aborto clandestino, simboliza la brutalidad de un sistema que convertía los cuerpos en mercancía. Es imposible no pensar en cómo, décadas después, casos como el de las muertas de Juárez repiten el mismo patrón de impunidad.
Reflexión: violencia heredada y círculo sin fin
El desenlace muestra a las hermanas Baladro en prisión, donde incluso allí logran montar negocios y seguir traficando con poder. La violencia, más que extinguirse, muta. La cárcel no significa redención, sino continuidad de un ciclo.
En definitiva, “Las muertas” es un retrato feroz de cómo el poder político y económico alimenta la explotación. Más allá del morbo de los crímenes, la serie lanza una crítica directa al México institucional que permitió que todo ocurriera. Y queda la amarga ironía: mientras ellas caen, quienes se beneficiaron desde arriba jamás son juzgados.
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