Final explicado de “El Elegido” (2016): conspiración, amor falso y asesinato político
La fascinante historia de El Elegido (The Chosen, 2016), escrita y dirigida por Antonio Chavarrías, transita entre Europa y América en plena guerra y espionaje ideológico. La película explora la figura real de Ramón Mercader, interpretado por Alfonso Herrera, un republicano español convertido en agente secreto soviético cuya misión lo lleva a seducir a Hannah Murray (Sylvia Ageloff), mujer de Trotski, solo para acercarse al exiliado líder revolucionario.
Rodada entre Barcelona y México en ocho intensas semanas, esta coproducción hispano‑mexicana reunió apoyo de ICAA, ICEC e Ibermedia, dotando al film de recursos suficientes para recrear escenarios de época con solvencia .
Desde España hasta el exilio en México
La película arranca en 1937, cuando Mercader es reclutado para una misión mortal. Se forma en Rusia, adopta una identidad falsa como Jacques Mornard y viaja a París, donde conoce a Sylvia, una joven trotskista que trabaja para la Cuarta Internacional. Su atracción parece auténtica, pero está cuidadosamente planeada.
Después, en 1940, la acción se traslada a México. Sylvia, convertida en secretaria de Trotski, abre las puertas de su mundo personal sin sospechar que su amante es el enviado letal de Stalin.
La tensión que burbujea tras la atracción
Todo parece ir bien: el engaño funciona, la relación se profundiza y el acceso al entorno de Trotski se facilita. Pero el espectador sabe que el clímax ya está en camino. La película camina con paso firme y medido, como un péndulo que avanza sin prisa hacia lo inevitable.
Final explicado de "El Elegido"
El desenlace culmina en el asesinato de Trotski, con Mercader golpeándolo en la cabeza con un pico de hielo (o un arma improvisada), reflejo del método histórico. Es un instante frío, pero cargado de dramatismo: la misión se cumple, pero el sacrificio humano y moral pesa.
Mercader es detenido e interrogado. Bajo su falsa identidad de Jacques Mornard resiste sin confesar su verdadera identidad, aunque las pruebas lo acusan. En una oscura oficina, niega todo, incluso frente al detective que lo abofetea.
Redención imposible y espejo histórico
La película concluye sin redención para Mercader, ni para la historia. El triunfo político —Stalin elimina a un rival— se convierte en una mancha moral imborrable. En el desenlace resplandecen la fría eficacia del espionaje, el sacrificio individual y el eco persistente del dogmatismo.
La dimensión humana viene de la actuación contenida, casi fantasmagórica, de Herrera: un rostro sin redención. Sylvia no aparece como villana, sino como víctima involuntaria. El golpe final no limpia heridas; solo revela que el poder puede enmascararse de amor.
Un thriller real que interroga al espectador
"El Elegido" funciona como un espejismo histórico: una historia real que parece guion de cine. Pero sobretodo, es una reflexión: ¿hasta dónde puede llegar el fanatismo? ¿Qué precio tiene la ideología cuando se antepone a toda convicción ética?
No es casual que este retrato resuene junto a otras películas sobre conspiraciones políticas o traiciones íntimas, como El asesinato de Trotsky (1972). La historia se repite, se adapta y sigue preguntando.
Cierre: el asesinato que redefine la historia
El golpe a Trotski no solo cambia el curso de la historia. También transforma a quienes lo ejecutan y a quienes lo narran. En "El Elegido", el espectador queda mirando un espejo incómodo: no es el pasado lo que juzgamos, sino el eco de esa lógica en nuestro presente. El poder, como un cristal afilado, corta sin distinguir ideologías.
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