“Perdiendo el norte” es una comedia española que mezcla humor y crítica social para retratar una situación que muchos jóvenes vivieron en la última década: tener títulos universitarios, másteres y sueños... y aun así, acabar en la cola del paro o haciendo maletas rumbo al extranjero.
La historia gira en torno a Hugo y Braulio, dos jóvenes súper preparados que, hartos de buscar trabajo en España sin éxito, deciden mudarse a Berlín. Allí creen que les esperan las oportunidades que no encuentran en su país, pero la realidad es muy distinta. En lugar de despachos y oficinas, terminan trabajando en un kebab, compartiendo piso con un camello pasado de vueltas y enfrentándose a un idioma imposible, trabajos precarios y decepciones varias.
Final explicado de "Perdiendo el norte": ¿Qué decide finalmente Hugo?
La historia va girando desde la comedia hacia un tono más agridulce cuando Hugo, tras mentir a sus padres diciéndoles que trabaja como director financiero, acaba sirviendo kebabs y comiendo sobras. Braulio, mientras tanto, se mete en un buen lío al dejar embarazada a Marisol, la mujer del dueño del kebab, en un intento desesperado de conseguir dinero para sus clases de alemán.
Las cosas se complican aún más cuando los padres de Hugo y su novia, Nadia, deciden visitarle por sorpresa. Para mantener la mentira, Hugo organiza una farsa con todos los personajes del kebab haciendo de supuestos trabajadores de su empresa. Pero todo estalla cuando Carla, la chica por la que empieza a sentir algo de verdad, descubre que sigue con Nadia y que ha estado fingiendo todo.
Después del desastre, Hugo vuelve a España y retoma su relación con Nadia, trabajando en la empresa de su suegro. Pero nada encaja. Está atrapado en una vida que no es la suya, con una boda a la vista y un trabajo que no le llena.
Y entonces, justo en el altar, con todo el mundo esperando el “sí, quiero”, Hugo mira las zapatillas deportivas del cura y recuerda a Carla… y la maratón que ella quería correr. En un acto impulsivo, honesto y liberador, Hugo dice “no”. Y se planta. Por fin toma una decisión que no está marcada por el miedo, el qué dirán o la presión familiar.
Corre al aeropuerto, coge un vuelo a Berlín y llega justo a tiempo para colarse en la maratón, entre miles de corredores. Allí, encuentra a Carla en el kilómetro 38, a punto de rendirse. Hugo la anima, corren juntos, se reconcilian… y ella llega a la meta. Y en esa meta no solo termina la carrera: empieza su historia de verdad.
¿Qué mensaje nos deja el final?
“Perdiendo el norte” arranca como una comedia ligera, pero esconde una carga de profundidad bastante potente. Habla de lo absurdo de un sistema que forma profesionales para luego dejarles tirados. De lo complicado que es ser joven en un país que no te ofrece futuro. Y también del valor de dejar de fingir.
El final nos recuerda que no todo es éxito profesional, que a veces perder el norte es justo lo que necesitas para encontrar lo que realmente te importa. Hugo rompe con todo: el trabajo que no le llena, la relación que ya no funciona, la mentira. Decide apostar por una vida más honesta, aunque sea más difícil. Y eso, en estos tiempos, es casi revolucionario.
¿Merece la pena "Perdiendo el norte"?
Si viviste la crisis, si hiciste las maletas o si simplemente te preguntas qué demonios ha pasado con nuestra generación, “Perdiendo el norte” te va a tocar la fibra. Tiene humor, sí, pero también verdad, personajes entrañables y un final que combina romance, redención y maratones. Muy española, muy Berlín, muy tú.
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