Ficha Las doce pruebas de Astérix

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Críticas de Las doce pruebas de Astérix (1)


mahotsukai

  • 17 May 2016

9



Tercer largometraje de los entrañables personajes creados por Goscinny y Uderzo, que no se basó en un cómic previamente publicado, y que es probablemente la mejor y más exitosa del ciclo de películas animadas sobre las aventuras del dúo galo.

Corre el año 50 A.C. y el petulante emperador romano Julio César, que sabe que es muy complicado dominar a la última tribu celta que se resiste a su dominación, decide ponerles 12 imposibles pruebas a los celtas, quienes deberán escoger a dos representantes para hacerles frente. En el caso de que los celtas logren conquistar las pruebas, Roma cederá y pasará a ser propiedad de los galos.

Después de la entretenida “Asterix y Cleopatra” (1968), Goscinny y Uderzo deciden crear los Studios Idéfix en 1974 para desarrollar las próximas películas basadas en Asterix y Obélix. Sin embargo, dado que no se contaba con mayor presupuesto para que la nueva productora se hiciera cargo del proyecto, dos años después, las productoras Dargaud Films y Les productions René Goscinny, que ya habían realizado “Asterix y Cleopatra”, vuelven a tomar la producción del film.

Basada sarcásticamente en la tradición griega “Los Doce Trabajos de Hércules”, la película se desborda en creatividad y humor, en especial en el segmento de las pruebas, que evidentemente han sido adaptadas a la realidad del cómic. De esta forma, Asterix y Obélix tendrán que hacer frente a estas pruebas, las que superan con cierta facilidad ante la incredulidad de los romanos, y que representan pequeñas historias, cuál de ellas más locuaz y delirante.

Ante la supervisión del imparcial Caius Pupus, la primera prueba que deben superar es vencer a Merinos, el campeón olímpico en una carrera, un atleta que tiene la capacidad de convertirse en un verdadero cohete humano, pero Asterix no lo piensa dos veces, y bebe la pócima que lo vuelve más veloz.

La segunda prueba consiste en lanzar la jabalina más lejos que Kermes, el persa, y en la que Obélix no tiene mayores problemas para dotar a la Tierra de un nuevo satélite.

La tercera prueba consiste en enfrentar y derrotar al petiso pero fortachón Cilindric, el germánico, y el que le proporciona una paliza a Obélix, quien los desmerece por su tamaño. Sin embargo, Asterix que es más astuto, logra engañar al germano y lo vence sin siquiera golpearlo.

El cuarto desafío que deben enfrentar es atravesar la Isla del Placer, un lugar en el que viven hermosas mujeres. Este segmento cuenta con un sensual y liberado número musical que destaca las curvas de los personajes femeninos (quizás el segmento menos apropiado para los niños) y que define principalmente ante la frustración de la gran sacerdotisa cuando Obélix le cuestiona que no puede darle todos los placeres si no tiene en el menú jabalí, el plato favorito de cargador de menhires.

La quinta prueba consiste en sostener la insostenible mirada de Iris, el mago egipcio, quien suele hipnotizar a sus clientes, haciéndoles creer que son animales. Asterix lograra contener la mirada de Iris y darle una lección.

La sexta prueba, que es de las más graciosas, trata de comerse todo lo que Mannekenpix, el cocinero de los titanes, prepare, un reto que nadie ha logrado superar y ha muerto de indigestión. El chef no podrá creer, después de traer platillos enormes con vacas, carneros, gansos, bueyes, jabalíes e incluso camellos y elefantes, que Obélix pueda pedir incluso el postre. Arruinado, el cocinero cierra y abandona su restaurante.

La séptima prueba consiste en penetrar el Antro de la Bestia, en donde el surrealismo se toma la pantalla. La tenebrosa cueva de la que nadie ha salido con vida contiene horrores inimaginables, como ojos que chisporrotean en la oscuridad, criaturas aladas monstruosas, esqueletos jugando tenis, gigantes cabezas de ectoplasma y la bestia. Asterix y Obélix contestan la pregunta de Caius Pupus sobre el destino de la Bestia.

La octava prueba, otra de las más graciosas, consiste en obtener el formulario A-38, en la que un simple trámite administrativo se transforma en una experiencia demencial en donde la burocracia, empleados antipáticos, ventanillas inexistentes, pondrán a prueba la paciencia y astucia de Asterix y Obélix.

La novena prueba consiste en cruzar un abismo cuyo fondo está infestado de cocodrilos sagrados por medio de una cuerda invisible. Una prueba ridícula, claramente, pero que genera cierta peligrosidad cuando Obélix no pueda controlar su propio peso y caiga al abismo.

La décima prueba trata sobre escalar una empinada y nevada montaña y responder al enigma del Venerable de la Cumbre. La pregunta es la más ridícula que uno se puede esperar y Asterix la responderá sin problemas, mientras el anciano quedará entre extasiado por la respuesta de Asterix y una verdadera declaración publicitaria.

La undécima prueba consiste en pasar la noche en la Llanura de los Muertos, en la que Asterix y Obélix tiene que enfrentarse a una legión de soldados que fueron masacrados por la locura de los hombres. Un colérico Asterix que se despierta por el ruido que hacen los fantasmas, les hará frente de la mera más simple.

La duodécima y última prueba, que los lleva a Roma, pone a nuestros héroes y a todos los habitantes de la aldea gala en el Coliseo para enfrentar a los temibles gladiadores y luego ser devorados por las bestias. Gracias a la pócima de Panoramix, los galos convertirán lo que de seguro iba a ser una carnicería en un espectáculo circense.

En la suma y resta, “Las Doce Pruebas de Asterix” constituye un sólido espectáculo de entretención y humor, en especial, por la habilidad de sus creadores y directores de presentar una mezcla de humor blanco y negro, frescura e ironía, que permiten a los niños reírse sin problemas y a los adultos traerlos de nuevo a la infancia. A pesar de su extensión, la película tiene una dinámica que sus antecesoras no tienen, dado que no tiene momentos flojos y cada segmento, representado por cada de una de las pruebas, sorprende por su locura y viveza. Hasta me atrevería decir que ni las versiones realizadas por actores la han logrado superar.

La parte técnica también resulta superior a las dos entregas previas, se aprecia una mayor habilidad en los rasgos de animación, en el tratamiento de los detalles y de los movimientos de los personajes. Los protagónicos se toman la película por su simpatía y astucia, en el caso de Asterix, y por su ingenuidad y desfachatez en el caso de Obélix, y la acertada caracterización de los secundarios, que evidentemente son anecdóticos en cada prueba, pero totalmente disfrutables y cómicos. Julio César nuevamente es retratado como un líder que teme ser el hazmerreír de Europa ante la astucia de los galos.

En resumen, una película realmente notable en cuanto a su narrativa, que hoy día podría resultar demasiado blanco en su humor, pero cuya dinámica y simpleza es tal que es imposible no entretenerse y reírse.



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