Japón,
16 de Mayo de 1898 Falleció: 24 de Agosto de 1956 58 años Un poco de su vida:
Si de orígenes del cine japonés hablamos nada mejor que empezar por uno de sus más legendarios y prolíficos autores.
El nacimiento de Kenji Mizoguchi, el año 30 de la era Meiji, se produce en un barrio de Tokyo tan sólo un año después de que la primera cámara toque suelo nipón; estará por tanto indisociablemente conectado a ello, como si de una unión mística se tratase....
+ Genéticamente, sin embargo, no podría tener menos relación. Su padre Zentaro es un carpintero dedicado a las prendas de caucho durante la guerra del país contra Rusia; al quedar arruinada la familia, completada con una hija mayor (Suzuko) y un hijo menor (Yoshio), se mudan al barrio de Asakusa. Este ambiente, conocido por sus teatros populares y prostíbulos, tendrá un gran impacto en el joven Kenji, así como el presenciar a su hermana ser vendida como geisha tan sólo con 14 años debido a la pobreza que atraviesan. Más tarde se convierte en aprendiz en el taller de un diseñador textil despertando así su vocación de artista, que desarrolla en una academia de pintura; mientras que prueba suerte en otros trabajos deambula por los barrios rojos, se acerca a la fauna callejera, los vagabundos y delincuentes, las prostitutas, se cuela en los espectáculos de sombras chinas.
Mientras se suceden los cambios de la era Taisho, incluyendo terribles crisis sociales, revoluciones de trabajadores y la declaración de guerra de Japón a Alemania, Kenji despierta como rebelde, lee a autores extranjeros, se une a grupos socialistas y arde en su interior el deseo de convertirse en artista...deseo que se cumple tras conocer a Osamu Wakayama, trabajador de la hace poco fundada Nikkatsu, donde se apegan a las tendencias modernas derivadas del teatro occidental, que alternan con melodramas heredados del kabuki. Abandonando la idea de ser actor ejerce de asistente; será ascendido con unos 24 años a director, manteniendo un carácter estricto y extremadamente perfeccionista, lo que a menudo le lleva a conflictos con el equipo.
Durante esta época, propio de las recién creadas compañías, filma mucho y muy rápido en una gran cantidad de géneros, desde tragedias de época a sencillas fábulas policíacas. Por desgracia el terremoto de 1.923 asola Tokyo, destruye los depósitos cinematográficos y muchas empresas quiebran o se trasladan; de este modo la tal vez producción más antigua que se conserva de él es “Furusato no Uta” (1.925). Es el mismo año en que una prostituta llamada Yoriko apuñala a Kenji en la espalda, trascendiendo el suceso a los periódicos. Este trauma, lejos de hacerle un misógino, termina de abrirle los ojos con respecto a la realidad miserable de las mujeres en ese Japón de cambios, crisis sociopolíticas y censura.
Pasará mucho tiempo hasta que cristalice de mejor manera este sentimiento, pasando por la práctica del cine sonoro, el encargo de obras de propaganda, el silencio al que le obliga el ultranacionalismo de la recién llegada era Showa...sin embargo las heroínas de sus películas son las geishas y las prostitutas, que bien se sacrifican por amor o sucumben a la maldad de los hombres, a quienes retrata como seres malignos y cobardes. Su búsqueda de la perfección estética y formal va ligada a esta idea y tiene un gran exponente en “Taki no Shiraito” (1.933), y su lado más radical se alcanza con un díptico considerado por todos imprescindible en su carrera (si bien fue, irónicamente, responsable de la quiebra de Daiichi Eiga, a la que se había mudado sólo dos años antes). Se trata de “Naniwa Ereji” y “Gion no Kyodai” (1.936), donde las protagonistas son de nuevo prostitutas; una parte de su obra también se centra en adaptar novelas u obras protagonizadas por artistas, tanto de clase privilegiada como miserable, y casi siempre oprimidos por estrictas figuras paternas/de autoridad.
Uno de sus mejores trabajos será la nueva versión de la gesta de Kuranosuke Oishi y sus 47 samuráis, “Genroku Chushin-gura” (1.941). Por desgracia la caída en la demencia de su esposa Chieko debido a la sífilis, debilita emocional y mentalmente al cineasta, quien también debe afrontar la entrada de Japón en la 2.ª Guerra Mundial y la aún más dura imposición de la censura, siendo de nuevo obligado a rodar obras de propaganda. Todo esta cólera acumulada contra el poder militar estalla gracias a la derrota; al llegar la democracia occidental y la total erradicación de los símbolos tradicionales Mizoguchi puede dar rienda suelta a su espíritu progresista y revolucionario, y así lo atestiguarán films como “Utamaro wo Meguru Gonin no Onna” (1.946), “Yoru no Onnatachi” (1.948) o “Waga Koi wa Moenu” (1.949).
Esta fase de rebeldía choca con su ansiada búsqueda de perfección estética definitiva, lo cual va a encontrar pronto, cuando amanezca la década de los '50. Con la apertura a mercados extranjeros el cine nipón se internacionaliza gracias a Akira Kurosawa y su obra maestra “Rasho-mon”. Mizoguchi decide entonces refinar su arte sin abandonar del todo su visión social ni política, haciendo de sus heroínas el pilar central de su obra...pero éstas serán sobre todo mujeres ordinarias, esposas maltratadas o hijas oprimidas cuyos sórdidos melodramas llenos de romances fatales y violencia familiar se ambientarán en entornos sofisticados o feudales.
Con algunas excepciones esa es la regla que impera en su brillante tetralogía literaria iniciada con “Yuki Fujin Ezu” (1.950) y finalizada con “Saikaku Ichidai Onna” (1.952). Este relato, amargo, terrible, le da a conocer internacionalmente, siendo premiado con el León de Plata en el Festival de Venecia. Su carrera se verá jalonada con algunas obras maestras que le permitirán aspirar a esa belleza artística que siempre buscó, y la principal responsable es “Ugetsu Monogatari” (1.953), un triunfo de los registros sensibles al servicio del drama de personajes.
“Sanshu Dayu” (1.954) es otro bello film épico de sacrificio, dolor, revolución y pérdida donde una familia privilegiada es obligada a exiliarse, siendo separados en el trayecto los hijos y la madre, cuya denuncia a las clases altas resulta agresiva y pesimista.
En Agosto de 1.956, a sus 58 años y aquejado de leucemia, el maestro se despide desde la calle, el único lugar en el que logró depurar su arte hasta transformarlo en el espejo de lo que constituye la realidad del ser humano. Una realidad de leyes opresoras, de omnipresencia de dinero, de violencia y vicio, de deseo ajeno, de la fatalidad de la existencia frente a los amargos reveses del destino y de la lamentable necesidad de disfrazarse de ilusiones...
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