Cuando en 1959
Hitchcock decidió realizar
North by northwest se encontraba en el, posiblemente, mejor momento de su carrera. Tenía un notable éxito con su serie de televisión
Alfred Hitchcock presents y sus películas causaban interés.
Sin embargo algunos críticos no perdonaban a
Hitchcock que su carrera estuviera tomando un cariz tan “serio”, así que el director británico estaba decidido a rodar una película con claros toques de humor, estaba claro que la trama principal seria el espionaje, la manipulación, sin embargo
Hitchcock quería mostrar a los críticos que no había perdido el sentido del humor, incluso en las películas serias. Su anterior filme,
Vértigo, era un crepuscular análisis sobre la culpa y la obsesión, y quería que su nuevo filme tuviese brotes cómicos o mejor dicho, divertidos.
No hay duda que la elección del protagonista estaba pensada para este fin. Tal y como dice muy bien el escritor
Donald Spoto en su imprescindible obra:
Alfred Hitchcock, La cara oculta del genio:
“Los dos actores fetiche del director británico en esta etapa fueron James Stewart y Cary Grant. El primero lo utilizaba como extensión de su propia personalidad. Representaba el hombre de a pie que lucha contra las injusticias de forma desasosegada, el segundo representaba el espíritu que siempre deseó ser hitchcock: un galán, un hombre que gracias a su físico consigue enamorar a todas las mujeres”. Y yo añado: si estas pueden ser rubias, mejor.
La película, en lo primero que llama la atención es, de nuevo, en el diseño de unos créditos introductorios fantásticos a cargo de
Saul Bass, acompañados por una preciosa partitura de
Bernad Herrmann. Lo siguiente, como también suele ser habitual en el maestro, es una fotografía en maravilloso tecnicolor donde la paleta tiene una definición fantástica, como todas las películas en color de
Hitchcock. Para conseguirlo
Hitchcock contó con la colaboración (de nuevo) del genial
Robert Burks, con el que también trabajó en:
La ventana indiscreta, Los pájaros, Vértigo, Marnie la ladrona, Falso culpable, El hombre que sabía demasiado, Pero quien mató a Harry?, Crimen perfecto y
Extraños en un tren. Formaron un binomio que revolucionaron el mundo de la escenografía cinematográfica. Y es que hay algunas escenas en la película que resultan absolutamente asombrosas, cuando
Grant llega a la biblioteca, secuestrado, hay una cantidad de planos que quitan el sentido: Travellings laterales, picados, contrapicados, etc… y todos existen por un motivo: Ayudar a potenciar la inquietud en el espectador. Aprovechando que estamos hablando del apartado técnico, no querría olvidarme de espectacular montaje de la película a cargo de otro hombre de confianza de
Hitchcock, George Tomasini:
El raccord de la película es para que se enseñe en las escuelas de cine: La escena del intento de asesinato con el vehículo es el ejemplo más paradigmático.
Lo que también llama sorprendentemente la atención de la película son los decorados: El director planificó la película pensando en los decorados, unos decorados creados por
Henry Grace. La impresión que uno siente al ver la película es que se encuentra delante de una nueva tendencia arquitectónica: El edificio de las Naciones Unidas, la moderna casa en
Dakota del sur, etc… Los planos son siempre abiertos (principalmente en las escenas de interiores) para que se puede mostrar al espectador los escenarios diseñados para la película: Desde la magnífica biblioteca mencionada anteriormente, hasta el salón del hotel, pasando por la maravillosa casa cerca del monte
Rushmore o el mismo monte, reproducido en los estudios gracias a la prohibición de las autoridades a rodar en las cabezas de piedra de los creadores de la democracia.
El guión es de
Ernest Lehman, que anteriormente había trabajado con
Billy Wilder en Sabrina y que posteriormente, entre otros trabajos, volvería con
Hictchcock en La trama. Gracias al amor que el director británico tenia por la pre-producción de las películas (amaba la adaptación de la novela, escribir el guión, crear la planificación...), el guion es magnífico, con un ritmo maravilloso que no deja al espectador dejar de contemplar la pantalla. El único pero que se puede achacar al guión son las escenas de amor, principalmente en el vagón del tren, que quizá lastran demasiado la cinta, a diferencia de otras de sus películas, es una escena que se alarga demasiado en el tiempo.
La historia de la cinta es bien conocida por todos: Por culpa de un mal entendido se suceden un seguido de acciones que culminan en la recuperación de unos microfilms que iban a ser utilizados durante la guerra fría. Sin embargo, debemos hacer una reflexión sobre el personaje que interpreta
Cary Grant: hay un evidente paralelismo entre su personaje y el
Ulises de Homero. Lo que une a ambos personajes es que los dos tienen suficientes recursos para conseguir sendos objetivos, utilizan su destreza para conseguir aquello que se han propuesto. La mejor arma de ambos es la astucia. Ambos, además, tienen que recorrer infinitas aventuras para llegar a su destino. Uno está a merced de los dioses y el otro a merced de los servicios de inteligencia de su país. Por lo tanto, la historia principal transcurre de forma paralela a otra historia que podemos llamarla, secundaria:
Cary Grant se da cuenta que no es únicamente un hombre de negocios, es un aventurero, puede llegar a ser un hombre de acción, algo que ni él ni su (joven) madre,
Jessie Royce Landis, jamás podrían llegar a imaginar.
La elección del reparto quedo en manos de
Hitchcock, el británico tenía claro que quería a
Grant por las razones que hemos mencionado anteriormente, como pareja suya, eligio a Eva
Marie Saint, una actriz que a
Hitchcock jamás le llego a convencer, pero que estaba convencido que el la dotaría de suficiente fuerza y personalidad para trabajar en la película. Lo consiguió, quizá no tiene la personalidad de
Grace Kelly ni la fuerza de
Tippi Hedren, pero Saint esta preciosa en cada plano y el vestuario que luce es de otro planeta.
Grant se desenvuelve como un camaleón en todas las escenas, su personaje está lleno de ironía, cinismo, buen humor. Resulta sorprendente la elegancia que puede llegar a demostrar, incluso después de rodar la famosa escena de la avioneta.
James Mason resuelve su interpretación de forma pétrea al igual que su secuaz
Martin Landau, interpretaciones que demuestran la frialdad con la que actúan para traicionar a su país.
Una gran película que demuestra una vez más que se puede hacer con un buen guión, buenos actores, y un equipo técnico a la altura. Personalmente no es mi película preferida del maestro, pero si que se encontraría entre las cinco mejores. Absolutamente imprescindible su visionado.
-anonimo-
#1
Es una gran pelicula, en los simpsons la han parodiado en distintos episodios.