El séptimo episodio de Pluribus no avanza la trama como una carrera contrarreloj, sino como un espejo. Mientras el mundo-colmena sigue funcionando con precisión casi perfecta, Carol y Manousos protagonizan dos actos de rebeldía muy distintos, separados por miles de kilómetros… y por una forma radicalmente opuesta de entender qué significa seguir siendo humano.
No hay grandes revelaciones científicas ni giros espectaculares. Lo que plantea el capítulo es algo más incómodo: ¿resistir es luchar o simplemente negarse a desaparecer?
Carol: vivir como acto de protesta
Tras romper definitivamente con la colmena en el episodio anterior, Carol decide hacer algo inesperado: dejar de intentar salvar a nadie. O, al menos, dejar de cargar con ese peso.
El capítulo la muestra recorriendo Nuevo México sin rumbo fijo, disfrutando de pequeños placeres que el nuevo mundo considera irrelevantes: nadar, cantar, beber, jugar al golf, celebrar una fiesta que ya no tiene sentido colectivo. No es una huida, sino una declaración silenciosa.
Carol entiende que no puede competir contra una humanidad conectada, organizada y convencida de que ha hecho lo correcto. Así que elige otro camino: seguir viviendo como individuo. Comer lo que quiere, sentir lo que quiere, equivocarse, exagerar, celebrar… incluso destruir.
Cuando organiza una cena “humana”, con música, ropa llamativa y una estética casi ridícula, no está buscando convencer a nadie. Está recordándose a sí misma que aún existe un mundo donde las personas deciden por impulso y no por consenso neuronal.
Su gesto final —salvar un cuadro de entre las llamas de su propia casa— resume toda su postura: si todo va a arder, al menos que no desaparezca sin dejar memoria.
Manousos: el rechazo absoluto
El episodio alterna el viaje de Carol con el de Manousos, que continúa cruzando el continente con un objetivo claro: encontrarla. Pero su camino no es de celebración, sino de castigo.
Manousos rechaza cualquier ayuda de la colmena, incluso cuando esa ayuda es puramente práctica: agua, indicaciones, asistencia médica. Para él, aceptar algo de ellos equivale a rendirse. No los ve como salvadores ni como una nueva forma de humanidad, sino como intrusos.
Su resistencia no es festiva ni simbólica. Es física, dolorosa y extrema. Camina herido, se expone a infecciones, se quema, sangra y sigue avanzando. Cree que el sufrimiento es el precio de mantenerse libre, y que cualquier comodidad ofrecida por la colmena tiene trampa.
Mientras Carol protesta viviendo, Manousos protesta negándose. No acepta su mundo, no acepta su lenguaje y no acepta su idea de progreso. Prefiere destruir lo que usa —coches, objetos, símbolos— antes que beneficiarse de algo que no reconoce como legítimo.
El punto de ruptura: cuando la colmena interviene
El clímax del episodio llega cuando Manousos, gravemente herido tras una caída en plena selva, pierde el conocimiento. Hasta ese momento, su resistencia había sido voluntaria. Pero el cuerpo tiene límites.
La colmena interviene.
No lo hace con violencia ni con castigo, sino exactamente al contrario: lo rescata. Lo recoge cuando ya no puede decidir. Y aquí está la clave del episodio.
La colmena respeta el consentimiento… solo hasta que este deja de ser operativo.
Manousos no ha aceptado nada, pero tampoco puede rechazarlo. Su vida queda, por primera vez, en manos del sistema que desprecia. Y el episodio se cierra con esa paradoja inquietante: el mundo-colmena no necesita convencerte si puede salvarte a la fuerza.
¿Carol aceptará la colmena?
La pregunta que da título al episodio no tiene una respuesta directa… pero sí una pista clara.
Carol no acepta la colmena. No ahora. No así.
Sin embargo, el plano final —cuando escribe un mensaje esperando que alguien regrese— deja claro que tampoco quiere estar sola. No busca conexión mental, pero sí vínculo. No quiere una humanidad unificada, pero tampoco un mundo vacío.
El episodio sugiere que el verdadero conflicto no será entre infectados e inmunes, sino entre dos formas irreconciliables de entender la libertad:
– vivir sin pedir permiso
– o sobrevivir sin elegir
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