Ficha 7 Weeks


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Críticas de 7 Weeks (1)




Mad Warrior

  • 22 Mar 2024

8



La historia de una persona nace en un lugar y muere en el lugar de otra. La naturaleza es constante. El mundo se mueve y nosotros también. Una decisión, un pensamiento, una mirada, afecta a otra años después...o tal vez años antes.
El viento mece los árboles de Ashibetsu, la nieve cae, la primavera llega, las almas deambulan y cantan...

La historia de una vida hecha realidad. La promesa de toda una vida llevada a la pantalla. Está bastante claro que algo tan especial como “No no 7 Nano ka“ debe gestarse a partir de una situación muy especial; de hecho Nobuhiko Obayashi nos lo cuenta nada más empezar, dedicada a la memoria de Hyoji Suzuki, que admiraba al director desde la infancia y su deseo era que, conociendo su afición por filmar grandes historias humanas en ciudades y pueblos remotos, también hiciera lo mismo en su Ashibetsu natal, cuyos paisajes inusualmente bellos se hallan en la lejana Hokkaido...
Tras abrir la escuela de cine local sus puertas el mismo Obayashi visitó la ciudad y pensó en posibles escenarios para una futura producción. Por desgracia un cáncer de páncreas acabó con la vida de Suzuki a los 36 años. Seguiría pasando el tiempo y el de Onomichi continuaría con otras ocupaciones hasta que decidió que había llegado el momento de honrar su memoria; por eso esta película se convirtió en un gran esfuerzo colectivo de los habitantes de Ashibetsu, y el director pensó en una gran historia que tratase precisamente de este lugar, de sus gentes, de los sentimientos y las fatalidades arraigadas a la tierra, arraigadas a los corazones de todos los que vivieron o pasaron por allí alguna vez.

Una banda atraviesa de cabo a rabo la película, figurando los espíritus que se fueron, y que siguen vagando por aquellos parajes, de primavera a invierno, interpretando una pieza conmovedora. El suceso que abre esta historia dividida en capítulos es el mismo que dio pie a todo el proyecto: una muerte, en este caso la de un anciano, Mitsuo Suzuki, dedicado durante décadas a la medicina, respetado por todos y reciclado en propietario de un “almacén cultural“ tras su retiro; su nieta Kanna le ayuda y es la primera en encontrarle, y a partir de aquí comienza el reencuentro de los miembros de la familia.
El mayor problema de “No no 7 Nano ka“ es su forma. Obayashi, en lugar de realizar un drama de planos estáticos, de estilo sobrio y poético y de largos silencios, como otras tantas veces, se decanta por la inmediatez documental, la cámara en mano, el movimiento constante, incluso nervioso, acercándose, por ejemplo, al cine de Sion Sono, y esto en absoluto encaja con el tono de la historia. Los rápidos planos no son más que un obstáculo en una película donde la expresión de los personajes y sobre todo el diálogo, que se acumula sin cesar en conversaciones interminables, es lo fundamental.

Superada esta barrera (y es algo muy difícil), hay que dejarse llevar por el drama que se le acaba de presentar a la familia Suzuki. El amplio reparto se compone de actores que se meten a conciencia en la piel de sus personajes; Yutaka Matsushige, Saki Terashima, Shunsuke Kubozuka, Takako Tokiwa o Tokie Hidari tuvieron que aprender de Obayashi el arte de no ensayar y entregarse al máximo en la primera toma. Su razón es “comprender el caos e interiorizarlo“, y es que desde el desastre de Fukushima nada ha sido igual ni para su cine ni para él, igual que para el resto de Japón.
Es realmente interesante como, a partir del método de la ficción documental, donde lo que lo distingue es la exposición realista, consiga crear (de igual modo a la muy anterior “Riyu“) una intriga llena de secretos y misterios que irán desvelándose por medio de cada interacción, diálogo, monólogo, reflexión, o haciendo uso del “flashback“ y las multiperspectivas. Al director le gusta acercarse a las personas y conocerlas, escucharlas y viajar a lo más profundo de sus psiques y corazones, y puede ser que aquí lo evidencie mejor que nunca, porque, aun destacando cuatro personajes (femeninos) por encima del resto, la trama se nutre de un gran cuadro humano colectivo.

Hermanos, tíos, abuelos y nietos, padres e hijos, amigos, allegados, simples conocidos del pueblo, todos se juntan en el funeral a Mitsuo, y de las historias puramente íntimas, humanas, Obayashi, como jugando con una figura origami, permite a los personajes abrirse y llegar a exponerse la historia de todo un pueblo, poco a poco de todo un país, y finalmente de la misma Historia de Japón, a través de recuerdos de unas guerras que a todos afectaron, y que conectan con desastres mucho más recientes.
La joven Kasane es incapaz de entender a los ancianos que comentan sus días de juventud luchando contra los rusos, pero sí lo que significa perderlo todo debido a lo ocurrido en Fukushima; una generación y otra se unen en la fatalidad.

Ella es una de las cuatro mujeres que hacen avanzar la trama. Las otras tres son Kanna, Nobuko y (viajando al pasado del mismo Mitsuo) Ayano. La segunda, asistente del finado, en cuya vida investigamos de cuando en cuando, es una especie de extraña en la familia, una mujer que ejerció de madre sustitutiva para Kanna y su hermano Akito, amante anhelada, dulce aprendiz, también descubriremos sus relaciones con otros miembros de los Suzuki. La tercera ocupa el mejor segmento del film, y que a su vez se convierte en una de las cosas más emocionantes y asombrosas que haya filmado Obayashi en su carrera.
Y esto es el pasado de Mitsuo. Todo ello reunido en el capítulo 13 (llamado simplemente “1.945“). Abandonamos la Ashibetsu del presente y volvemos a cuando el doctor era un joven idealista; Shusaku Uchida le interpreta de manera magistral. La relación entre él y Ono y el amor que sienten por la preciosa Ayano; días de juventud y charlas sobre la familia, el futuro, los sentimientos, los autores y el arte, que se ven interrumpidos por los horrores de la guerra. La realidad se fragmenta, todo forma parte de un mismo escenario, el onirismo “obayashiano“ se presta a un sorprendente riesgo formal, los tiempos se mezclan, el doctor, ya anciano, participa en las conversaciones entre su doble del pasado y sus queridos amigos...

Sobresale su punto de vista (que no es otro que el del cineasta), incapaz de concebir el arte encerrado entre líneas, entre espacios limitados. Ya que el alma y el corazón forman parte del mundo humano, es imposible delimitar el arte así como la vida, precisamente lo que guerra quiere: crear barreras. Todo debe ser caos, carne y sangre, pero Ono acaba dibujando un retrato de Ayano. Falso, irreal. Los celos, ideales, la tragedia y los sueños se enfrentan a lo largo de un clímax sobrecogedor, con la chica cayendo víctima de los soldados rusos y Mitsuo condenándose para siempre al verse obligado a sacrificarla.
Por fin, los grandes enigmas que encerraban esos elementos clave que, también como es costumbre en las obras del director, unían a todos los personajes a través del tiempo, se revelan: las 2:46 en todos los relojes, hora de muerte, hora en que acabó de respirar Ayano, igual que Mitsuo; el resguardo del dinero que Ono dejó en el banco, previamente descubierto por Kanna y Nobuko; la amargura del café de Mitsuo que comparten las tres mujeres en diferentes décadas; el libro de poemas que pasa de mano en mano abriendo un mundo de sentimientos a quien lo lea; y por supuesto el retrato de Ayano, el deseo de desnudarla que ocultaba Mitsuo, y que acabó logrando con Nobuko...

El alcance del drama humano y los sentimientos compartidos es absoluto y pleno. Lo restante son las reflexiones finales entre los familiares, sobre los vastos campos del monte Pankehoronai. Con los misterios resueltos y las heridas del pasado cerradas las almas pueden continuar tranquilas su recorrido. Mitsuo y Ono se preguntan por la desaparición de la querida Ayano.
Se trata de una comunión total entre los individuos más allá de la vida y la muerte, las generaciones del presente, el pasado y el futuro, la tierra y el mundo de los espíritus...

Es el mayor homenaje que una ciudad y una persona podían recibir jamás en el cine. Obayashi y sus colaboradores, prácticamente sin medios y con un presupuesto insignificante, lo dan todo, nos brindan una tremenda experiencia, por lo que cuenta, por lo que pretende, por lo que significa.
Que sobreviva el arte, el amor y la familia y acaben los secretos, el dolor y las guerras, que se nos quede el perfume de las aguas del Sorachi en los pulmones. Lo único que pesa sobre “No no 7 Nano ka“ es...que termina siendo tan fascinante como agotadora...



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