Pablo Larraín, un director de cine de Chile, nos presenta “El Conde“, una película que mezcla elementos de terror y sátira. En esta historia, imagina un mundo donde el ex dictador chileno, Augusto Pinochet, es un vampiro de 250 años. La cinta es intensa y llena de violencia, y está rodada en blanco y negro, lo que le da un aspecto único.
La trama sigue a Pinochet mientras se enfrenta a su aburrimiento y al deseo de poner fin a su vida como vampiro. Antes de hacerlo, tiene cuentas pendientes con su familia y sus sirvientes, todos los cuales estuvieron involucrados en sus crímenes durante su régimen. Su familia busca encontrar el dinero que Pinochet saqueó y escondió, mientras que una inusual monja intenta exorcizarlo y limpiar su legado. El filme ofrece una visión alternativa de la historia, donde Pinochet se enfrenta a sus demonios y sus seguidores buscan redimir su nombre.
“El Conde“ es una película poderosa que se suma a los títulos anteriores de Larraín sobre la historia complicada de Chile y la lucha del pueblo chileno por confrontar su pasado. A pesar de algunas partes más densas en el centro de la película, tiene una energía y un estilo que recuerdan a una novela gráfica. Aunque no es un documental, plantea de manera audaz esta historia alternativa que involucra a personajes como Pinochet y otros cómplices de su régimen.
una vision del vampirismo oriunda de chile, sinceramente me parecio una idea interesante que pierde en el ritmo de la pelicula, tenemos una historia que introduce a personajes reales (pinochet), una puesta en escena, fotografia, ambientacion, muy respetable,,,, con una comedia que desentona un poco con lo antes mencionado..,, pero todo esto se va mas al pasto con el ritmo que maneja la pelicula.
se deja ver, pero no te deja nada.
Críticas: 3
Miguel Arkangel
6
Una sombra siniestra todavía se cierne sobre Chile hoy, incluso después del retorno a la democracia. Es la sombra del dictador Augusto Pinochet, que tomó el poder mediante un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, que ensangrentó su país y al que sometió mediante la tortura y el horror.
Pablo Larrín, cuyo padre fue colaborador de la dictadura, retrata a Pinochet como un vampiro centenario que sigue chupando sangre chilena, y tratando de ocultar su inmensa fortuna acumulada mediante el robo, incluso después de su caída política y su muerte simulada. La película está bellamente filmada en blanco y negro e indaga, en clave de humor negro, sobre el poder, la corrupción y la codicia, utilizando el vampirismo como metáfora, con elementos del surrealismo y el expresionismo alemán para contarnos la historia de un monstruo real desde una perspectiva fantástica,
No es una película para todos los gustos, pero le perdonamos sus altibajos, pues nos recuerda ese deseo inherente al mal de siempre intentar perpetuar su malévola existencia, y que la peor traición a las víctimas es olvidar el mal causado por los victimarios.
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