Lo mejor de esta película son las ambiguedades en el guión. De una película de 1951 se espera que los colonizadores franceses sean los buenos y los nacionalistas sirios sean los malos. La torpeza del guión hace que esto no quede claro y lo que en 1951 sería un fallo, en 2022 lo convierte interesante, ya que el espectador no encuentra lo que esperaba. En el western crepucular, los vaqueros no son tan buenos, ni los indios tan buenos; pero es algo buscado el guión. En esta película pasa lo mismo en la lucha entre nacionalistas y colonialistas, pero parece más error de guión que efectos buscado.

Los militares franceses aparecen con la bayoneta calada y hablando de fusilar 5 sirios por cada muerto francés. Los nacionalistas sirios son terroristas que explotan granadas en restaurantes, pero Lee J. Cobb dice respetarlos porque luchan por su país. Bogart en un desertor de ejercito metido a traficante de armas que no queda claro si el contacto con el idealista francés le ha rehabilitado.

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