Ficha Detective Doberman


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Críticas de Detective Doberman (1)




Mad Warrior

  • 24 Jan 2021

6



Como de costumbre, la violencia, el crimen y la sangre de inocentes ensucia Shinjuku constantemente, y la policía no hace bien su trabajo, por lo que precisan ayuda.
No será muy ortodoxo y metódico, pero el detective Joji Kano es lo que la ciudad necesita, un auténtico doberman para defender las calles como es debido.

¿Y quién mejor para darle cuerpo y rostro que el mítico e imbatible Shinichi ¨Sonny¨ Chiba? A mediados de los 70 el fan medio del cine de acción (sobre todo el fan oriental) se podía deleitar de lo lindo con las trepidantes y extremadamente viscerales peripecias del actor en títulos como ¨The Killing Machine¨, ¨The Bodyguard¨ o las imprescindibles ¨Golgo 13¨ y ¨The Street Fighter¨, que alzaban a este campeón de karate, ninjutsu, kendo y otras disciplinas al más alto ranking de las estrellas de acción asiáticas. Si Bruce Lee había dejado huérfano al género, él lo apadrinó de nuevo.
Un hecho importante le sucede a principios de los 60: su primera colaboración con un asistente de dirección de Toei ascendido a realizador llamado Kinji Fukasaku, colaboración que proseguiría en años siguientes. Y así, con el transcurrir del tiempo, ambos coinciden una vez más para adaptar ¨Doberman Deka¨, célebre cómic del artista Yoshiyuki Okamura (también responsable de ¨Hokuto no Ken¨) en la mejor tradición de las novelas policíacas ¨hard-boiled¨ que se mantuvo en activo durante varios años para luego renacer en 2.012; sin embargo al director no le hacía mucha gracia el argumento y procuró que el guionista Koji Takada lo reescribiera.

De este modo, el Joji Kano ya habituado al entorno urbano de la obra original pasa a ser un pueblerino de la lejana Ishigaki de Okinawa, contratado para encontrar a Yuna, hija de una conocida desaparecida tiempo atrás (y ¨macguffin¨ de la trama); Fukasaku introduce a este agente de la ley bestializado, un ¨Cocodrilo¨ Dundee nipón, en la bulliciosa atmósfera de Shinjuku, radiografiada de nuevo desde una perspectiva amarga y descorazonadora. El director no abandona esta perspectiva, tan propia de su cine, regresando así a los callejones inmundos, los burdeles de mala muerte y los pubs oscuros.
Y con ellos vuelven sus yakuzas rabiosos, sus complacientes prostitutas, sus delincuentes chiflados y sus rematadamente ineptos policías. Lo que viene siendo una jungla humana carcomida por el vicio, la corrupción y la violencia; allí se desarrolla una trama a dos bandas (e incluso a tres): la desaparición de Yuna y la ambición de Hidemori, un cínico gángster, por convertir en estrella de la canción a otra joven, Miki, ambas conectadas en un misterioso caso de reemplazo de identidad. Pero al ser tan fácil de descubrir dicho enigma por muchas bifurcaciones que haya de por medio (sólo hay que prestar un poco de atención), Fukasaku prefiere desatarse en su relato policial y callejero.

A todo esto añade un asesino en serie que va liquidando a la ¨escoria¨ de la ciudad, ofreciendo una espinosa comparación entre aquellos que hacen cumplir la ley y los que la quebrantan. El resultado es una intriga frenética filmada con su cámara tambaleándose como los desequilibrados personajes que pueblan sus films, y en ella seguimos a ese homólogo de Harry Callahan (hay muchas referencias al film de Siegel) en su aventura por la peligrosa metrópoli a través de atmósferas repulsivas y extrañas (llevándose la palma la psicotrópica secuencia en la que tiene relaciones sexules con una prostituta en mitad del escenario de un club).
Aunque habida cuenta de su situación y métodos no cuesta emparentarle con otro antihéroe ¨eastwoodiano¨: el Coogan de ¨La Jungla Humana¨, o incluso el Doyle de la secuela de ¨The French Connection¨. En cualquier caso un animal del campo astuto, sagaz y letal como él ridiculizado por sus bien trajeados compañeros de oficina, de ahí que la ayuda sólo la encuentre en esos jóvenes moteros, en concreto el impetuoso ¨Hotshot¨, que así como así se convierte en su mano derecha. Tampoco el mundo del espectáculo se libra de sufrir un retrato ácido y desgarrador, asignándose bien los papeles de las marionetas (Miki) y los maestros de ceremonias (Hidemori).

¿Y todo para qué? Para que Fukasaku, ese heredero nipón de Huston, Friedkin, Winner y sobre todo Siegel y Peckinpah, nos arrastre sin concesiones a su desquiciada, sucísima y ruidosa peripecia, mareándonos en decenas de persecuciones, salpicándonos de sangre y haciendo que sintamos en nuestras carnes las patadas y puñetazos lanzados por ese implacable Kano/Chiba, por quien es difícil no sentir simpatía, todo lo contrario a esos policías descritos como unos desagradables chillones e inútiles que siempre están fracasando en todo lo que hacen.
Hideo Murota y Jukei Fujioka encarnan este mal gusto y repulsión, mientras Hiroki Matsukata, aun siendo el villano, resulta más carismático e interesante. Y al otro lado un Koichi Iwaki correcto como su loco motero, Eiko Matsuda (quien un año antes hacía saltar el pulso al público de medio Mundo en ¨El Imperio de los Sentidos¨) en un papel secundario de prostituta, y la mitad americana y mitad japonesa Janet Hatta, en su preciosa pero a menudo algo estomagante Miki. Nada más nos ofrece este feroz policíaco de puro ¨exploitation¨ salvo una entretenida hora y media, rodada con el habitual nervio y desparpajo de Fukasaku, quien concluirá así sus peripecias de gángsters y policías, tras haberse dedicado a ellas durante más de diez años, para adentrarse en otros géneros.

Quizás el estar situada entre dos obras más interesantes y de mayor envergadura como ¨Hokuriku Proxy War¨ y ¨Kang Samurai¨ (también contando con la presencia de Chiba) la deja un poco en tierra de nadie...
Unos años después el cómic de Okamura sería llevado a televisión de un modo un tanto alterado y en 1.996 se realizaría una nueva versión directamente para el mercado del vídeo con Riki Takeuchi en la piel de Kano, pero de todas formas nadie lo pudo interpretar mejor que el gran Chiba.



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