Ficha Todo por la Pasta

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Críticas de Todo por la Pasta (2)




Mad Warrior

  • 22 Nov 2021

9



¨A dinero en mano el monte se hace llano¨, según dicen. Pero esto únicamente depende de quien se lleve el dinero, y por ahí hay gente capaz de cualquier cosa con tal de tenerlo.
Y eso es lo que vamos a presenciar. Que los seres humanos somos capaces de arrancarnos las tripas con los dientes por él como dos perros salvajes hambrientos por un pedazo de carne.

Una filosofía muy ligada al relato de criminales desde su nacimiento, porque ningún otro género saca a relucir de manera tan vehemente ese lado primitivo y brutal del individuo; si hace de espejo para reflejar la imagen torcida y vil de lo que entendemos por sociedad, ¿por qué demonios nos atrae tanto? Atraía desde luego a Enrique Urbizu, ese chaval que con tan solo 27 años, algunos cortometrajes y la tan fallida e irregular película ¨Tu Novia está Loca¨, empezó a despuntar en nuestro país como uno de los autores contemporáneos más personales y lúcidos.
Hoy en día casi todo el mundo le relaciona con ¨No habrá Paz para los Malvados¨ y ¨La Caja 507¨, dos ¨thrillers¨ de altura que nada envidian al cine americano más profesional; pero el verdadero fan sabe que el bilbaíno ya había logrado cruzar fronteras mucho antes. Su repentino éxito se debió a la energía tan poderosa que irradia en su filmografía temprana ¨Todo por la Pasta¨, estrenada en un momento clave para la cinematografía patria, antes de llegar el milagro de ¨Tesis¨ y de que las influencias del negro estadounidense empezasen a quedar obsoletas, aun siendo muy bien exprimidas en ¨El Crack¨, ¨Bandera Negra¨, ¨El Arreglo¨ o la más cercana ¨Continental¨.

Empieza con una cámara tambaleante en plena carretera, claro indicativo de la naturaleza errante y nerviosa de su viaje, con la intensa música que provee Bernardo Bonezzi, el cual termina en un club de ¨striptease¨ con un plano-secuencia que parece burlarse del famoso filmado por Scorsese en ¨Uno de los Nuestros¨. Allí, unos compadres preparan el atraco a un bingo donde colaborarán personajes muy pintorescos, entre ellos un delincuente de poca monta (¨El Ruedas¨), un policía corrupto (Pereda) y una chica del local con menos luces que una pared de cemento (Azucena; esa María Barranco de maravilla en el papel, desde luego).
Este primer tramo hace gala del estilo trepidante y el nervio tras la cámara del bilbaíno; un robo parecido a otros muchos, con los integrantes traicionándose entre sí y quedando alguien vivo para ejecutar la venganza y recuperar el valioso dinero (aquí Azucena). Podría parecer que el argumento se encauza así hacia las clásicas tramas de atracadores que tan en deuda están con ¨La Jungla de Asfalto¨, ¨Atraco Perfecto¨, ¨Apuestas contra el Mañana¨ o ¨No Toquéis la Pasta¨, pero el inteligente guionista Luis Marías prefiere disfrazar de acción callejera y marrullera (como queda bien definido después) un relato cuyo trasfondo escarba en los problemas sociales y políticos de la España de la época.

El Bilbao que imagina el film corresponde a un periodo específico en la Historia, marcado por el final de una transición que iba a hacer de la crisis industrial un trampolín para una reforma social basada en los servicios mientras de fondo la guerra de ETA contra el Estado sacudía los cimientos del país; así que, sin proponérnoslo, ya estamos inmersos en ese ambiente. El director, con la inestimable ayuda de Álex de la Iglesia a la dirección artística, moldean una atmósfera corrupta en todos los sentidos, que exhala la peste de la podredumbre barriobajera, la lacra suburbial, y nos asfixia con sus hedores a basura, droga, sangre, alcohol, sudor, sexo y carne mustia.
Y por supuesto su influjo trastoca el carácter y el alma de todos los protagonistas, sin pasado, cuyas vidas empiezan cuando el dinero entra en ellas y para mal son hijos de este entorno degradado, siendo su única manera de sobrevivir el adaptarse y escudarse de apariencias; separados por una delgada línea entre la fauna que lo compone, tan llena de chulos, ladrones, putas, traficantes, maltratadores y agentes de la ley manchados, están la inútil de Azucena y Ángel, único personaje honesto y honrado pero no por ello menos precipitado al abismo. Ambos en el epicentro de dos tramas que circulan paralelas y que cuando choquen una tormenta de sangre y furia estallará irremediablemente, pero cuyo objetivo común es dar con los millones del bingo.

Por un lado Azucena dándoselas de tipa dura con tal de atrapar al ¨Ruedas¨, y a quien la providencia le manda a una virgen en cuyo interior esconde al peor de los demonios; con esta Verónica, Marías propone una vuelta de tuerca a la clásica ¨femme fatale¨, cuya ambición, tras ser metida en el embrollo por culpa de la primera, será la misma: la ambición material.
Sin embargo, al contrario que ella, todo impulso e ignorancia, se servirá de la maestría de sus artes para la manipulación y el engaño (dejando a la Phyllis de ¨Perdición¨ como una total aficionada, créanme). Tras la pista de ¨El Ruedas¨, hará de detective improvisada entrometiéndose en los rincones más viscosos y peligrosos de la ciudad.

Y por otro lado una intriga de ribetes políticos protagonizada (se insinúa aunque no se diga) por agentes de los tan críticados y condenados G.A.L. (quienes ejerciendo de justicieros de la sociedad cometían las más indiscriminadas y reprochables acciones).
Actor indisociable de la comedia madrileña, Antonio Resines da vida a Ángel, policía obstinado y brutal en la mejor tradición del ¨hard-boiled¨ ¨hammettiano¨ (como una mezcla del Callahan de Eastwood y el Spade de Bogart con el alma y el físico castizo de Pepe Carvalho) que decide deshacer a balazos y a puñetazos los negocios sucios de sus compañeros; cuenta, porque es menester mencionarlo, con una introducción apoteósica en el film.

Pues este Bilbao es el escenario apocalíptico de tal cacería, donde los presentes, una vez que tienen la oportunidad, se despedazan por la pasta cual jauría hambrienta, porque sólo es necesario el individualismo como sentimiento primigenio para que la codicia sea el resorte de la matanza. Al construir una galería demencial de personajes donde todos se dejan llevar por la hipocresía, el egoísmo y la estupidez (subrayando mediante el proceso la aspereza en lugar del humor negro como harían los Coen), Urbizu y Marías olvidan los maniqueísmos del clásico cine negro para descender al cogollo más desapacible y truculento de su imaginería, de su propia mitología.
En esta especie de mitifación de la desmitificación donde se descomponen las vísceras del género puede que lleguen las influencias del cine de Jules Dassin, Henri Decoin, Joseph H. Lewis o John Huston (en el lado extranjero) y de Juan Bosch, Miguel Iglesias, Francisco Pérez Dolz o Julio Buchs (en el nacional), pero la esencia turbia y sádica de ¨Todo por la Pasta¨ se acerca a los lindes del cine de William Friedkin, Sam Peckinpah, Don Siegel y las vertiginosas fábulas gangsteriles de Kinji Fukasaku, en general ese ¨thriller¨ agresivo de los 60 y los 70, salpicada a la vez del aura pesimista y callejera del quinqui que tan popular hicieron Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma.

Esta unión y metamorfosis es esencial para comprender las formas y la estética tan características de la obra de Urbizu, quien prefiere deshacerse de la elegancia y la sobriedad que por ejemplo sí estaban presentes en ¨El Crack¨ y ¨Continental¨, y sustituir la teatralidad y el exarcebado dramatismo del ¨noir¨ por la bruta espontaneidad, tanto en los diálogos como en la forma de ser de los personajes; así, ahogados por la decadencia que les rodea, no pueden sino expresarse a través de la violencia (física, psicológica, verbal y emocional) y la pura rabia, pareciendo que escupen litros de bilis con cada palabra proferida.
Es de esperar que ya durante los últimos minutos todos ellos se hallen al límite y con una noción muy vaga de lo que significa moralidad, decencia y honradez (iremos viendo como pasan de humanos desesperados a monstruos asesinos); la batalla hace verdadero daño, cruje los huesos por su concesión desvergonzada a la violencia, dejando además que se infiltren no pocas bocanadas de un humor tan negro y corrosivo como los pliegues de esa tremendamente bien elaborada atmósfera que logran De la Iglesia y el operador Carles Gusi, tan bañada de tonos terrosos, húmedos y grasientos.

Pese a la presencia magnética de Pepo Oliva, Pedro Díez del Corral, Jon Gabella, esa sumamente inquietante Pilar Bardem y un Resines monumental que demostró a todos su gran versatilidad, además del impagable Luis Ciges, es difícil no elevar a las alturas a Kiti Mánver encarnando a la zorra calculadora de Verónica, personaje arrebatador en toda su frialdad y tiranía.
Es realmente difícil, y más aún para el espectador actual, soportar las embestidas de Urbizu, directas a las entrañas; no queda nada tras el visionado de su obra salvo un inopinado deseo de volver a fundirse en ese caótico ambiente español de locura, morbo y salvajismo. Uno acaba realmente impregnado. Galardonada y aplaudida en su momento, ¨Todo por la Pasta¨ abre un nuevo camino por donde irán discurriendo los futuros ejercicios de cine negro de nuestro país, que mucho deberán al relato criminal del bilbaíno.



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Mad Warrior

  • 5 Nov 2011

10


Impresionante,impactante,ultra-violenta,con una trama enredada y una puesta en escena de lo más increíble,y,todo esto,antes de que Tarantino diera la matraca con sus ¨Reservoir Dogs¨ y ¨Pulp Fiction¨;no es lo mismo,pero esta película tiene todos los elementos del cine que,posteriormente,realizaría Tarantino.

El mejor Resines,porque es el mejor;María Barranco,Pilar Bardem o Kiti Manver también actúan maravillósamente.

Muy cruda,muy oscura,muy trepidante,demostrando que existen buenas películas en el cine español,como esta,y que ya podría haber más de la
misma talla.
Imprescindible en el thriller de suspense.



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