Ficha Caluga o Menta


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Críticas de Caluga o Menta (1)




mahotsukai

  • 3 Apr 2018

7



Cruda radiografía de la marginalidad social en el Chile de a inicios de los 90s.

El Niki es un joven marginal que pasa su vida entre un poco deseado trabajo como mecánico de una vulcanización y diferentes atracos delincuenciales, junto a su amigo Nacho. Desempleados y sin oportunidades para estudiar y surgir, él y sus amigos no tendrán otro motivo más para vivir que seguir en la droga y la ilegalidad.

Estrenada a pocos meses después del fin de la dictadura militar del general Augusto Pinochet e inicio del primer gobierno democráticamente electo de Patricio Aylwin (1990-1994), “Caluga o menta” (1990) constituye una brutal realidad de la marginalidad de los grupos menos favorecidos del país, la clase obrera y desempleada, que a la postre es la más perjudicada en una sociedad democrática imberbe que intenta consolidarse después de años de represión.

Gonzalo Justiniano (“Amnesia”, 1994; “El Leyton: hasta que la muerte nos separe”, 2002), que había logrado la aclamación de la crítica con “Los hijos de la Guerra Fría” (1985) en Biarritz (Francia), Berlín (Alemania) y Cartagena (Colombia) y el interés del público con “Sussi” (1988), entrega una visión pesimista, amarga y realista del Chile juvenil y marginal, en la línea del clásico “Los Olvidados” (1950) de Luis Buñuel, que realiza su declaración de principios desde la primera escena, con esa postal de espacio abierto mugrienta y miserable, un calor abrasador y dos o tres objetivos destartalados, un vehículo abandonado, un sillón roñoso y unas sucias sillas de playa, en que un grupo de flacuchentos jóvenes pierden el tiempo. Mientras uno aspira neopreno (pegamento líquido), otro lanza piedras a un vaso semilleno y sucio sobre el capó del vehículo, y otro mira perdidamente hacia el horizonte.

Pero ello sólo es la punta del iceberg, ya que conforme avance la trama, seremos concientes de diversos lastres, como la droga en diversas presentaciones (marihuana, paste base, cocaína, etc.), la cesantía y/o carencia de trabajos para los jóvenes, el hacinamiento residencial y la marginalidad de las poblaciones en los suburbios, el acto delictual (robos, asaltos, narcotráfico y prostitución) y la violencia doméstica, que si somos críticos se siguen dando perpetuamente en el Chile actual, aunque las cifras macroeconómicas lo oculten a los ojos de la sociedad.

Justiniano es bastante gráfico al respecto, y junto con exponer una ambientación grisácea y sucia, con departamentos destartalados y hacinados, patios de tierra y basura por doquier, obra de Gastón Roca, no escatima en complementarla con jóvenes desesperanzados y apáticos, que encuentran en la vida nocturna un mundo seductor de sexo, drogas y alcohol y el acceso fácil al dinero una forma de sentirse menos miserable. Ello se contrapone con la realidad de otros, cuya posición socioeconómica les permite establecer sus propios límites en un Chile que pasa con facilidad abrumante de la opresión al libertinaje. Dos mundos totalmente diferentes en forma y contenido, pero que están unidos por una cuestión de desinhibición: marginales y automarginados, representados por Niki y su pareja amorosa, la chica de clase ABC1, Manuela.

Ambos también representan a los jóvenes de los 90s, que no creen en nada, ni siquiera en la democracia y sus perspectivas. La escena en la que un enviado de la municipalidad les comenta que van a instalar pasto en el peladero en donde matan el ocio, y estos le dicen que “desde que nacimos, estamos olvidados” o “tuvieron tanto tiempo para acordarse de nosotros”, son reflejo de ese sentimiento de olvido del que se sienten presos, y una actitud de descontento y desgano. Y, sin embargo, parece que nunca renuncian a un dejo de esperanza porque las cosas cambien, que podemos ver en esa escena en la playa, en que parecen recuperar la tranquilidad y la esperanza por un futuro mejor.

Pero como toda radiografía cruda y real, esta historia debe terminar en tragedia y ello no es más que la intención de Justiniano de recordar al espectador que es importante criticar y aprender del presente, y tener memoria para poder construir el futuro, porque de lo contrario estaremos condenados a repetir los mismos errores, aunque la realidad parece indicar que hay cosas que nunca cambiaran, como la marginalidad y la pobreza, y la desigualdad social, por más que los países entren al desarrollo económico y social, porque inevitablemente es propio del hombre la lucha por la riqueza y la supervivencia. Y la falta de oportunidad es caldo de cultivo para que aquellos que no tienen nada busquen la forma equivocada de surgir, la más fácil, peligrosa y, a veces, ilegal.

El reparto principal, de buena performance, está compuesto por Héctor Vega Mauricio (“Pistoleros”, 2007) como el “Niki”, el siempre efectivo y prolífico Aldo Parodi (“Johnny 100 pesos”, 1993; “El Desquite”, 1999; “Machuca”) y una muy joven Patricia Rivadeneira (“Sussi”, 1988; “El Chacotero Sentimental”, 1999) como Manuela. En tanto, en el reparto secundario encontramos a varios actores de amplia experiencia en el cine chileno, como Luis Alarcón (“Tres tristes tigres”, 1968; “El Chacal de Nahueltoro”, 1969; “Los Naúfragos”, 1994), quien interpreta a un gay adinerado; Miriam Palacios (“Sussi”, 1988; “Los Náufragos”, 1994; “El Chacotero Sentimental”, 1999) como la alcohólica y simpática madre de Niki; Mauricio Pesutic (“Coronación”, 2000; “Rojo”, 2006) como el dealer; Jorge Gajardo (“Cachimba”, 2004) como el jefe del taller mecánico donde trabaja Niki; y Remigio Remedy (“Mujeres Infieles”, 2004) como el yuppie que le presenta Manuela a Niki, luego del encargo de drogas.

La música, sucia y minimalista, estuvo a cargo del encargado musical de la franja del “No” en el Plebiscito de 1988, Jaime de Aguirre, que también sería responsable de la banda sonora de otros films destacados de esa época, como “La Frontera” (1991) de Ricardo Larraín y “Archipiélago” (1992) de Pablo Perelman.

En resumen, una cruda visión del Chile de a inicios de los 90s, centrada principalmente en el sector juvenil marginal, hundido entre la falta de oportunidades, las drogas, la delincuencia y la violencia. La evalúo con un 7.5.



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