Ficha Johnny 100 Pesos


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Críticas de Johnny 100 Pesos (1)




mahotsukai

  • 20 Oct 2017

7



Interesante film de acción dirigido por el director chileno Gustavo Graef Marino (“La Voz”, 1989), quien recientemente ha estrenado la secuela oficial “Johnny Cien Pesos, Capítulo 2” (2017).

Un grupo de ladrones de poca monta, entre los cuales se encuentra un estudiante de 17 años, intenta robar un negocio de lavado de dinero disfrazado de video club en un Chile que acaba de recuperar la democracia tras 17 años de dictadura.


El 9 de octubre de 1990, un grupo de 6 delincuentes asaltó el videoclub Hollywood, ubicado en la oficina 803 del edificio de Estado 57, en pleno centro de Santiago, a un par de cuadras del Palacio Presidencial de La Moneda. El local en donde se arrendaban películas sólo era una fachada ya que lo que funcionaba ahí era una casa de cambio clandestina, de tal forma la operación, mal concebida por el grupo de hampones, más bien serviría para destapar el negocio ilegal que operaba prácticamente en las mismas barbas de la autoridad.

Dentro del grupo de delincuentes, destacaría Marcelo Gómez Lizana, de escasos 18 años, quien al momento de ser detenido decidió pegarse un tiro, que finalmente lo dejó herido y trasladado a un centro asistencial de salud, con USD 1.700 y una pequeña moneda de CLP 100. Gómez sería condenado hasta 2022 por secuestro, robo con intimidación, violación de morada, infracción a la ley de tenencia de armas, suplantación de identidad y tráfico de drogas, sin embargo, fue liberado en mayo de 2017 por buena conducta.

El hecho, que acaparó todas las páginas de crónica policíaca de la época, llamaría profundamente la atención del director Gustavo Graef Marino, que recientemente había regresado a Chile tras abandonar el país en 1976 y radicarse en Alemania. Graef Marino había presentado su primer film “La Voz” (1989) en el III Festival de Cine de Viña del Mar y de regreso a su tierra natal, había manifestado interés en abordar las cuestiones sociales que sin mayor esfuerzo se pueden observar en el Chile que acaba de recuperar la democracia.

La primera impresión de Graef Marino es advertir mucha confusión y desorden, propios de una sociedad recientemente liberada del yugo dictatorial, en donde las nuevas generaciones se muestran muy desorientadas e –en palabras del propio director– “idiotizadas” por la dictadura. De esta forna, basándose en un hecho real y ambientado en el Chile de 1990, “Johnny Cien Pesos” (1993) representará la crónica de la violenta transición desde la hiperventilada adolescencia hasta la cruda realidad de la adultez; en la práctica, una interesante metáfora del Chile naciente a la democracia post-Pinochet y su reciente e inestable nuevo orden institucional.

Uno de los méritos del film, entonces, es que pudiéndose haber limitado a un relato de acción y violencia, “Johnny Cien Pesos” (1993) se aventura a exponer una mirada sobre el funcionamiento del poder en los comienzos de la llamada “Transición a la Democracia”, iniciada en el Gobierno de Patricio Aylwin. No obstante, no hay que engañarse, porque Graef Marino tampoco peca de impregnarle una mirada muy política a la trama, lo que hubiese sido la tentación más ocurrente considerando el contexto histórico, sino que se centra más bien en el aspecto social.

Y dentro de ello, Graef Marino y el guionista Gerardo Cáceres, exponen principalmente tres perspectivas interesantes, la del aparato político y su manejo de crisis, el rol de la prensa, y la marginalidad a partir de la vida delictual de un joven de 17 años. En el primer punto, bien vale la pena mencionar la idea de funcionarios de un gobierno democrático, que siendo parte de la elite política y social del país, siguen sin sentirse identificados con la clase popular, sintiendo aprehensiones respecto al uso de la fuerza más que nada por la imagen de la recién establecida democracia que por una suerte de empatía. Se trata de personajes burocráticos que utilizan la negociación con las autoridades que representan las reminiscencias dictatoriales heredadas del Gobierno de Augusto Pinochet –judiciales, por ejemplo– para que todo parezca en orden y control. Es el caso, por ejemplo, del abogado del Ministerio del Interior, Beaucheff, encargado de hacer “el trabajo sucio” y negociar con la Justicia las condiciones de los secuestradores.

En segundo lugar, tenemos a la prensa, que con sus excesos caricaturescos de los hechos y su incapacidad de captar la realidad, termina por ser parte de la violencia imperante. Así, Graef Marino abarca desde la evidente curiosidad de los medios por cubrir los hechos en directo, desde el lugar en que se producen, con su insistencia y prepotencia muchas veces, hasta una irónica visión de cómo hacer periodismo puede muchas veces verse despojado del componente humano, especialmente a través de la conducta del periodista Mena Mendoza. El inescrupuloso periodista, que no escatima en actos para alcanzar la primicia, se meterá en el colegio en donde estudia Johnny para entrevistar a su profesor, indagará con una chica que aparentemente es la polola (novia) del joven delincuente, y hasta en la misma casa, en donde presionará a la madre decepcionada. Lo peor de todo es que la prensa realiza un ejercicio circense de la violencia, en lugar de denunciarla.

Lo que nos lleva al tercer punto, el de la marginalidad, desde la perspectiva adolescente. Johnny García, interpretado correctamente por el mexicano Armando Araiza (“Sueño y realidad”, 1993) a pesar de ser inexperto en el robo de oficinas, ya ha acaparado varias radios de automóvil y algunos toscos nuevos celulares que aparecen en el “moderno” Chile de los 90s. Su padre los abandonó, a él y a su madre, cuando Johnny era un niño, ha tenido frecuentes conflictos en el colegio y con algunos padres de sus compañeros de trabajo, y cree que su juventud y supuesta viveza le permitirán salir adelante en sus atracos delincuenciales. En cierta medida, entrará como un impetuoso e inmaduro adolescente y saldrá del robo y secuestro del videoclub, de forma violenta, convertido en un hombre, y no lo digo sólo por su encuentro sexual con Gloria.

Graef Marino también retratará a estos nuevos componentes delictuales del “Nuevo Chile”, al igual que los gubernamentales, como inexpertos. La banda integrada por Freedy (Willy Semler, “EL Desquite”, 1999), “Loco” (Aldo Parodi, “Caluga o menta”, 1990; “El Desquite”, 1999), Washington (Rodolfo Bravo, “Consuelo”, 1989), Leo (Eugenio Morales, “La Frontera”, 1991) y el propio Johnny representan una clase imberbe de nuevos civiles asiduos a la violencia y el dinero fácil, que sin embargo son capaces de poner en jaque a las mismas autoridades del Gobierno. Cáceres los recrea de una forma tan real como delincuentes de poca monta que cuesta llegar a empatizar con ellos, se les ve confundidos y muy inseguros de lo que realmente quieren. Claramente, ellos son una metáfora de individuos de una sociedad que una vez que han logrado libertad, no saben qué hacer con ella.

El reparto lo completa el siempre eficiente Luis Gnecco (“Sexo con amor”, 2003; “No”, 2012; “El bosque de Karadima”, 2015), como Alfonso, jefe del negocio de cambio clandestino; la atractiva mexicana Patricia Rivera (“El arracadas”, 1978) como Gloria, secretaria/amante de Alfonso; el experimentado Patricio Bunster (“La Frontera”, 1991; “El Chacotero Sentimental”, 1999; “Subterra”, 2003) como “El Abuelo”; Sergio Hernández (“La sagrada familia”, 2005; “No”, 2012) como el periodista Mena Mendoza; el eterno Luis Alarcón (“El Chacal de Nahueltoro”, 1969; “Julio comienza en julio”, 1979; “Caluga o menta”, 1990) como el Juez; Gabriela Hernández (“B-Happy”, 2003) como la conserje; Cristián Campos (“Mujeres infieles”, 2004; “Neruda”, 2016) como el abogado del Gobierno, Beaucheff; y un jovensísimo Boris Quercia (“”Sexo con amor”, 2003; “El rey de los hueones”, 2006) como “El Parker”.

“Johnny Cien Pesos” (1993) se estrenó en la inauguración del Festival de Cine de Viña del Mar, se quedó con el Premio Apes a la mejor película chilena, y postuló oficialmente por Chile al Premio Óscar y al Premio Goya. Su estreno internacional se produjo en el Festival de Cine Sundance de 1994, teniendo un éxito relativo en lugares tan lejanos como Alemania, Francia y Grecia, Japón y Corea.

En resumen, una interesante biografía social del Chile de inicios de los 90s, recién recuperada la democracia, que expone la evidente inestabilidad política y social del imberbe sistema, y que denuncia la desorientación de las nuevas generaciones respecto a la persecución de sus sueños e ideales. La evalúo con un 7.5.



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