Hacía muchos años que no había soportado estoicamente un engendro como éste. Sin gracia cuando pretende ser graciosa, que es toda la película, y encima teniendo que aguantar el duro castigo de las melifluas, inconsistentes y planas canciones de Bing Crosby, que para más inri se prodigan a más y mejor, como si el director ya contara con ellas para rellenar el tiempo y el espacio que el ingenio de sus guionistas no fue capaz de ocupar. Ni una sola de estas canciones ha tenido la fuerza, el poder de retener nuestra atención ni que fuera grabándosenos su melodía en la memoria aún en contra de nuestra voluntad.
La historia, si de tal puede hablarse, es absurda por demás. Una rica heredera está disfrutando de un crucero en su yate. Por lo que nos muestran, se trata de un barquito que no destacaría precisamente por su tamaño entre los que podríamos ver atracados en cualquier cala de nuestras costas. Pero, solo empezar la película, nos ofrecen una canción coral, que acompaña a Bing Crosby, que canta un coro compuesto por una marinería tan numerosa que podría ella sola manejar un portaviones. El ingenio brilla por su ausencia y lo único que se saca de verla es un ataque de ira considerable, que da origen a críticas como la presente.
Toribio Tarifa
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Hacía muchos años que no había soportado estoicamente un engendro como éste. Sin gracia cuando pretende ser graciosa, que es toda la película, y encima teniendo que aguantar el duro castigo de las melifluas, inconsistentes y planas canciones de Bing Crosby, que para más inri se prodigan a más y mejor, como si el director ya contara con ellas para rellenar el tiempo y el espacio que el ingenio de sus guionistas no fue capaz de ocupar. Ni una sola de estas canciones ha tenido la fuerza, el poder de retener nuestra atención ni que fuera grabándosenos su melodía en la memoria aún en contra de nuestra voluntad.
La historia, si de tal puede hablarse, es absurda por demás. Una rica heredera está disfrutando de un crucero en su yate. Por lo que nos muestran, se trata de un barquito que no destacaría precisamente por su tamaño entre los que podríamos ver atracados en cualquier cala de nuestras costas. Pero, solo empezar la película, nos ofrecen una canción coral, que acompaña a Bing Crosby, que canta un coro compuesto por una marinería tan numerosa que podría ella sola manejar un portaviones. El ingenio brilla por su ausencia y lo único que se saca de verla es un ataque de ira considerable, que da origen a críticas como la presente.
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