Cuando acecha la maldad


Ficha Like the Clouds, Like the Wind


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Críticas de Like the Clouds, Like the Wind (1)




Mad Warrior

  • 2 Dec 2023

7



“Tres comidas al día y tiempo para dormir la siesta“, ese es el sueño que bulle en la cabeza de Ginga al aceptar el mayor desafío para una mujer: convertirse en emperatriz.
Así su leyenda se construirá en una serie de aventuras, tragedias y hechos fortuitos, en la lejana Soken del siglo XVII.

Esta leyenda, aun así, es producto de la ficción. Su artífice, Kenichi Sakemi, quien desgraciadamente ha fallecido a los 59 años el día 7 de este Noviembre debido a una insuficiencia respiratoria, sería galardonado por ella con el entonces recién creado Japan Fantasy Novel Award, en 1.989. Debutando como escritor, su relato histórico “Kokyu Shosetsu“, que describía una tierra imaginaria desde la influencia china de “Los Tres Reinos“ y se cruzaba con la fantasía de “Cenicienta“ y las aventuras propias de los melodramas épicos feudales, fue un éxito de ventas tan enorme que los críticos llegaron a compararle con John R.R. Tolkien.
El mayor atractivo, además de sus carismáticos personajes, reside en su punto de vista, el de la heroína Ginga, clásica pueblerina ignorante y fuerte que para salir de la miseria se presenta a candidata a esposa del recién nombrado emperador; la modernidad y frescura que da el de Fukuoka a su narración atrapa a cualquiera. Tan sólo un año después sería adaptado a película de animación (como parte del aniversario de Mitsui Fudosan, filial de la corporativa Mitsui dedicada a la industria del entretenimiento), y un equipo de veteranos se unió para hacerlo posible: el director y guionista Akira Miyazaki y el diseñador de Ghibli Katsuya Kondo, a las órdenes del cineasta Hiyasuki Toriumi, para quien sería una de sus últimas obras.

El inicio, que muestra una tierra devastada y las ruinas de lo que fue un inmenso castillo, ya da muestras de la influencia “ghibliana“ que Kondo se trae a cuestas; los pájaros volando entre nubes distantes como indicativo de que en este reino hubo tiempos mejores. Y viajamos al pasado, cuando dichas ruinas aún eran los muros de Soken; desde ahora quedan marcadas las diferencias entre el libro y el film, pues al tratarse de una producción televisiva se debe rebajar el drama y la violencia, enfocándolo a todos los públicos. Por eso Miyazaki y Toriumi hacen énfasis en el humor y la velocidad del ritmo, presentando a no mucho tardar las diversas conspiraciones palaciegas para derrocar al nuevo emperador.
Y en ellas se verá atrapada Ginga en un futuro, pero por ahora su introducción y todo el trayecto hasta llegar al castillo (en esa escena mítica dentro del túnel (“taruto“) que figura la matriz femenina donde habrá de ser engendrado el próximo heredero) y ser entrenada como esposa/concubina se escora hacia una comedia leve, alegre, incluso dejando de lado las usuales críticas sociopolíticas del drama feudal. Es decir, en este reino hay pobreza, hay hambre, pero todo ello pasa desapercibido, y el guión prefiere las caracterizaciones simples, donde sobresale la energía que la actriz y cantante Ryoko Sano da a la protagonista, demasiado inocente como para entender nada de lo que pasa a su alrededor.

Pero aun con esa revisión para todas las edades no se pierden los muy agudos comentarios e ideas sobre sexualidad y diferencias entre hombres y mujeres, donde tradición y modernidad chocan, algo inédito teniendo en cuenta la época en que esto lo contaba Sakemi. Miyazaki respeta su visión subrayando el poder femenino; así la presencia del emperador Koryun, futuro esposo de Ginga, resulta ambigua, feminizada hasta el punto de confundirse con su hermana Tamyun, y todos los enemigos del castillo acaban cayendo ante la defensa de las mujeres.
Aquí se abre otra subtrama que enlazará con la conspiración de la viuda del antiguo emperador: la rebelión de los bandidos de las montañas Heisho y Konton. Una lástima, porque de haber sido producción cinematográfica, más metraje se habría utilizado para desarrollar estas interesantes intrigas y personajes, presas de las descripciones pobres; pero antes de explotar la acción en una 2.ª parte centrada en el drama (esto acaba descompensando el tono general del film) tenemos tiempo de disfrutar de unos diálogos sencillos, mordaces e inteligentes (para atesorar por siempre los de Ginga con sus dispares compañeras de cuarto).

La dura y detallada narración sobre la educación para ser esposa de un noble rechazando la voluntad no tiene cabida en el guión de Miyazaki, ni tampoco el rastro de sexo violento, incluso amor lésbico, presente en las páginas. Al unirse en el castillo esas dos subtramas de batallas y conspiraciones, seremos testigos, sin embargo, de un instante espectacular, con su poderoso mensaje, siendo ese oscuro y simbólico “taruto“ hecho pedazos por el cañón cuya mecha prende Ginga justo cuando los secuaces de Heisho y Konton lo están atravesando.
Las concubinas pueden declararse de una vez por todas, y a viva voz, mujeres libres, de la opresión masculina y de la tradición de servir como meros recipientes de incubación para mantener una dinastía corrupta, e igual que en la novela son ellas quienes lideran la climática lucha épica en el castillo, abandonado por los hombres (casi todos los presentes, de hecho, están marcados por el estigma de la cobardía). Esto se siente muy adelantado a su época, lo que haría de “Kumo no yo Ni, Kaze no yo Ni“ una obra muy admirada por los espectadores y la crítica, retransmitiéndose a partir de entonces año tras año en televisión hasta su estreno en cines en 2.016.

Tiene sus carencias (tampoco existe una gran introspección psicológica de los personajes), pero es salvada por sus otras cualidades (el “ending“ de puro “city pop“ interpretado por Sano es una de ellas), más que suficientes para que algún día el público occidental se decida a descubrirla como es debido.
Poco más hay que defender cuando el autor declaró su amor incondicional por la película y el mismísimo Mamoru Oshii la llegó a considerar una obra maestra. Que descanse en paz, sr. Sakemi. 安らかにお眠りください.



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