Ficha Children of Hiroshima


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Críticas de Children of Hiroshima (1)




Mad Warrior

  • 21 May 2024

8



Una joven sale cojeando de su casa el día de su boda, un pobre hombre muere devorado por la radiación mientras un viejo mendigo bebe tal vez su última botella de sake, tras lo cual escupe furioso “Maldita guerra...maldita bomba...que convierte a los humanos en gusanos...“.

Historias reales de personas reales que sobrevivieron al día en que una luz blanca en el cielo precedió a una lluvia negra que se antojaba eterna: 6 de Agosto. El maestro y autor Arata Osada impartía clases en la Facultad de Ciencias y Literatura de Hiroshima, y al igual que sus vecinos no pudo imaginar que enfrentaría la muerte en forma de bomba atómica esa mañana; tras su larga recuperación, y mientras el país pasaba a estar en posesión de los norteamericanos, se volcaría en cuerpo y alma en dar voz a quienes lograron quedar en pie, especialmente a los niños.
Poco a poco él y sus alumnos reunieron más de cien anécdotas sobre la experiencia directa de la catástrofe y sus secuelas, que formarían parte de la recopilación “Genbaku no Ko“, causando un gran impacto en medio Mundo ya que nada se había divulgado acerca de los efectos de la bomba debido a la censura de las fuerzas de ocupación. Los múltiples premios y la exitosa distribución internacional llevó al Sindicato de Maestros de Japón a preparar también una ambiciosa película; Kaneto Shindo, un audaz guionista nativo de Hiroshima y que hacía poco se independizó de los grandes estudios creando su propia productora, la Kindai Eiga Kyokai, era el más adecuado para el proyecto, o al menos eso creyeron...

Sin embargo no quedaron satisfechos con su guión, pues aun utilizando algunos relatos del libro consideraron que su tono demasiado melodramático echaba a perder todo sentimiento político y social, y que su estructura narrativa no era la correcta. Mientras ellos querían retratar el infierno sufrido tras la inmediata caída de la bomba, Shindo imagina otra forma de contar las cosas; Nobuko Otowa, en el papel de la maestra de escuela Takako, decide viajar a su Hiroshima natal, de la que partió hace años, y así el espectador adopta su punto de vista. La producción, que tras la retirada de la Daiei a causa del arriesgado contenido corre a cargo sólo de Kindai Eiga Kyokai, es desde luego un esfuerzo ambicioso.
Otowa pasea por las grandes calles de la ciudad, nos lleva a los suburbios, a los lugares aún en ruinas, incluso se introduce en el interior de la cúpula Genbaku. En una aproximación documental, o neorrealista, se nos muestra la ciudad y a sus gentes, tal como son, tan sólo siete años después; a partir de aquí la trama adopta un enfoque “periodístico“, se podría decir, para desarrollarse de manera episódica: la protagonista, en su peregrinaje de redescubrimiento del lugar, irá encontrándose con familiares, amigos, viejos conocidos y alumnos. Cada uno con una historia que contar, un peso sobre sus espaldas, una tragedia que ocultar y un ser querido al que llorar.

Esto permite plantear una visión colectiva del desastre y las terribles cicatrices que ha dejado. A un lado niños huérfanos y viudas, al otro mujeres estériles o pobres sin hogar que mueren de radiación; empleando el director un estilo de fórmula del melodrama bastante simple entramos en la vida de todos ellos junto a Takako, compartimos la pena, el dolor y en especial la resignación. Esto es algo sorprendente: la hermana de un antiguo alumno suyo reacciona avergonzada, incluso molesta, al mencionar él su matrimonio, pero de un modo indiferente con respecto a su cojera, provocada cuando le cayeron los escombros de la casa.
Es el estoico espíritu japonés. La resignación al desastre, porque no hay otra cosa que se pueda hacer; y al mismo tiempo los ciudadanos obtienen de este sentimiento derrotista la fuerza necesaria para agacharse, apartar los escombros y las cenizas y reconstruir. No hay muchos personajes que se lamentan de su estado actual, simplemente aceptan las heridas, algunos recordando un pasado más feliz; los terrores que despertaron en muchos políticos cuando la película llegó a proyectarse en 1.953 en el Festival de Cannes fueron del todo innecesarios.

Y la razón es que Shindo se abstiene de comentarios sociales, políticos o de denuncia, él sólo se acerca al drama íntimo de los afectados; el viejo vagabundo medio ciego Iwakichi es el único que expresa su ira por su situación, pero nunca muestra un sentimiento anti-americano literal...únicamente contra la misma bomba, contra la guerra en términos generales, igual que la alumna moribunda (“La guerra es el peor de los males, es el Infierno“). Por otro lado la figura de la maestra sólo causa alegría en sus pupilos y allegados; debido a que la mayoría han quedado huérfanos ésta parece tomar el papel de madre protectora que ha regresado para consolarles...
Su viaje describe una interesante parábola que empieza en el hogar destartalado de su conocido Iwakichi, surgiendo un drama centrado en Taro, su nieto, del que ella desea hacerse cargo y ofrecerle un futuro lejos de las ruinas, la pobreza y la radiación. Derrotada tras la negativa egoísta del viejo de apartarle de su lado, no será hasta recorrer todos los hogares y observado de cerca la fatalidad de muchas familias que haga firme su decisión de “adoptar“ al pequeño; aun constantemente silenciosa y expectante, se produce una evolución interior en la joven maestra a lo largo de la trama.

Como tantas otras veces, Shindo quiere que de algún modo la esperanza permanezca contra las calamidades y el horror; por otro lado “Genbaku no Ko“ posee algunas de las secuencias más terribles (y poderosas) de su carrera y de la Historia del cine, y esas son las de la recreación de la destrucción de Hiroshima, al principio de la película.
La sorprendente audacia con que fueron filmadas para tratarse de 1.952, esa forma tan artística en que el director plasma el apocalipsis, sus primeros planos a los pechos de las mujeres que caen lentamente sobre los escombros, pechos que ya nunca alimentarán a ningún bebé, condenando así a la raza humana, unidas a la música del genio Akira Ifukube, crean un efecto impactante y desgarrador, difícil de digerir.



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