Ficha Demasiado Tarde


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Críticas de Demasiado Tarde (1)




Toribio Tarifa

  • 21 Mar 2016

7


Estamos habituados a oír del movimiento neorrealista italiano, pero en este caso se trata de una íntima colaboración, de un verdadero entramado de dos países y dos lenguas. La historia - breve, pues apenas si ocupa las horas de un día y su correspondiente noche - transcurre en los barrios portuarios de una Génova gravemente herida por la guerra que recién ha terminado hace apenas cuatro años. Estamos en 1949. Jean Gabin, viaja como polizón en un barco francés de carga, huyendo de su país y de la policía. Llega a Génova en muy malas condiciones físicas: un premolar cariado le causa intensos dolores, tan insoportables que le impulsan a bajar a tierra, a pesar del riesgo que eso comporta, en busca de un dentista que le arregle la boca.
La película es bilingüe: Jean Gabin habla todo el rato exclusivamente en francés, Isa Miranda alterna su italiano natal con un francés pretendidamente aprendido durante su estancia matrimonial en Niza. Hay una versión totalmente italiana de esta película y es notable que si se comparan los diálogos de esa versión con ésta bilingüe, son muchas las ocasiones en que los personajes dicen cosas distintas.
La búsqueda de un dentista nos arrastra por las calles de Génova y nos permite comprobar que todavía conservan huellas de la destrucción que ha dejado en ellas tanto el tiempo como las bombas de la aviación aliada y los proyectiles de toda procedencia.
Una espabilada adolescente, Cecchina, se constituye en lazarillo del atribulado Gabin en su paseo por las calles en busca de alivio para su dolor, pero pese a su natural sagacidad, no puede evitar que a su pupilo le den gato por liebre en un cambio de moneda y, además, le roben todo el dinero que lleva.
Cecchina es el deus ex machina de la historia. ¿Qué tendrá, doce, trece años? Vera Talchi, la actriz que le da vida, tenía en ese momento quince años. Con una belleza plenamente mediterránea, se constituye en el gozne, la bisagra de la historia. Interviene activa y decisivamente en el destino de los protagonistas, pero en ningún momento se nos aclara si su actuación es debida a los celos y el despecho al verse preterida por su madre en el afecto de Jean Gabin o si simplemente sus celos se deben al temor de que la figura masculina, como nueva pareja de su madre, pase a integrarse en el paisaje cotidiano familiar. Como quiera que sea, tira de los hilos del destino.
Marta, la madre de Cecchina, que ha salido huyendo de un matrimonio infeliz en Niza, vive a precario en un antiguo convento semidestruido y se gana malamente la vida como camarera de una modesta y popular trattoria, muy modesta verdaderamente, pero siempre llena a rebosar. Conoce casualmente a Jean Gabin cuando Cecchina lo lleva a comer a la trattoria y cae rendida a sus pies, lo acoge en su propia casa, lo protege y ayuda tanto como puede.
Jean Gabin, que huye de la policía por el asesinato de su amante, una jovencita de veintidós años que amenazaba con abandonarle por un joven de su edad, se enamora también de Marta y elige abandonar el seguro refugio que representa para él el barco en el que ha llegado y que le llevaba a un destino donde hubiera podido emprender una nueva vida, por la incierta fortuna de la ciudad genovesa, pero junto a la hermosa Marta. Y a fe que Isa Miranda está verdaderamente guapa.
Las pasiones mueven a todos los personajes principales, los agitan y, como en toda obra clásica que se precie, los arrastran adonde menos les conviene. Una rueca de pasiones, celos, amor, venganza, odio, deseo se constituye en el bajel que los lleva a todos a su perdición.
En conclusión, una estupenda película que pone una vez más de manifiesto la maestría de René Clément.



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