Ficha El festín de Babette

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Críticas de El festín de Babette (2)




mahotsukai

  • 10 Sep 2019

9



Conmovedor film danés dirigido por Gabriel Axel y ganador del Oscar a mejor película extranjera.

Siglo XIX. Una remota aldea costera de Dinamarca se verá convulsionada cuando una joven francesa que escapó de la guerra civil de país prepare un asombroso banquete como agradecimiento a sus anfitrionas, quienes conmemoran los cien años de establecimiento de la iglesia local.

El experimentado director danés Gabriel Axel (“Røde kappe”, “La Capa Roja”, 1967) se uniría con los productores Just Betzer, Bo Christensen y Benni Korzen para rodar este sorprendente y disfrutable drama basado libremente en la obra homónima (1910) de Isak Dinesen (seudónimo de Karen Blixen) que presenta una notable reflexión sobre el arte y la generosidad del artista, la fe y la religión y las elecciones en la vida y sus consecuencias. Y lo hará a partir de un guión aparentemente muy sencillo, pero que conlleva a una meditación profunda sobre aquellas cuestiones cotidianas que pueden cambiar nuestras existencias una vez que estamos dispuestos a ser tocados por ellas, dejando de lado los miedos para ponernos a sentir y vivir la vida.

De esta forma, podemos identificar dos grandes segmentos claramente demarcados en la narrativa de “Babettes gæstebud” (“El Banquete de Babette”, 1987), que podríamos definir en primera instancia como “el componente religioso-castrador” y “el componente gastronómico-libertador”. Cuando hablo de “componente religioso” me refiero a la exposición que hace Axel sobre los sistemas de creencias que terminarán por encontrarse en el relato, que no pocos críticos y analistas cinematográficos han identificado como una declaración de principios y una analogía de su autor al cristianismo. En primer lugar, debemos destacar una congregación protestante de un apartado pueblo danés (noruego, en la novela) de la costa de Jutlandia que pasa sus días entre el culto puritano y una devoción efervescente a su fallecido pastor, encabezado por sus dos hijas ya mayores. Se trata de un grupo religioso que ha optado (o le han hecho optar, derechamente) por vivir una existencia puritana alejada de toda manifestación de sentimientos y sensaciones que llaman “banales”, perpetuando los sermones, mensajes y memoria del pastor, en la figura de sus dos hijas.

En segundo lugar, y desde un punto de vista psiconarrativo, los integrantes de la congregación se mueven en base al concepto de emulación, ya que aspiran a conformar el propio yo tomando como modelo a un líder con el cual pretenden identificarse. En cierta medida, las frases y actos del pastor representan la ley divina y, por tanto, representan a Dios y ante su ausencia no queda otra opción más que perpetuar a través de la memoria de éste el comportamiento puritano y el sentimiento de seguridad que existía cuando el líder vivía. La represión grupal y autorrepresión se alzan, entonces, como una forma de vida aspiracional de pureza y rectitud que no tolera desviaciones sensoriales ni mucho menos otros sistemas de creencias que pudieran contradecirla u obligarle a autocuestionarse.

En tercer lugar, dentro de este elemento “religioso-castrador”, Axel trabaja la cuestión de la imposición paternal y las decisiones y consecuencias de tales decisiones, principalmente en el asertivo flashback que muestra el rechazo que el pastor hace del matrimonio y, por ello, a los pretendientes de sus por entonces bellas y jóvenes hijas. Martine había sido cortejada por un encantador, aunque incorregible joven oficial de caballería sueco, Lorens Löwenhielm, y Philippa por un barítono francés de la Ópera de París, Achille Papin. Si bien en ningún caso es directamente él quien corta de golpe el cortejo de ambos pretendientes, la disciplina y concepción ideológica de la doctrina de la cual es el líder terminan por inclinar a las propias jóvenes a autosabotear lo que pudo haber sido un destino distinto a la solteria y soledad que viven en el presente.

En tercer lugar, la trama se nutrirá de la perspectiva de Babette, una refugiada francesa que huye de la Guerra Civil de 1871 y la Invasión Prusiana a Francia hacia Dinamarca, tras perderlo absolutamente todo, su esposo e hijo, su hogar y prácticamente su fe cristiana. Llegando a Jutlandia por sugerencia de Papin, otrora pretendiente de Philippa hace 35 años, Babette trae consigo el dolor del autoexilio y la desesperación de encontrar otra razón para seguir viviendo, representando en tal caso la llama de una vela que se resiste a apagarse contra todo pronóstico. Tratando de aclimatarse a su nuevo e indefinido hogar, Babette parecerá retomar la calma dedicándose a cocinar principalmente para las hermanas y los más desvalidos (que atendían las hermanas en sus tiempos libres), hasta que se entere de que ha ganado la lotería, generando en las hermanas puritanas un sentimiento encontrado. Así, su valoración alegre y positiva, cristiana en el relato, contrasta claramente con la pesimista y fría del protestastismo.

Este último aspecto es el que más conectado se muestra con el “componente gastronómico-liberador” que predomina en la segunda mitad del film, y que los críticos de cine han definido como una verdadera oda no sólo a la gastronomía, sino al arte mismo. Como si se tratará simplemente de un gesto de agradecimiento por haberla cobijado en sus peores momentos, Babette preparará un banquete legendario que se transformará en una de las escenas gastronómicas más recordadas de la historia del cine, que en realidad es una alegoría de que la artista ha recuperado la fe en sí misma y en la vida, y está dipuesta a ofrecer todo cuanto tiene para celebrarlo. El banquete para ella, entonces, constituye un agradecimiento a la vida por esta nueva oportunidad.

Para los comensales, los puritanos, en tanto, constituye, en primer lugar, una prueba de fe. Todo comienza con un sueño “primonitorio” de Phillipa, en donde ve un ambiente tenebroso e invernal con animales listos para ser cocinados (la muerte) y la presencia de vino en la mesa (la sangre), en un situación claramente desconocida, extraña y amenazante, que pone en riesgo sus propias creencias. Como tal, demandará que los comensales controlen las sensaciones y sentidos que puedan despertarse y tentarlos al momento de participar de la cena preparada por Babette. Sin embargo, la cantidad y exquisitez de platillos y bebidas que incluirá el banquete que la ex chef del Café des Anglais preparará terminará no sólo con revivir emociones reprimidas en los comensales, sino además llevarlos a un estado de felicidad que nunca han conocido, uno que conecta la experiencia de comer con el mismo Dios, no con uno represor, sino con uno que invita a disfrutar de las bondades de los alimentos y el talento del artista de la cocina.

Por otra parte, el banquete también les permitirá unirse de una forma mucho más pura y fluida que la opresiva y castradora forma en la que intentan mantenerse unidos, a través de sermones y actividades de reflexión que no son tales, ya que se sustentan en principios establecidos hace tiempo y que sólo se reproducen y se reproducen. Representa la oportunidad para redescubrir la existencia de Dios en el maravilloso trabajo culinario de Babette y en su actitud desinteresada de simplemente celebrar la vida, una lección para los miembros de la congregación que finalmente dará espacio para perdonarse mutuamente e incluso a sí mismos por las decisiones tomadas en la juventud.

El banquete que Axel expone en “Babettes gæstebud” (“El Banquete de Babette”, 1987) incluyó 7 platillos: ¨Potage à la Tortue¨ o sopa de tortuga, servida con jerez amontillado; ¨Blinis Demidoff¨ o panqueques de rigo sarraceno con caviar y crema agria, servido con champán Veuve Cliquot; ¨Cailles en Sarcophage¨ o codorniz en cáscara de hojaldre con foie gras y salsa de trufa, servido con Clos de Vougeot Pinot Noir; ensalada de escarola; ¨Savarin au Rhum avec des Figues et Fruit Glacée¨ o bizcocho de ron con higos y cerezas confitadas, servido con Champagne; quesos y frutas servidos con Sauternes; y café con coñac y Marc Vieux Fine Champagne. Sin embargo, tan antojable como surrealista es todo el préambulo a la cena que es la solicitud y llegada de los ingredientes que establecerá uno de los grandes contrastes que el fotógrafo Henning Kristiansen logra proyectar en el film, en una primera parte predominante de colores fríos como azules y grises como extensiones del inhospito y lejano paraje danés y colores rojizos en el fragor de la cocina de Babette, en donde se preparan los deliciosos platillos.

Otro aspecto destacable de “Babettes gæstebud” (“El Banquete de Babette”, 1987) es su vestuario, en donde también Axel trabaja la diferencia de creencias y estados de ánimos. Karl Lagerfeld fue el encargado del vestuario en donde se identifican tres estilos principalmente: vestidos de tonos oscuros, amplios y abrigados para las mujeres protestantes que oculten su figura femenina, los hombres con trajes oscuros y simples; militares con colores vivos y músicos con vestimenta glamorosa y alegre; y extranjeros con colores cálidos y más cómodos (no grandes, relativamente ajustados al cuerpo).

Inicialmente Gabriel Axel tenía pensado en filmar en la ciudad portuaria de Berlevåg en Noruega, en donde ocurre la novela de Blixten, sin embargo, al viajar ahí sintió que el lugar era demasiado idílico para albergar una historia dramática pesimista como ésta, así que finalmente optó por filmar en la costa oeste de Jutlandia. Tomando como epicentro de filmación la aldea portuaria de Mårup y su iglesia construida en 1.250 D.C., Axel encargó a su escenógrafo Sven Wichmann que construyera un pequeño poblado de un par de casas con una posada y un almacén. Además, modificó la playa colocando un par de botes pescadores que proyectaran la idea del autoexilio de Babette.

Debido que los productores contaron con fondos otorgados por el Instituto Cinematográfico de Dinamarca, primero se sugirió que los actores fueran solamente de origen danés. Sin embargo, Axel apostaría por reunir un reparto internacional con actores daneses, suecos y franceses. Inicialmente, Axel ofreció el papel de Babette a Catherine Deneuve, pero su indecisión hizo que el director de “Guld og grønne skove” (“Bosques verdes y dorados”, 1958) finalmente ofreciera el papel a Stéphane Audran (“Le charme discret de la bourgeoisie”, 1972; “Violette Nozière”,1978). Audran ofrece una interpretación solvente y entrañable que se gana la empatía del público, en especial por su actitud ante la vida.

También encontramos en el reparto a las actrices danesas Bodil Kjer (“Soldaten og Jenny”, “Jenny y el soldado”, 1947) y Birgitte Federspiel (“Ordet”, 1955) como Philippa y Martine respectivamente, las ancianas hermanas que acogen a Babette, cuyos papeles también fueron interpretados en su faceta juvenil por Hanna Stensgaard y Vibeke Hastrup. El sueco Jarl Lage Kulle (“Bröllopsbesvär”, “Noche de Bodas Sueca”, 1964) interpretó al general Löwenhielm, el barítono y actor fránces Jean-Philippe Lafont (“Carmen”, 1984) a Achille Papin y el danés Pouel Kern (“Skytten”, “Sagitario”, 1977) al pastor y padre de las hermanas.

“Babettes gæstebud” (“El Banquete de Babette”, 1987) ganó el Oscar y el BAFTA a la mejor película extranjera. En Dinamarca ganó los premios Bodil y Robert a la mejor película danesa del año. Fue nominada a los Globos de Oro a la mejor película extranjera, pero perdió en una dura competencia ante la también notable coproducción sueco-danesa “Pelle Eröbreren” (1987) de Bille August. También se quedó con el Premio Gran Prix de la Asociación Belga de Críticos de Cine y con el Premio Especial del Festival de Cannes.

El compositor danés Per Nørgård fue el encargado de componer el score del film, y lo hizo con una partitura intimista y minimalista en base a cuerdas, bajos y pianos, que atraviesan los diferentes estados de ánimos de los personajes hasta su contagio final de satisfacción.

“Babettes gæstebud” (“El Banquete de Babette”, 1987) claramente inspiraría a otras películas posteriores basados en el elemento gastronómico, a decir “Como Agua para Chocolate” (1992) de Alfonso Arau basado en la novela de Laura Esquivel y “Chocolat” (2005) de Lasse Hallström.

En resumen, una película totalmente disfrutable y entrañable que invita a la reflexión sobre cómo alimentar motor espiritual que guía nuestras vidas en los momentos más difíciles que podemos vivir, en donde también podremos encontrar siempre una inspiración para hacer de lo que hacemos un acto generoso y desprendido que celebre la vida.



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Parnaso

  • 16 May 2019

2


No me gustó en su día y ahora tampoco. Cuenta la vida de dos hermanas que están condenadas a vivir solteras por orden de su padre y cuando son mayores, una sirvienta que huye de París buscando empleo. Allí se pone a cocinar para todo quisqui y hacerles la vida más feliz. El inicio no está mal del todo, pero cuando empiezan a jalar cual Gargantúa, se torna aburrida e incluso absurdo y surrealista. Una vez tragan una delicia comienzan a ser sinceros y a confesar sus sentimientos y deseos. Creo que las relaciones podrían haber estado mejor desarrolladas.



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