Ficha Agua Tibia Bajo Un Puente Rojo


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Críticas de Agua Tibia Bajo Un Puente Rojo (2)




Mad Warrior

  • 7 Apr 2023

7



El rojo de la vida, el calor humano y la pasión carnal: arriba. El agua de la cosecha, también de la vida, la prosperidad: abajo, fluye sin parar, y milagrosamente se mezcla con el agua del mar.
Las carpas de arremolinan alrededor. Es un encuentro fascinante, una historia imposible, extraña...

Y es con la que, a sus 75 años, Shohei Imamura se retiraba del cine. Para su último trabajo, compendio de una carrera que traspasaba cuatro décadas de esfuerzos, fracasos, exilios y galardones (con ellos, y gracias a ¨Unagi¨, renació de un paréntesis que se antojaba infinito, siendo el más destacado la Palma de Oro), se fija en la colección de tres relatos (adaptando dos de ellos) ¨Akai Hashi no Shita no Nuruimizu¨, del prestigioso autor y periodista Shuitsu Henmi, la cual admitió no haber leído en el momento de su publicación, y lamentarlo, ya que le resultó ¨un entretenimiento ridículamente divertido y muy audaz¨.
Un cambio significativo con respecto a la obra es que el protagonista, un trabajador de oficina transferido a Toyama, es ahora un desempleado que deambula entre los barrios pobres de Tokyo, más acorde con el cine del director y con Koji Yakusho, que vuelve a él para un papel muy a su estilo; su lacónico y resignado Yosuke no se distancia de los individuos que interpretó para Kurosawa o del Takuro de la previa ¨Unagi¨. Así, el primer acto es una invención, y 100% Imamura, de nuevo descendiendo al mundo de los olvidados y sucios seres de la sociedad, los marginados, para descubrirnos un sinfín de riquezas, filosofías, conocimientos y humanidad.

Y por tanto, la forma en que Yosuke se introduce en la historia principal, a partir de una tontería que nada tendrá que ver más tarde, no resulta creíble; tal vez es necesario para el anterior: utilizar un elemento espiritual que entronque con la esencia fantástica del relato. La llegada a Himi está marcada por el rojo, que define el entorno, primero en el puente descrito por el vagabundo Taro, luego en la mujer cuya presencia todo lo alterará; una vez más Misa Shimizu comparte pantalla con Yakusho y su química es inmejorable, recordando su encuentro definitivamente a ¨Unagi¨.
No sólo sus Takuro y Keiko parecen extenderse, sino que evolucionan a un plano distinto de realidad, de ahí que dicho encuentro resulte una experiencia más allá de lo comprensible, y regado con el humor más surrealista que Imamura haya concebido. Saeko da la bienvenida al recién llegado con el agua que fluye de su vagina, que desciende por los canalones de su hogar y se esparce en las aguas del río bajo el puente, propiciando una mágica mezcolanza de lo increíble y lo cotidiano, de la cual los peces que por allí rondan se alimentan. Peces que, al mismo tiempo, sirven de alimento a los habitantes de la zona...

Podría ser esta una buena razón para descifrar la atmósfera extraña que pulula aquí y allá, aunque no hiciera falta. Este pueblo donde el protagonista ha terminado atrapado, y nosotros con él, se asemeja a un reino perdido, suspendido en el tiempo y el espacio, y formado por una serie de individuos cuyas reglas existenciales sólo rinden cuentas a sí mismas, siguiendo así el esquema de ¨Unagi¨ y planteándose una conexión mística entre las dos, donde una es el reverso significativo de la otra (en aquélla, Keiko se postulaba como doble de la esposa asesinada de Takuro; ahora, Yosuke es la viva imagen del antiguo amante de Saeko, quien se suicidó...).
Contra el sofocante y estéril ambiente de la capital, un paraíso entrañable de locura contagiosa impregnado del espíritu de Obayashi, arraigado a las tradiciones y superstición, en cuyos rincones uno debe perderse sin preguntar en exceso, inquietante pero de una pureza extrema (claro, los habitantes comen los peces alimentados con los nutrientes interiores de Saeko), que se va revelando poco a poco. Por tanto la explicación acerca de la ¨anomalía¨ física de la mujer, ofrecida en un ¨flashback¨ de impactantes imágenes en blanco y negro, hace que se pierda la magia, y sobra por todas partes.

No es lo único. Una historia como la de ¨Akai Hashi...¨ crece en base a lo inesperado, a los acontecimientos que puedan provocar la sorpresa del espectador; pero su irregularidad es inevitable, sucumbiendo a una cierta repetición y en última instancia sin saber hacia dónde dirigirse. Además, que a más de la mitad del metraje aún se dé la presencia de las dos anteriores subtramas (la búsqueda de la estatua del buda y el drama familiar que vive Yosuke) es molesto y ralentiza el ritmo; una vez en ese lugar atemporal, el personaje de Yakusho debería vivir un exilio completo (como Takuro o los otros tipos que él encarnó para Kurosawa (Goro en ¨Charisma¨, o el detective Takabe en ¨Cure¨) ).
Algo de intriga se gesta cuando la leyenda negra de Saeko amenaza la ingenuidad de Yosuke, y más aún cuando su pasado interfiere en el presente de ambos; el film se desliza por la amargura existencial, los celos, el deseo de una normalidad y la aceptación del placer sin prejuicios, de la búsqueda de la pureza mediante el sexo en detrimento de los valores caducos y falsos de la sociedad moderna. Taro, un soberbio Kazuo Kitamura, juega un papel importante en este aprendizaje, actuando como una especie de conciencia del protagonista, a quien asiste cuando le atormentan las dudas.

Y al igual que en ¨Unagi¨, es imposible no quedar hipnotizado por la magistral Shimizu, quien fue elegida mientras llevaba con temple su aún temprano embarazo, lo que le dio ¨una sensación de confianza y poder femenino¨ para comprender mejor a su extraño y fascinante personaje.
Imamura derriba todos los tabúes a su paso y concluye esta inclasificable experiencia vital con un colofón delirante y simbólico: ese géiser de agua vaginal fresca y pura frente a los picos del inmenso monte Tate cierra la carrera de una de las voces más poderosas del nuevo cine nipón, antes de dejarnos cinco años después a causa de un tumor en el hígado. De todos modos...¨¡Ejanaika!¨.



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Parnaso

  • 18 Sep 2018

7


¿Drama? ¿Romance? Si, pero también contiene su toque surrealista y le da un toque de comedia genial. Lo que aquí se cuenta es algo sencillo con toque japonés que lo hace parecer algo extraño. El protagonista de dicha peli es un hombre en paro que se separa de su mujer. En un momento conoce a un vagabundo que le cuenta sobre un buda de oro que está escondido en un jarrón de una casa y emprende el camino a su búsqueda, ahí conoce a una mujer que tiene la facultad de expulsar litros de agua cada vez que hace el amor. La peli va desarrollándose con soltura sin liarnos la cabeza. Interesante y desternillante.



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