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Ficha Las Hermanas Munekata


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Críticas de Las Hermanas Munekata (2)




Mad Warrior

  • 16 Jun 2020

8



La belleza de los majestuosos templos de Kyoto y sus estatuas budistas es realmente conmovedora; lejos de la capital tradicional del país, en Tokyo, los rascacielos rozan las nubes y las tiendas de moda y los bares de ambiente dan un brillo peculiar a la ciudad, aunque algo artificial...

El cine japonés va a vivir una era de reconocimiento como nunca antes. En 1.950 Kurosawa estrena “Rasho-mon”, que un año después obtiene el León de Oro en Venecia, Mizoguchi empieza una nueva etapa con la búsqueda de la perfección como objetivo, inaugurándola la maravillosa “El Destino de la Señora Yuki”, y la carrera de Satsuo Yamamoto despega con “La Calle de la Violencia”. Ozu también ha cruzado de una década a otra con el milagro de “Primavera Tardía”, que marcará su filmografía posterior. Entre medias de la llamada Trilogía de Noriko (compuesta por la última mencionada, “El Comienzo del Verano” y “Cuentos de Tokyo”) el director interviene con duros melodramas.
“Las Hermanas Munekata” inicia otra trilogía, la de películas que no estarán respaldadas por Shochiku, habitual compañía del japonés, la cual deja por un momento para rodar en Toho la adaptación de una novela del famoso autor de ficción histórica y dramas Jiro Osaragi (muy llevado al cine), y al principio concebida como un vehículo para la estrella Kinuyo Tanaka, con quien Ozu tiene que lidiar respecto a los principios de su interpretación, llegando en el rodaje a tensas situaciones. Un profesor de universidad habla divertido a sus alumnos sobre el cáncer antes de entrar en escena Setsuko, la protagonista.

Este prólogo, que muestra el reverso envejecido de las primeras comedias de Ozu sobre estudiantes (ese profesor es uno de sus actores fetiche de aquella época asumiendo el rol contrario), resulta tanto más extraño pues estamos ante un serio drama. La enfermedad del sr. Munekata, residente en un templo de Kyoto, parece ser el tema principal de la historia, sin embargo ésta se centra en sus dos hijas, la anterior Setsuko y Mariko. Con ellas dos el cineasta enfrenta, una vez más, las dos caras de una sociedad (madres, padres e hijos; dos amigas, dos hermanas, ect.. Desde “Primavera Tardía” siempre hay un choque de mentalidades). Aquí este choque generacional es abrasivo y tendrá sus graves consecuencias.
El padre, de hecho, vive en Kyoto, capital tradicional; las hijas en Tokyo, la capital “moderna”. Setsuko, casada con un hombre alcohólico que ha perdido su empleo, encarna la tradición y asume el papel de resignada y flemática esposa fiel; es incapaz de mostrar sus sentimientos, lleva kimonos y le apasiona el Japón antiguo, como a su padre. Mariko es soltera, impulsiva, viste a la moda europea, le gusta emborracharse y cuenta historias parodiando a los benshis. Pero el espectador es incapaz de sentir empatía por ninguna pues su forma de pensar es absolutamente radical y sus ideas no hallan un punto de equilibrio, resultando irritantes en sus conclusiones.

En medio de esta forma de comportarse y pensar de las hermanas en un Japón que ya se ha librado de la ocupación estadounidense aunque sus influencias han penetrado en el corazón de la sociedad y la gente, una tragedia viene a suceder de forma repentina con la aparición de un hombre que desata el conflicto entre los demás personajes, Hiroshi, amigo del sr. Munekata y atado a Setsuko y Mariko en una significativa relación; con la segunda mantiene una bonita amistad que podría convertirse en un romance, con la primera se reviven los demonios de un amor imposible que nunca se consumó por culpa de un matrimonio concertado.
En este caso la unión clásica decidida por los padres se desprecia en demasía, pues significa condenarse a seguir las estrictas normas de la tradición en contra de los propios sentimientos. Aquí la figura de la mujer se halla muy unida al contexto social (cada hermana representa las dos etapas de Japón, antes y después de la guerra), la del hombre no encuentra su imagen especular y se divide en tres diferentes personalidades con respecto a su condición: el padre es sensato, reflexivo, lacónico y amable; el pretendiente soltero es tímido, indeciso, algo cobarde, pero capaz de expresar sus emociones de manera limpia y honesta; mientras tanto, el esposo es infeliz, huraño, arisco, desconfiado y brutal.

Y cada uno de ellos influencia a la mujer de algún modo. Ozu maneja la atmósfera a su antojo y va infiltrando poco a poco la tensión al volver a brotar a la superficie todos aquellos demonios y dolorosos recuerdos ya enterrados en el pasado de Setsuko, trastocando así la vida de todos; no sólo Hiroshi, un diario de la mujer es el otro desencadenante del drama, el resentimiento y la duda, que no dejan de consumir a Ryosuke, marido de la anterior. El film se permite abordar el enfrentamiento matrimonial sirviéndose de una rara violencia, no muy usual en su cine, y tanto más perturbadora cuanto que la esposa la recibe en silencio y demasiado sumisamente.
A esto contribuye el casi constante estatismo de la cámara, que sólo nos regala un par de hermosos travellings y aumenta con sus minuciosos planos fijos las viscerales emociones de los personajes; el cineasta, que de vez en cuando tiene momentos de humor, es especialmente amargo con sus protagonistas, y les priva de la completa felicidad haciéndoles cargar con la culpa eterna (la sombra del esposo no desaparece ni siquiera tras la muerte). Maravillosos Ken Uehara, Chishu Ryu y Hideko Takamine; So Yamamura, odioso y brillante a la vez, sería el único del reparto galardonado por su interpretación.

Kinuyo Tanaka, también soberbia de esposa devota y prudente (rol que jamás desempeñaría para Mizoguchi), deseaba instalar ideas y formas del cine occidental al nipón y fracasó con Ozu, muy rígido en esos temas y furioso con los cánones de Hollywood, que desprecia tras la guerra aun siendo aficionado a ellos en su juventud.
Considerado uno de los mejores títulos que dio la industria japonesa en 1.950, hoy el durísimo y desgarradoramente lírico relato sobre el peso de la tradición y las vicisitudes del matrimonio que es “Las Hermanas Munekata” no permanece en la memoria de muchos ni se destaca al hablar de las obras de la etapa de madurez del realizador. Y debería hacerse.



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TheCrow

  • 11 Mar 2012

7


¨Las Hermanas Munekata¨, sin ser ni mucho menos una de las mejores películas de Ozu, no deja de ser un drama bastante disfrutable, que aporta de todos modos los elementos divertidos y entrañables del cine de este director.

El principal aspecto negativo de la cinta, es su falta de centro narrativo... Al comienzo parece que la película se va a focalizar en un aspecto de la relación familiar entre los principales roles, para luego desviarse por otros derroteros, entre los cuales no se termina de concretar del todo en ningún momentos de las casi dos horas de metraje.

Esta falta de concreción narrativa, juega a la larga en contra de la cinta, y Ozu no es capaz de reconducir del todo el resultado ni tan siquiera al final, donde nos encontramos un desenlace no demasiado satisfactorio. Esto, hablando de un director cuya dirección y pulso narrativo suele resultar prístino, no deja de soprender.

Pero pese a todo, en ¨Las Hermanas Munekata¨ seguimos teniendo el sello de fábrica Ozu, y muchos de los elementos que hacen su cine tan especial... Kunuyo Tanaka, actriz habitual en su cine está espléndida como siempre. La música de Ichiro Saito es bastante buena, y también la fotografía en blanco y negro, aunque la versión que yo he podido ver necesitaba con urgencia una restauración.

Por otro lado, también resulta interesante ver en esta película el retrato que hace de la mujer japonesa, cuyo rol tras la Segunda Guerra Mundial estaba empezando a cambiar, pasando de la típica mujer fantasma sin voz ni voto que vemos en el cine japonés más antiguo, a una figura más autosuficiente, dominante y con más peso específico en la sociedad. Y por supuesto, en ¨Las Hermanas Munekata¨ también se refleja el rechazo (y quizá miedo) que esto supuso para los hombres acostumbrados a vivir en una sociedad realmente machista.

En ese aspecto, esta pequeña película de Ozu resulta un valioso testimonio del cambio que estaba por acontecer en Japón en décadas sucesivas, y nos ilustra con tino el papel que la mujer nipona comenzó a desempeñar en la década de los cincuenta, fundamental para entender a la sociedad y por consiguiente al cine japonés moderno.

Por este motivo, y algunos más, ¨Las Hermanas Munekata¨ es una película notable, que pese a estar por debajo de otras obras de su director, no deja de resultar interesante.

Si le das una oportunidad, no te arrepentirás. Aunque si eres neófito en Ozu, no te recomiendo comenzar por aquí.



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