Ficha He Suspendido Pero... (I Flunked But...)


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Críticas de He Suspendido Pero... (I Flunked But...) (1)




Mad Warrior

  • 3 Jun 2020

7



Qué recuerdos, aquellos días en los que uno estudiaba y soñaba con el futuro, aunque no eran más que sueños, porque a veces éstos se topan con dificultades para realizarse, y una de ellas es el empeño en superar, precisamente, la difícil vida de estudiante.
Qué recuerdos...

Han pasado siete años desde que aquel terrible terremoto azotó la Kanto quedando Tokyo reducida a un montón de escombros; para la industria del cine este es un duro golpe, pues la gran mayoría de depósitos de películas se han perdido, provocando que los recién creados estudios hagan trabajar constantemente a sus realizadores (sólo en 1.924 se filman casi 900 pequeñas obras). Las buenas relaciones con EE.UU. se pierden, la crisis económica en estos primeros años de la era Showa no hacen sino acrecentarse y surgen grupos de ideas fanáticas y ultranacionalistas, por lo que se prohiben los films de tendencias e ideales izquierdistas.
Artistas como Mizoguchi o Kinugasa tienen problemas con la censura, y más aún cuando se proclaman las elecciones de 1.928 con sufragio universal, que llevan a la encarcelación de los comunistas radicales, pero algunas películas son realizadas por productoras marxistas independientes; también se empieza a abordar el cine sonoro por temor a que el público elija el cine americano, pero la precariedad económica y el rechazo de los benshis ralentizan su generalización. Yasujiro Ozu, un joven de carácter conflictivo, lleva contratado tres años como director en la reformada Shochiku; estas obras son mudas, baratas, con actores no conocidos y casi siempre enfocadas en la comedia.

Y, en efecto, aquellos que conozcan bien la carrera del futuro maestro del costumbrismo y el neorrealismo nipón, sabrán que su última etapa difería mucho de la primera; porque Ozu, al ser joven, decide tratar ante todo la vida de la rebelde juventud de la época y el papel que ésta debe adoptar en una sociedad en crisis como es el Japón del 4.º año de la era Showa (aún no tiene cabida hablar de graves problemas familiares, conflictos entre padres e hijos ni hijas desobedientes). Junto su colaborador Akira Fushimi da vida a otra historia situada en los lindes del mundo universitario y las vicisitudes por las que pasan los estudiantes. Mundo por todos conocido.
Ahí se nos mete de cabeza con un fluido travelling sobre los nerviosos alumnos de una facultad, quienes se preparan para la temporada de exámenes, reflejando Ozu sin tapujos sus propias vivencias (ya que él mismo fracasaría en su intento de aprobar economías en la universidad de Kobe). Pero esto no está expresado desde la tragedia, sino desde la más pura comedia, siendo buen ejemplo de ello esas primeras escenas de los protagonistas intentan copiar en clase mientras evitan la atenta mirada de un maestro de aspecto ridículo, llegándose a los tonos de ¨slapstick¨ que Harold Lloyd y Buster Keaton practican en EE.UU., a quienes Ozu admira.

Pero esta admiración no sólo llega a los celebérrimos cómicos. En realidad al director no le tiembla el puso para poner de manifiesto su afición por la cultura americana (atención a las banderillas de universidades extranjeras, las revistas de baseball o ese póster del clásico de Robert Milton ¨Charming Sinners¨), cultura que más tarde será observada por él mismo como una amenaza para la sociedad japonesa pero que ahora celebra orgulloso. La historia atañe a un grupo de seis amigos que comparten un apartamento, pero sólo se centra en dos: Takahashi, que ha suspendido, y uno de sus compañeros, que ha aprobado gracias a la ayuda del anterior.
También aparecerá una chica que trabaja en un pequeño local vecino, y de la que Takahashi está enamorado. Ozu presenta este romance con la más absoluta inocencia y mojigatería mientras propone una versión tergiversadora de su anterior ¨Daigaku wa Deta, keredo...¨ (funcionando casi a modo de precuela, con su protagonista no pudiendo licenciarse esta vez). La comedia entonces se diluye dando paso al melodrama al mostrarse la resignada amargura de los que han suspendido y el conflicto que deben soportar el exitoso compañero de Takahashi, éste y la chica, de ahí que el optimismo inicial vaya desvaneciéndose poco a poco.

Aun con este ligero cambio de tono, algunos detalles engañosos más propios del ¨noir¨ dispuestos por el escenario (el cable de la lámpara en forma de soga, el cortauñas...) y la crítica, a un tiempo liviana y poco profunda, que se hace de la grave situación con respecto a la dificultad laboral y el poco entusiasmo de los jóvenes, no es un pesimismo que pudiera transformar el film en una tragedia, pues el sentimiento de esperanza está siempre presente (ese colofón donde los protagonistas animan a sus compañeros), cosa que dejará de ocurrir pronto en el cine de Ozu.
Por otra parte, éste hace gala de unos alardes técnicos que nada tendrán que ver con sus trabajos posteriores, en los cuales se acogerá a otros patrones dando un marcado énfasis por la sensibilidad y belleza de lo ¨estéticamente estático¨; aquí, al igual que en sus otros títulos del momento, la cámara desea captar la fluidez y el movimiento y se mueve por el espacio con soltura, como los personajes. No sólo hallamos al carismático actor fetiche del realizador durante este periodo, Tatsuo Saito, sino a dos jovencísimos Kinuyo Tanaka y Chishu Ryu, colaboradores recurrentes suyos y a quienes muchas memorables obras les quedarían por protagonizar; destaca también ese genial Ichiro Okuni como el profesor.

En resumen, una película amena, a ratos divertida, a ratos dramática, habitual dentro de las producciones de la Shochiku del momento y de la temprana filmografía del futuro creador de clásicos inmortales (¨Cuentos de Tokyo¨, ¨Primavera Tardía¨, ¨Un Albergue en Tokyo¨ o ¨Flores de Equinoccio¨).
Conviene señalar también la buena labor de montaje de Hideo Shigehara del que se provee Ozu para dotar de un ritmo tan fluido a la historia.



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