Ficha Cruel Gun Story


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Críticas de Cruel Gun Story (1)




Mad Warrior

  • 23 May 2021

8



Merece la pena irse al Infierno por 120 millones de yenes, merece la pena arriesgar la vida, morir y hasta irse al Infierno, desde luego. Eso diría un criminal con la oportunidad de poseer tal suma, tan inimaginable que parece cosa de fantasía.
Si hay algo por lo que los humanos no temamos arrancarnos la piel a tiras es sin duda el dinero...

Otra gran muestra de cómo de satisfactorio puede resultar el “thriller” de acción y el “noir” tardío de otro país sin que obligatoriamente pertenezca a la factura estadounidense...y el de Japón lo es, por supuesto, tanto más si viene producido por la Nikkatsu, compañía experta en explotar el género como bien demostró desde finales de los 50 hasta inicios de los 70. Con casi una década de carrera a sus espaldas y teniendo en su haber “Taiyo no Kisetsu”, que influiría en el modo de enfocar las historias sobre la juventud decadente nipona, el tokyota Takumi Furukawa fue siempre un asiduo de las fábulas gangsteriles, el indicado para ocuparse de “Cruel Gun Story”.
Y no puede faltar la presencia del astro de este cine, Jo Shishido, ya convertido en uno de los más importantes gracias a “La Juventud de la Bestia”. Aquí vuelve a pasear su carácter implacable, sus modales de tipo duro a lo Sterling Hayden, Lee Marvin o Lino Ventura y sus prominentes pómulos operados encarnando a Togawa, un criminal veterano recién sacado de la cárcel por el hampón Matsumoto para usarlo en un lucrativo atraco, de nada menos que 120 millones de yenes; y para tal golpe el protagonista se rodea de unos tipejos a los que les gusta aparentar ser profesionales.

Muy típico que éstos reflejen la imagen perfecta de perdedores para que en el seno de la banda siempre esté flotando el aire de la desconfianza, el recelo y la traición; junto a Togawa tenemos a su fiel compañero Shirai, un boxeador en horas bajas (Okada) y un delincuente propio de bares y salones de juego (Teramoto), nada que envidiar al grupo de “Apuestas Contra el Mañana”. Y el objetivo es un furgón blindado como en el clásico de Richard Fleischer; una genialidad que Furukawa nos muestre dos atracos, el ideal imaginado por los ladrones y el que se produce realmente.
Ambos con una diferencia fundamental: las funciones de la realidad son diferentes a las de las fantasías, puede que el cristal del furgón esté blindado, que los agentes sean más valientes, que sus radios sí estén operativas, y la voz del destino ya empieza a avisar a los protagonistas de que las cosas van mal desde que suceden todos esos imprevistos, pero al ser duros de oído continúan con el plan, que podría ocupar algún libro de Burnett, McGivern o Thompson, pero es Haruhiko Oyabu, maestro de la novela criminal en Japón, quien provee la historia además de participar en el guión, y eso se nota evidentemente en su muy negra y afilada descripción de los ambientes, hechos y personajes.

Personajes de trazo grueso bajo el signo del cinismo y la violencia, retratados de un modo conciso excepto al que da vida Shishido; el guión introduce de manera muy original a una dama en el atraco (Keiko), pero no hay tiempo para romances pasajeros, así que el único amor que vemos es el de Togawa y su hermana Rie, paralítica por culpa de un accidente, por tanto no nos cuesta compadecerle por sus actos, terribles, repugnantes (tormento expresado en boca de él), pero destinados a un fin bondadoso. Mientras, Furukawa no hace alardes increíbles y dirige la acción con nervio y elegancia, al estilo de Masuda, Dassin o Siegel, prestando gran detalle a la puesta en escena y centrándose en la intensidad del ritmo.
Los momentos en que los hombres de Matsumoto acorralan en un almacen a Togawa y los suyos (versión de “El Último Refugio” en el universo gángster) son la mejor muestra de la habilidad del nipón para elaborar situaciones de gran tensión en espacios claustrofóbicos, dejando entrever la importancia de la influencia americana, sobre todo la de los “westerns”. ¿Qué nos depara entonces la trama tras un robo tan fallido? Pues los mismos hechos de las referenciales “Atraco Perfecto” y “La Jungla de Asfalto”, un “Rififi” a la japonesa, con su sangre derramada, sus cadáveres apilados, sus procederes sucios...

Porque los gángsters (un acierto el que los personajes estén esbozados a la manera novelesca americana evitando los perfiles de los yakuza, mucho más particulares) sólo proceden por dos motivos: la codicia y la venganza; en este entorno urbano de noche perpetua, calles sucias y la venenosa presencia americana, seguiremos al iracundo Togawa a través de un camino por el cual, al rechazar la salvación (la cruz que le da su hermana), se está abriendo paso a fuerza bruta hacia las tripas del Infierno (como literalmente veremos), adonde arrastrará a quienes se cruce.
Y es realmente admirable lo que le empuja en esta cruzada de destrucción, totalmente distinto al de aquellos que deciden ayudarle, cuyo motivo viene a ser el botín del robo; Furukawa, quien también toma nota de las formas del “polar” francés, despliega en un último tramo fatalidad pura y odio que sale de las entrañas a ritmo trepidante donde el acto del secuestro se sobrepone en importancia al robo (como en otras ocasiones suele, éste sólo sirve de pretexto para hacer aflorar la terrible psicología de los personajes). Importante la dirección artística de Toshiyuki Matsui y la fotografía en carbonoso blanco y negro de Saburo Isayama para sumergirnos en los abismos de unas cuidadas atmósferas, truculentas y desoladoras.

A todo esto se añade la magnífica música, de rasgos muy americanos, de Masayoshi Ikeda, y las dignas actuaciones de Yuji Odaka, Kojiro Kusanagi, Shobun Inoue, esa preciosa Minako Katsuki, Hiroshi Nihonyanagi y Tamio Kawaji en un papel que cobrará importancia en el desarrollo de la trama, y más aún durante ese memorable clímax donde Furukawa nos aprieta el hígado con una habilidad envidiable para sorprender con lo más inesperado.
Sólo por este relato crudo, arrollador, amargo y negro como el tizón en la mejor tradición del “noir” ya merece figurar entre los maestros del género. Muy representativo e influyente ejemplo del género en territorio japonés, elevado hoy al estatus de culto.



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