Ficha Blues Harp


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Críticas de Blues Harp (1)




Mad Warrior

  • 15 Jun 2020

7



Un buen trabajo, una mujer fiel y cariñosa, un hogar propio, respetar las reglas, no meterse en líos y sobre todo mirar hacia adelante, hacia el futuro. Queremos prosperar en la vida, y sin embargo hay veces que la vida, como preparando una prueba de fuego, se vuelve contra nosotros y nos impide avanzar, y más aún si esa vida pertenece a la calle, como en este caso...

Muy poco le quedaba al sr. Takashi Miike para ser reconocido internacionalmente tras estrenar la inclasificable y fantástica “Audition”, pero para entonces ya contaba con una carrera de ocho años y muchos títulos en su haber; y es que a finales de la década de los 90 el director había rodado muchísimo, y a un ritmo desenfrenado. Durante esta época, aunque ya se atreve a tocar todos los géneros, destacan sus eclécticos dramas de yakuzas y jóvenes problemáticos, lo que se convierte en la seña de identidad de su cine; no se aleja mucho de esta línea cuando acepta dirigir “Blues Harp”, con guión de Toshihiko Matsuo y Toshiyuki Morioka (quien ya escribió “Fudoh”).
Esta historia, en efecto, está protagonizada por dos muchachos de vidas aparentemente diferentes, criados y unidos en la calle y destinados a cruzarse. Miike la inicia, como no podía ser de otro modo, en el ambiente urbano pobre de la Okinawa de los 80 con la triste mirada de Chuji, un niño mitad japonés, mitad afroamericano, cuya vida junto a su madre no es precisamente la ideal; un comienzo sobrio y áspero que nos engaña de modo intencionado. No sabremos lo que le pasa al pequeño hasta que le veamos unos diez años después, franqueando el cineasta esta elipsis temporal de forma abrupta y lanzándonos directamente a la algarabía de un local “underground” de Kanagawa, subcultura en la que nos sumergerá sin concesiones.

Ahora sí estamos viendo una obra de Miike. A ritmo de potente “hard rock” interpretado por una banda que nos canta desde el escenario veremos las calles de la ciudad, sangre derramándose sobre ellas y hombres persiguiéndose a puñetazo limpio; este es un relato de yakuzas, sí, pero la verdadera violencia y el drama brota del trasfondo, mucho más importante, y arranca al converger Chuji y Kenji, un joven que trabaja en la mafia perseguido por los miembros de un clan rival, a los que despista el primero. Este encuentro no es casual, pues ellos tampoco son tan diferentes: dos chicos cuyas madres murieron y cuya vida la desarrollaron en el escenario callejero.
El resorte de la desgracia parece ser la lejana guerra, bien de la Vietnam, bien la librada contra EE.UU., lo que recuerda en cierto modo al clásico de Imamura “Cerdos y Acorazados”, aunque sin duda es “Lobos, Cerdos y Hombres” o las más contemporáneas “Chinpira” y “Young Thugs” las que de mejor manera se aproximan al film. A partir de aquí la trama se parte en dos, siguiendo a Chuji y Kenji en su experiencia vital a través de ese universo tan propio del nipón, una sociedad atestada de suciedad, corrupción, brutalidad, injusticia, pocas posibilidades de hallar una salida y fábulas “hard-boiled” que muchos jóvenes convierten en realidad.

Para Miike la actitud es importante con respecto al destino que cada uno desea afrontar. Mientras Chuji, bondadoso, honrado y leal, logra prosperar poco a poco de manera natural, empezando por encontrar a una alegre chica llamada Tokiko (cuya presencia fue decisiva en el encuentro entre los dos protagonistas) e iniciando una nueva vida con ella, Kenji, astuto, cínico y frío, elabora un concienzudo plan para asesinar a su jefe Hanamura y no sólo quedarse con su dinero, sino con la sensual esposa de éste; es, por tanto, la turbia relación que ambos mantienen con los yakuza (Chuji vendiéndoles drogas) el principal impedimento para que sus vidas cambien de verdad.
Sobre todo teniendo en cuenta que aquellos para quien trabaja Chuji son los enemigos del clan de Kenji, los mismos que le perseguían al principio; pero también es gracias a las artimañas y manipulaciones de estos asesinos traidores y mentirosos (descritos por Matsuo y Morioka con especial repulsión) el que los dos amigos vuelvan a confluir de nuevo. Alrededor de ellos un ambiente triste y deprimente y una serie de personajes secundarios que se enfrentarán tanto a milagros como a desgracias, equilibrándose la balanza y actuando el Bien ante la presencia invasiva del Mal (el accidente del padre del vocalista del grupo, que impulsa a éste a buscar un nuevo camino junto a su familia).

Esto hace de “Blues Harp”, pese a su oscuridad y aspereza, una de las obras más optimistas que podemos hallar en la extensa filmografía de Miike, abogando esta vez por la esperanza y el triunfo del Bien, aun provocando que este optimismo se tambalée durante toda la trama, pues todo aquello que han conseguido esos personajes de los que tanto nos hemos encariñado puede perderse en cuestión de segundos, lo cual mantendrá la incertidumbre y la tensión desde el principio hasta el final, donde el director nos honra con un clímax impactante y una historia que amenaza con terminar de forma circular (en el mismo escenario en el cual empezó).
Todo ello coronado con un nada disimulado sentimiento hacia la homosexualidad, que planea sobre los personajes (Chuji, Kenji, Kaneko), y el mestizaje en Japón, una fuerte convicción sobre la amistad y la lealtad y los distintivos detalles y marcas de la casa del realizador que hacen suyo al film (ya sean sus trucos de cámara o sus salidas de tono en mitad de un escenario corriente). Al frente de él un magnífico duelo interpretativo entre Seichi Tanabe y Hiroyuki Ikeuchi, dos actores carismáticos y veraces; junto a ellos destacan Atsushi Okuno, Akira Ishige, el siempre insoportable pero genial Daisuke Ijima y la encantadora Saori Sekino, cuya luminosa aura contagia a la historia.

El ritmo decrece en ciertos momentos, le sobra metraje por todas partes y es cierto que no peca precisamente de original (el argumento lo tenemos más visto que el tebeo), pero Miike sale airoso contra todos esos inconvenientes con un trabajo sincero, amargo, duro y brutal, de desgarrador y significativo desenlace.
Un paso maduro en su cine y su estilo que ya empezaría a dar con títulos como “Ambition without Honor”, “Rainy Dog” o “Young Thugs”.



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