Ficha La Condición Humana I: No Hay Amor más Grande

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Críticas de La Condición Humana I: No Hay Amor más Grande (2)




Mad Warrior

  • 14 Feb 2022

10



Uno de los peregrinajes existenciales más profundos que se han contado es, a su vez, una de esas experiencias cinematográficas que cambian la Historia del propio cine.
Nos sumergimos en ella de la mano de su protagonista Kaji, el idealista que siguió el camino del humanismo y que al final acabó convertido por las circunstancias en otro hombre...

Masaki Kobayashi entró de manera algo sigilosa en la industria del cine, aprovechando su relación familiar con la gran Kinuyo Tanaka, y convirtiéndose en un mero asistente de Keisuke Kinoshita pocos habrían creído que con sus primeras obras pudiera llegar adonde más tarde llegaría; fue la memorable ¨Río Negro¨ su trampolín para ser considerado en Shochiku y alzarse como una de las primeras voces importantes de la Nueva Ola. Parece que tiene la libertad necesaria para acometer un proyecto de enorme envergadura, uno que, sinceramente, sólo alguien como Kurosawa (Mizoguchi ya había fallecido) podría haber llevado a cabo.
Todo surge de las memorias del autor Shigeru Kurita, desde su durísima estancia en las acerías Anshan, en Manchuria (las cuales, desde la invasión japonesa, pasaron a llamarse Showa), debido a su expulsión de la Universidad de Tokyo por sus supuestas tendencias izquierdistas y liberales, hasta su paso por una 2.ª Guerra Mundial en la que casi acaba sus días como prisionero. En 1.955 publica una serie de volúmenes bajo el título conjunto de ¨Ningen no Joken¨, que poco a poco vende millones de copias en todo el país; ya en una época donde no existen las ataduras de la censura y EE.UU. ha pasado a ser un aliado, Kobayashi sabe que puede tratar dicha novela épica sin tapujos, pese a la negativa inicial de Shochiku...

Tal vez sus ejecutivos no se habían enfrentado a un rodaje así; movilizan a miles de extras, un puñado de actores profesionales (entre los que se hayan algunos de los rostros más conocidos del momento) y un equipo técnico enorme, y como es imposible situar el set en la verdadera Manchuria (por razones más que obvias) han de desplazarse hasta Hokkaido, cambiando la acería por una mina de carbón; esto, unido al carácter tiránico, obsesivo y exigente del director, provocó innumerables problemas a la productora. Pese a su cariz mesiánico, esta primera película (dividida en dos extensos arcos) empieza su argumento desde un punto de vista totalmente íntimo y personal.
El joven Tatsuya Nakadai en su primer papel protagonista y la actriz ¨prestada¨ de Toho, Michiyo Aratama, encarnan a la pareja Kaji y Michiko, quienes se encuentran en una Manchuria Sur entre dos guerras, la Mundial y la Sino-Japonesa; este prólogo muestra los esfuerzos del primero (enteramente un álter-ego de Kurita) por librarse del servicio militar aceptando un ingrato trabajo en las minas de carbón como supervisor. Acercándose al conflicto interno de ambos personajes, Kobayashi empieza a modelar los trazos de un clima deprimente desde la primera secuencia donde los amantes se reúnen en ese entorno gélido, oscuro y desolado.

No necesita mucho esfuerzo para arrastrarnos al momento en el cual se desarrollan los hechos, con el descontento y la tristeza general planeando por encima de todos los presentes; Kaji empezará moviéndose en lugares cerrados, oculto y sin ánimo de llamar la atención, y la historia pertenece por pleno derecho a la pareja, cuyo amor se ve maltratado por la época. Este prólogo, heredero del drama cercano de Kinoshita o Naruse pero en un contexto mucho más crítico y radical, se abre entonces a los escenarios abiertos donde se situará la trama hasta el final.
Pero el director no ofrece precisamente una escapada benevolente a la pareja, y queda demostrado desde el instante en que llegan a la mina, rodeada por un manto de arena que todo lo entierra; la labor del operador Yoshio Miyajima y el director artístico Kazue Hirataka es vital para transmitir la sensación de angustia y desasosiego que desea imprimir el anterior, y éstos se revelan muy hábiles en la creación de atmósferas como símbolo de opresión. Las siguientes y extenuantes tres horas de metraje se desarrollan aquí, en este pedazo de Infierno situado entre la nada y ninguna parte, donde Kaji queda al cuidado de los trabajadores chinos.

Rápidamente sobresale el espíritu contestatario y furioso de Kobayashi cuando las maneras de ser de su protagonista chocan de lleno con las normas del lugar. Éste, liberal, idealista, un romántico conducido por los principios de que todo ser humano ha de ser tratado con comprensión y humanidad, es mirado de reojo por sus jefes y compañeros.
Quienes se esmeran en demostrar su poder y dominio sobre los invadidos chinos a fuerza de derramar su sangre sobre la arena; destacan entre todos la crueldad de Okazaki, la impotencia de Okishima y la indiferencia del director Kuroki.

El 1.er arco se centra primero en los conflictos entre ellos y Kaji; imposible de mostrar una década antes, el cineasta arremete sin piedad contra la devoción japonesa por aniquilar y humillar a su sometido, pero sabiamente ni exime de culpa a nadie ni concede licencias, sólo observa, la tiranía oportunista del primero y los esfuerzos del segundo y el tercero por manejar con la mayor eficacia posible a miles y miles de trabajadores colmados de odio y alimentados de comida pútrida y miedos inexorables.
El esfuerzo de Kobayashi es mantenerse objetivo desde todos los ángulos y hacer culpable a la guerra de tales comportamientos, de diezmar las emociones y confundir la razón de los seres humanos.

Como una figura origami la película, pasado este primer tramo, se abre y evoluciona en todas sus formas; y es por supuesto a partir de la llegada de los prisioneros de guerra, lo que alienta a aquél a hacer algo tan audaz como permitir a los chinos un protagonismo inusual, incluso por encima de sus invasores nipones, y sobre todo con una libertad abrumadora a la hora de expresar sus emociones e ideas, llevando esto a algo tan importante como un cuidado milimétrico para definir la personalidad y la psicología de los personajes, y al mismo tiempo abriendo multitud de subtramas que de algún modo u otro girarán en torno a Kaji.
Como la recolección de un diario, observamos, siempre desde la cercanía, las pequeñas historias que van haciendo avanzar los acontecimientos, desde las conspiraciones organizadas por los colaboradores coreanos al atroz drama que ha de vivir el joven Chen (despreciado por sus compatriotas por estar mano a mano con los japoneses) o el descorazonador romance entre la prostituta Yang y el prisionero Ko, el mayor responsable de inyectar al film ese sentimiento de rebeldía hacia el poder nacionalista que tan fuerte se hizo en la sociedad japonesa durante los 50, radicalizándose en la década siguiente en su lucha contra el partido socialista-democrático (que defendía el anti-comunismo y apoyaba a EE.UU.).

Mientras el director se aproxima a los problemas en el seno del hogar de Kaji y Michiko, no deja de expandir los horizontes de la historia mediante se recrudece el enfrentamiento entre el primero y los encargados de la mina, además de las fuerzas militares niponas que se meten de por medio, esta vez descritos todos (sin excepción) como sanguinarios cuyo único proceder es la violencia (pero una violencia capaz de revolver las tripas por el grado de realismo con que se muestra, sin embargo alimentada por la fatalidad histórica, por esa doble guerra que ha abierto tantas brechas entre países vecinos y donde ya nadie distingue entre aliados y enemigos incluso perteneciendo a la misma raza y bandera).
El esfuerzo del protagonista se torna entonces mesiánico, en su impedimento de fugas (las que marcan los grandes puntos del 2.º arco) y de tratar que los prisioneros, a pesar de todo, reciban un trato digno, por mucho que se siembre la desconfianza y las promesas se rompan, llevándole (y Nakadai sabe reflejarlo maravillosamente en pantalla) a un límite insoportable donde el deber y sus ideales colapsan hasta hacer peligrar su fe en una Humanidad que, y observándolo día tras día, progresa a base de devorar sus propias entrañas. El punto culminante es una revolución, lo que para Kobayashi supone una necesaria unión de cada individuo en un poderoso colectivo que sea capaz de derribar toda injusticia.

Al final de tan inmensa travesía y tras someternos a tal cúmulo de emociones, reflexiones, dilemas y dramas personales, nos vemos tan mermados y aplastados como los personajes, igual que ese Kaji obligado a sufrir por su honestidad, caridad y en sus propias palabras por el mayor crimen de todos: ser japonés (brutal la visión del film, brutal), y a quien seguiremos en su camino ya en una 2.ª parte cuyo marco será exclusivamente el bélico.
Esta 1.ª que nos ocupa es sólo el inicio, pero sorprendente en todas sus facetas; el nativo de Hokkaido, con un perfecto dominio de la técnica y el lenguaje cinematográfico para transmitir al espectador todas las sensaciones habidas y por haber (los instantes de la ejecución sobre todo, que siempre consiguen erizarme el vello y encogerme hasta los intestinos), ya puede estar satisfecho de haber logrado una obra maestra universal, la primera de muchas...



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elalfon

  • 14 Aug 2013

8


Todo un reto decidirme a ver esta obra de Masaki Kobayashi, pero la primera parte de nada menos que 200 minutos ha merecido mucho la pena.

Y está claro que una duración tan extensa tiene su justificación, pues utiliza ese tiempo para transmitir una historia llena de detalles que intentarán desde desgarrar al espectador por las durezas de los hechos e imágenes que se presentan hasta transmitir un cierto mensaje esperanzador que finalmente yo creo que queda bastante enterrado ante la evolución del personaje Kaji, es más, creo que la mayor esperanza del film está escrita en su mujer.

La película de primeras parece un proyecto antipatriótica, pero como dice el título no habla de eso sino del ser humano, de la condición del ser humano en concreto, de los principios, la bondad, el valor y el sacrificio, y eso se mezcla con la tiranía militar en plena guerra, el racismo y el típico honor a la japonesa.

Se alarga un poco, en concreto porque puede que haya muchas escenas que sobran ya que se repiten una y otra vez, pero lo bueno de la película es que a pesar de ello y su extensa duración no se hace eterna e invita a seguir viendo las dos partes que completan La condición humana, y que espero que mejore ciertas carencias que se llegan a notar aquí.



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