Ficha The Yakuza Papers, Vol. 2: Deadly Fight in Hiroshima


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Críticas de The Yakuza Papers, Vol. 2: Deadly Fight in Hiroshima (2)




Mad Warrior

  • 2 Jan 2021

7



El tiempo pasa pero no la violencia, ni la injustica, ni la codicia. El sr. Kinji Fukasaku vuelve a soltar a sus perros de la calle, que se morderán y harán correr la sangre por el Japón de la posguerra.
Vuelve a sumergirnos en sus despiadadas batallas sin honor ni humanidad, esta vez en el centro de Hiroshima...

En 1.973 el ¨thriller¨ de acción japonés, sobre todo el centrado en la temática yakuza, iba a cambiar cuando Koji Shundo, productor de Toei, ofreciera al ya célebre Fukasaku encargarse de llevar a la gran pantalla la adaptación de los artículos recogidos por el periodista y autor Koichi Iboshi inspirados en las memorias del gángster real Kozo Mino. Aunque los señores de la compañía y el propio guionista Kazuo Kasahara recibieran con negatividad la participación del realizador, lo cierto es que nadie podría haber plasmado mejor las aventuras gangsteriles de Iboshi.
A partir de entonces las ¨yakuza-eiga¨ pegarían un vuelco de 180º, no sólo por liberarse de algunos de las más trillados clichés del género, sino por presentar a aquellos gángsters tal como eran: chillones, locos, cínicos, traidores, ambiciosos, injustos, y sobre todo extremadamente violentos y despojados de todo rastro de romanticismo feudal. Este afán por el sentido de lo auténtico dejó impregnado su huella en un film hiperrealista, vertiginoso, indigesto y brutal, estableciendo un nuevo estilo y una nueva forma de entender la violencia en el ¨thriller¨. Mientras se terminaba el film, y viendo su potencial éxito, el estudio no tardó en ordenar una segunda entrega...

Sin embargo Kasahara no deseó proseguir con la historia ya contada en la obra original, tanto más cuanto que los artículos seguían publicándose; en su lugar se desliga de las hazañas de Shozo Hirono para centrarse en otro yakuza real, Mitsuji Yamagami, a quien da vida un carismático Kinya Kitaoji, y trasladando la acción desde Kure a Hiroshima. Aunque sirva de guía para el espectador (ya que la trama se bifurca tanto que llega a resultar tremendamente confusa), el prólogo donde se nos recuerda los acontecimientos ya sucedidos entre Shozo y sus compañeros del clan Yamamori, no impiden continuar como si nada con lo que se nos propone aquí.
En el marco histórico tras el estallido de la Guerra de Corea y la paulatina recuperación del país nipón tras la invasión norteamericana (a la que ya no se mencionará en absoluto), un pobre vagabundo sin hogar, sin familia y con un imán para los conflictos llamado Shoji (basado en Yamagami), entra a formar parte de la poderosa familia Muraoka. Aunque Shozo era la figura central, en la primera parte se repartía el protagonismo entre todos los personajes; pero aquí recae sobre Shoji, perfecto reflejo de la desheredada y melancólica generación de la posguerra. Sobre él y sobre su trágico y negro romance con Yasuko, la sobrina de su jefe, madre y viuda de un héroe de guerra.

Siendo ése uno de los principales resortes de la trama, Kasahara y Fukasaku traicionan la regla que respetaron en la anterior: evitar clichés, y uno de los más vistos y oídos del cine de yakuzas era la desventura amorosa entre el protagonista y una mujer (de la más diversa condición). Por suerte el guionista es suficientemente inteligente para no crear manidos estereotipos y dotar de gran profundidad psicológica y emocional a Yasuko, condenada a guardar respeto a su difunto marido por temor al escándalo y la perfidia. Interesante esta introspección femenina teniendo en cuenta el cariz tan recalcitrantemente masculino de este cine. Mientras esta ¨shakespiriana¨ relación acontece, los hombres se masacran, se cortan, se apalean, incluso se muerden, en unos agitados años 50 en los que la fuerza policial (presentada de una forma ridícula y paródica) depende de las decisiones y las acciones de los gángsters, verdaderos amos de la ciudad; intrigas entrelazadas donde hierven los rencores, las ansias de conquista y la sed de venganza, con un completamente alocado y caricaturizado personaje en su epicentro: Katsutoshi, quien pretende arrebatar el territorio a Muraoka.

Así se debatirá esta lucha, entre éste matón frenético y mentalmente infrahumano y Shoji, que evoca al protagonista de ¨El Vagabundo de Tokyo¨ (incluso se rinde más de un tributo a la obra de Seijun Suzuki). Alguien que deambula, se va, vuelve, es manipulado y al final descubre que habita en mundo repugnante (aun así es imposible simpatizar con él y con todos los demás, o siquiera comprenderlos...). Shozo, por desgracia, es un simple mediador, un espectador, y sus apariciones se cuentan por segundos; instantes que son de lejos los mejores, pues continua como el único yakuza honesto, inteligente y respetuoso de cuantos se enfrentan aquí, y que verá en Shoji a su propio reflejo, fiel e incrédulo, de años atrás.
Pero al no haber coincidido Mino con Yamagami, las intervenciones de su álter-ego Shozo son pura ficción, y no convenía alargarlas. Un error de trama reconocido por el mismo Kasahara, quien tampoco se esfuerza en presentar una conclusión sólida a su historia filmada casi siempre cámara en mano para hacernos sentir los golpes, los disparos, los navajazos y el olor del sudor, el barro y la sangre siempre chorreante. Algunos actores de la primera parte vuelven en otros papeles (un recurso bastante usual), y en este reparto coral sobresalen Hiroshi Nawa, el adusto y magnético Bunta Sugawara, una maravillosa Meiko Kaji pre-¨Lady Snowblood¨ en el mejor personaje y ese Sonny Chiba cargado de cocaína hasta las cejas, en una prefiguración convulsiva y estomagante del Tony Montana de Pacino.

Con un inicio salvaje (la paliza a Shoji, que hace crujir los huesos al espectador), un clímax demoledor, demostrando el nipón su dominio de las atmósferas y su ojo clínico para captar la miseria en su más dolorosa realidad, y atravesada de ráfagas de humor negro (el desagradable pero inevitablemente divertido instante en que Shozo descubre que está comiendo carne de perro) esta segunda parte, si bien no igual de brillante, fue otro enorme éxito de crítica y público para Toei.
Aun dejando aquí miles de cabos sin atar (millones), Fukasaku se establecía en la época como uno de los más hábiles poetas narradores del resquebrajamiento y la locura social, de la debilidad y la inmoralidad humana.
Así, una saga nacía y más y mejores batallas sin honor ni humanidad irían llegando...



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TheCrow

  • 23 Jun 2012

8


La segunda entrega de la saga ¨The Yakuza Papers¨ de Kinji Fukasaku, sigue la estela de la primera entrega en cuanto a ese enfoque realista y descarnado del mundo de la yakuza japonesa (jitsuroku eiga)

Sin embargo, y pese a no apartarse en demasía del estilo de su predecesora, esta ¨Deadly Fight in Hiroshima¨ es todavía más oscura y dramática, presentándonos a un personaje protagonista violento, brutal, y a la vez extrañamente sensible, envuelto en una espiral de violencia de la que le es imposible salir.

Por lo demás, destacar el hecho de que esta película, pese a continuar en parte la trama de ¨Battles Without Honor and Humanity¨, puede ser considerada como una historia aparte y disfrutada como tal, ya que los protagonistas de aquélla no son sino secundarios en esta, dejándonos la buena actuación de Seizo Fukumoto para el recuerdo en el rol principal.

Destaca a su vez la (de nuevo) excelente banda sonora, y la ágil e imaginativa dirección de Fukasaku, que hace la película atractiva visualmente aún hoy en día, y muy fácil de ver pese a la complicada trama y subtramas que se nos narran.

Así que los que ya disfrutaron (y también los que no lo hicieron) de la excelente primera entrega, aquí tienen una segunda parte que no le va a la zaga en cuanto a calidad, y que en ciertos aspectos incluso la supera.

¡Muy recomendable para amantes del mejor cine japonés de los setenta!



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