Ficha Red Angel


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Críticas de Red Angel (1)




Mad Warrior

  • 15 Dec 2020

9



Pólvora, barro, metralla, ruinas y cuerpos en descomposición devorados por los cuervos. Así es el panorama de la guerra, ni más ni menos, el escenario que sintetiza y ofrece la definición perfecta de miseria, caos y horror.
Nada brotará ya de este suelo cubierto de trozos de carne supurantes de sangre y fluidos...excepto una flor de cerezo de bellos pétalos y fuerte tallo que lo iluminará todo con su presencia.

Había pasado casi una década desde su primer trabajo conjunto como director y actriz (una encantadora y optimista ¨Aozora Musume¨), y desde entonces, y aunque Hitomi Nozoe también trabajó con él en varios títulos, la hipnótica Ayako Wakao iría ligada a la filmografía de Yasuzo Masumura, traducido en una serie de obras transgresoras y abrasivas donde lo que primaba era alcanzar la perfección formal y estética por medio de la introspección psicológica y sexual del ser humano, sobre todo de la figura de la mujer. El cenit de esta colaboración llegó a mediados de los 60 con esa trilogía que conformaron ¨La Mujer de Seisaku¨, ¨Tatuaje¨ y ¨Red Angel¨.
Ayako había dejado de ser la sensación juvenil de la Daiei para convertirse en una actriz erótica y arrolladora, así como Masumura ya era considerado una de las voces más poderosas de la Nueva Ola del cine japonés; todo ello lo lograron juntos. La trilogía fue rematada con la adaptación de otro relato de Yoriyoshi Arima, quien ya había visto su ¨Hoodlum Soldier¨ llevado al cine poco antes por el director, enfocada en un escenario similar: los momentos más crudos de la 2.ª Guerra Sino-Japonesa, que desembocarían en la 2.ª Guerra Mundial a no mucho tardar con la entrada de EE.UU..

De hecho ¨Red Angel¨ empieza exactamente igual que la hazaña de los soldados Arita y Kisaburo (además de estar narrada en primera persona): con el conflicto bélico mostrado de cerca, detallando a través de grotescas imágenes en blanco y negro todo el horror, degradación y miseria de la guerra, que el propio Masumura tuvo la desgracia de contemplar con sus propios ojos al igual que muchos colegas de profesión. La narración proviene de Sakura Nishi, protagonista de la historia, una joven enfermera de Tokyo trasladada en 1.939 al frente en la China ocupada por las fuerzas niponas.
No es extraño que tal escenario no genere ninguna esperanza, pues ese es un concepto que no tiene cabida en la guerra. Masumura, ayudado de una puesta en escena áspera y oscura realzada por la fotografía de Setsuo Kobayashi, desea que apreciemos hasta el olor llegado del campo de batalla, un olor pestilente de muerte que emerge de los órganos de los soldados mutilados para introducirse directamente en nuestras fosas nasales. En este infierno en la tierra poblado de cuerpos agonizantes es lanzada Sakura, quien en su primera misión ya sufre las inclemencias que cabría esperar de los soldados (en una secuencia de violación extraña y del todo angustiante).

No es la primera película bélica tratada desde el punto de vista de una enfermera (¨Cry Havoc¨ de Richard Thorpe, o ¨War Nurse¨ de Edgar Selwyn), pero debe de ser la más dura por derecho propio, con la protagonista transformada sin desearlo en una ¨femme fatale¨ que termina con la vida de sus pacientes, quienes se debaten entre volver a participar en la matanza del conflicto o el estar a un paso del umbral de la muerte, pues el anhelo de regresar al hogar es aplastado por la forzada lealtad a la patria, que proclaman los oficiales en contra de los deseos íntimos de los soldados.
No hay propaganda alguna, el discurso del realizador y de Ryozo Kasahara no deja títere con cabeza (en este caso las de los pobres combatientes) mientras Sakura se revela, tras aplacar su ira en sordina, como la fuerza esperanzadora que aporta luz al caos reinante; así se ofrece en cuerpo y espíritu a calmar el dolor de sus enfermos, sin rechazar su condición de víctima a todos los niveles, incluso por su naturaleza sensual, que le impide resistirse a los hombres. Ante todo la cámara de Masumura, que araña como la superficie desnudando la realidad y mostrándola en toda su plenitud, muestra a un ser cuyo único deseo es ofrecer y preservar la vida, sirviéndose de cualquier método a su alcance.

Aunque la verdadera historia la constituye ese romance nacido del respeto profesional, la cooperación y la indiferencia entre la enfermera y el cirujano Okabe, reflejo del hombre marcado y corroido por el desastre bélico, impotente física y emocionalmente, y cuya ilusión por vivir recuperará gracias a la compañía de Sakura, fuente revitalizadora, reserva inagotable de amor incondicional y pasión carnal de nuevo filmados por el director con plena libertad con respecto a la mística unión de cuerpo y alma entre el hombre y la mujer, incluso tomando ella su identidad por un momento (impagable secuencia en la que Sakura se transmuta en médico oficial, y de paso ridiculiza su figura, con las ropas del amante).
La mujer se alza como la fuerza y la vitalidad en contra del cinismo y la brutalidad masculinas, aunque no se desea aleccionar con su discurso, más bien reflexionar sobre la presencia del amor y la humanidad tan cerca de la muerte y el horror, visión romántica y apasionada que no da lado al fatalismo ni a la dureza del bélico como harían Kihachi Okamoto, Andrew Marton, Samuel Fuller, Masaki Kobayashi, Kon Ichikawa o Don Siegel: a base de indigestas imágenes impregnadas de amargura.

La escena del combate final en la ciudad es sin duda la mejor muestra de cómo el nipón es capaz de filmar el combate despojándolo de toda gloria y honor. Al mismo tiempo, ya todo un experto en ello, modela atmósferas extrañas, envolventes y sugerentes más propias de Michelangelo Antonioni, Luis Buñuel, Ingmar Bergman, Kaneto Shino o Hiroshi Teshigahara (las escenas de sexo, muy recatadas, elevan el erotismo a límites insospechados de hipnótico lirismo), aunque en esencia ¨Red Angel¨ no se distancia del neorralismo ni de los prestados trazos de ¨nouvelle vague¨ que marcaron ¨Historia de una Prostituta¨, estrenada tan sólo un año antes (y que a su vez recordaba a ¨Le Soldatesse¨), con la cual ésta guarda no pocas conexiones.
Pero al contrario de la obra maestra de Seijun Suzuki, la heroína de Masumura rechaza verse como una esclava del sexo para los hombres (aun siéndolo realmente) y jamás muestra insurrección contra los valores militares y patrióticos, más bien contra la absurda y dañina presencia de la guerra, causante de todos los males de la Humanidad; tampoco se le concede a los amantes un romance longevo y optimista como sí sucedía en ¨La Mujer de Seisaku¨. Aún así el cineasta vuelve a filmar a su musa rindiendo pleitesía a cada centímetro de su bello físico y extrayendo de ella todo su potencial dramático.

El resultado puede ser el mejor jamás expuesto en pantalla (difícil es de afirmar, ya que todo trabajo de Wakao a las órdenes de Masumura es memorable), acompañándola ese soberbio Shinsuke Ashida como el nihilista dr. Okabe y buenos actores secundarios como Jotaro Senba, Ranko Akagi o Yusuke Kawazu en un gran papel.
Las calaveras se apilan, los miembros cercenados cubren el espacio, se puede oler aún la pólvora en el aire y los cuerpos infectados del virus del cólera, pero la flor del cerezo, lo que representa Sakura, permanece intacta, aunque a su alrededor se erija un mundo reducido a cenizas, lugar donde ella perderá su amor y su alma para siempre. No hay obras tan sumamente líricas que arañen las tripas con tanta rabia como ¨Red Angel¨, pero Masumura es un genio y lo consigue.

A partir de aquí su carrera sólo podría ir en una línea descendente.



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