Ficha El Séptimo de Caballería


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Críticas de El Séptimo de Caballería (1)




Mad Warrior

  • 26 Apr 2024

3



Un capitán despreciado por todos por su aparente cobardía y que hará todo lo posible para recuperar su honor...

Por supuesto que hará todo lo posible, porque, señoras y señores, se trata de Randolph Scott, el héroe del Oeste, pero no aparece en la mejor de las historias que pudieron contarse en el género, la verdad; no hay duda de que 1.956 pertenecía a un título en particular: “Centauros del Desierto“. Luego un servidor preferiría destacar “Jubal“, “Una Pistola al Amanecer“ o “Tras la Pista de los Asesinos“, del genial Boetticher; pero entre medias aparece esta producción de bajo presupuesto dirigida a regañadientes por el pobre Joseph Lewis y producida con orgullo por Scott.
“El 7.º de Caballería“ se inspira en el relato “A Horse for Ms. Custer“, del versátil y hábil escritor Glendon Swarthout, publicado en 1.955 y que gira en torno a las secuelas de la encarnizada Batalla de Little Bighorn. Así empieza la película, con una imagen tan poderosa como tétrica, donde el ficticio capitán Benson llega a un fuerte abandonado, sin rastro de soldados y sólo con algunos prisioneros remoloneando; todo el misterio que acumula Lewis durante estos primeros minutos se evapora pronto en inclinación de la convencional trama. El guión de Peter Packer se divide en dos partes, y la 1.ª se desarrolla en el fuerte.

Esta parte navega digamos entre el melodrama y el drama judicial; lo primero ya que la novia de Benson (Barbara Hale, cuya belleza es lo mejor del film) es hija de un coronel con muy malas pulgas que no le tiene demasiado aprecio, lo segundo es referente al grueso del argumento: la investigación sobre la conducta de la caballería, que dejó al general George Custer y sus cinco compañías expuestos ante miles de indios lakota y cheyennes, produciéndose la histórica masacre. Para el director, y así consta en entrevistas suyas, el general cometió errores como creer que las fuerzas a las que iba a combatir eran más reducidas, no aceptar munición suficiente y lanzarse al ataque conociendo la superioridad numérica.
Por eso, según él, no pudo contar la historia como quería, y en su lugar tuvo que seguir el redentor guión, donde también se menciona el abandono del general por el capitán Fred Benteen y el mayor Marcus Reno; esto se cuenta desde el punto de vista de Benson, que defiende a hierro las acciones de Custer. Muy proheroica y maniquea esta película, que se revolverá contra la verdad proponiendo una misión suicida: viajar al campo de batalla en Last Stand Hill y recuperar los cuerpos de los caídos; y al estilo de la posterior “Doce del Patíbulo“, Benson reúne a un puñado de holgazanes, asesinos y borrachos para ello.

Lo importante para la trama es la limpieza de conciencia y mantener el honor, mientras algunas subtramas varias (el pasado un poco turbio del protagonista, su enfrentamiento con el padre de su prometida) se despachan en poco tiempo y de forma torpe. Scott hace que su Benson siga pareciendo un héroe, a pesar de haber dejado a Custer antes de la decisiva batalla para recoger a su chica. Esta 2.ª parte, aunque contando con bellas localizaciones mexicanas y la solidez de Lewis tras la cámara, sólo raya en lo mediocre y poco satisfactorio, ni siquiera cumpliendo con la media de los “westerns“ de la época.
Los instantes de tensión y acción están más presentes entre los hombres forzados a cargo de Benson y él que entre ellos y los indios, aún aguardando alrededor de Last Stand Hill. Mediocridad puede definirse de mejor manera con la ridícula pelea a puñetazos entre Benson y un indio que les seguía (interpretado por un tipejo que más bien parece sacado de un bar de Kansas), pero este honor se lo lleva el clímax, que por medio de un tremendísimo fallo de guión, la superstición de los indios sirve a la nada valiente caballería de vía de escape, además de glorificación definitiva de Custer, por si el mensaje no había sido captado.

No hay verdadero suspense, no hay un gran duelo final, no hay épica, la imagen de los nativos no sale del perfil del “western“ de toda la vida (sólo uno es descrito como humano y resulta haber sido criado en un fuerte, según la tradicional educación norteamericana, así que no hay un diálogo real indio-hombre blanco...), se cometen inexactitudes históricas (los cadáveres de los caídos no estaban enterrados) y las anteriores tramas se resuelven fuera de cámara.
Da la impresión de que un rollo de película quedó por ahí en alguna sala de montaje pero nunca se usó. Una razón de peso para teorizar sobre ello es ese colofón que, de tan terriblemente planteado que está, me sacó inevitables carcajadas (Lewis haciendo comedia involuntaria, lo último que esperaba). Y el último plano ha de ser la bandera de barras y estrellas, cómo no, triunfante; muy benevolente soy con esta desfasada idiotez.
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Y ese tremendo fallo de guión del que hablaba, y que termina por echar por tierra toda la película, sucede cuando un señorito, que nunca antes había aparecido, se presenta ante la novia de Benson como testigo de su conversación con Custer, quien sí le permitió marchar poco antes de la Batalla de Little Bighorn, lo cual sirve para demostrar de una vez por todas su inocencia y dejar de ser tildado de cobarde. Pues este señorito agarra al supuesto superviviente caballo de Custer, Dandy (una patraña que se saca el guión de la chistera porque el único animal que logró salir con vida de la masacre y permanecer en la colina fue Comanche, el caballo del capitán Myles Keogh), y se dirige raudo a Last Stand Hill para ofrecerle la noticia a Benson.
La casualidad quiere que un rastreador cheyenne le persiga y acabe con él; tampoco sería un personaje muy importante si la historia se lo quita de enmedio con la misma torpeza con que lo introdujo. Pues no. Resulta que el caballo, porque así lo quería Packer y Scott (imagino que no Lewis), es tan sumamente inteligente que se dirige solo al lugar donde los indios tienen acorralados a la caballería del patíbulo. Y los imbéciles, debido a sus creencias, se tragan que al animal lo ha guiado el espíritu de Custer; pero para gozar este momento de verdadero poder onírico la película debería haber eliminado toda la participación del joven que llega de repente al fuerte y se hace con Dandy.

Tal como está narrado y ejecutado en pantalla, este final al estilo Disney sólo provoca una vergüenza ajena difícil de describir, seguido de las, como ya he dicho, inevitables carcajadas. Para arrancarle la cabellera a Scott, a Packer y a todo productor que estuvo de acuerdo en acabar de manera tan tonta la historia.
Lo más increíble y absurdo de todo es que nadie se pregunta cómo demonios llegó el puñetero caballo al lugar solo y lo peor: qué fue del hombre que lo cabalgaba...y si se dijo nunca apareció en el montaje final.



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