Experimento cinematográfico tremendamente aburrido, el cual intenta contar de una manera extravagante e innovadora una triste crónica sobre el desplome y la auto-destrucción de una estrella de rock alternativo (inspirada en los últimos días del cantante de Nirvana).

Película con un ritmo narrativo muy denso y lento, donde poco o nada pasa en pantalla, donde los actores no dicen ni hacen prácticamente nada, con una exagerada abundancia de planos fijos que da ganas de abandonar el visionado.
Cinta cansina y anodina que pretende ser novedosa y original en su estilo pero que lamentablemente peca de tediosa y plúmbea. Es el riesgo de mirar cine experimental, puede que la oferta sea lúcida e inspirada o puede que pase todo lo contrario como sucede con este filme.

Obvio que hay público para todo, que muchos adeptos del ambiente gafapastil defenderán la idea acerca de que el cine puede existir sin argumentos incitantes o directamente sin guión. Para mí esta cinta es una tomadura de pelo para quienes confiamos en que se nos contaría el triste desenlace de una estrella de rock asediada por la presión del entorno y por el flagelo de las drogas.

Me pregunto por qué este petardo es tan conocido y la respuesta la encuentro en que muchos fanáticos de Nirvana la habrán visto ilusionados en que se les contaría el fatal desenlace de Kurt Cobain. Pobre de ellos, y pobre de nosotros también que le dimos la oportunidad pensando que Gus Van Sant tenía la capacidad de hacer cine distinto de calidad.

Película insoportable y pedante en su fallida pretenciosidad de hacer cine alternativo audaz. Cine indie del que repele y aburre inexorablemente. Imposible mantenerse enganchado con este engendro, cine-incordio repudiable.

Señor Van Sant, no confunda el ritmo pausado y contemplativo con la nada total y el absurdo en la pantalla.

Dado que el talento de Allen parece no tener cotas, en ¨Poderosa Afrodita¨ se sirve de un coro griego para narrar una comedia dramática o un drama divertido en el que se utiliza al mismo como hilo conductor de la historia, una nueva reflexión de Allen acerca de las relaciones humanas/de pareja. Ese coro griego resulta desquiciado, cachondo y arbitrario, se marca coreografías y números musicales de gran modernez, y es un punto en verdad singular no solo de esta película, sino de toda la filmografía de Allen (a unos les entusiasmó; a otros no les gustó nada; yo me alineo más con lo primero).
En ¨Poderosa Afrodita¨ el problema raíz es la adopción de un niño por la pareja de Allen (cronista deportivo)/Bonham Carter (galerista de arte). El neúrotico Allen intentará buscar a la verdadera madre del niño, descubriendo que es una pizpireta y más bien tonta prostituta y actriz porno (Sorvino). Esto último da pie a lo mejor de la película: todos los encuentros entre Allen y Sorvino resultan deliciosos, hay alguna genialidad de órdago (¨si hiciera el amor contigo necesitaría respiración asistida¨) y la interpretación de Mira Sorvino (ganó un Oscar por ella) es, en V.O., absolutamente tronchante y perfecta.
Con música de jazz de fondo, y la infidelidad y el sexo como temas eternos y tangibles, Allen vuelve a demostrar que es un maestro a la hora de hacer diálogos y uno de los más grandes cineastas de la cotidianiedad de la maldita y estúpida modernez que nos rodea. Casi nada. Siempre está Allen, cada año, divirtiéndonos y arrojándonos un catálogo de reflexiones de neurótico apaleado y genial con las que nos identificamos en nuestros momentos más lúcidos y más estúpidos también.

Un thriller bastante mejor que lo usual en el cine americano de su época, inteligentemente cimentado en el espectacular duelo interpretativo de Eastwood y Malkovich, a partir de un guión con buenos diálogos de Maguire. Eastwood es el único guardaespaldas del presidente de los EEUU que vive desde el atentado de Kennedy. Malkovich es un psicópata que se sabe de memoria la tormentosa vida de éste y que quiere poner a prueba por segunda vez su capacidad para salvar al presidente. Eastwood aporta un aire crepuscular y melancólico, de sabia madurez y consciente de jugarse su condición de ser humano válido en esta su última prueba de fuego; Malkovich aporta garra, tensión y un tono maléfico distinguido, pareciendo ser por momentos la misma reencarnación de Lucifer. Ambos están soberbios y engrandecen una película muy interesante hasta momentos magníficos y brillantes. Detrás René Russo cumple ante estos dos maestros.
El guión aporta algunos apuntes psicológicos también y está equilibrado entre el intimismo y la acción, y la realización del alemán Petersen nunca interfiere en su clara apuesta ganadora de ese sobresaliente binomio masculino: el ángel decrépito Eastwood, y el diablo paranoico Malkovich. Merece la pena.

Sobrevalorado filme jurídico-castrense hecho a medida para el lucimiento de Tom Cruise, que demuestra que Jack Nicholson es dominante con apenas 20 minutos en pantalla, que Demi Moore es insípida en su interpretación, que se excede en su metraje, que resulta absolutamente previsible en su desenlace, que nos embriaga de tantos códigos y honores que poseen los norteamericanos que llega a provocar bochorno, que promueve en todo momento lo políticamente correcto, que está realizado con flagrante intencionalidad de recaudar Oscars, que posee como virtud fundamental sus incisivos diálogos para al menos mantener atento al público con las circunstancias jurídico-militares que se ponen en la mesa, que es... un producto sumamente mediocre.

Debut de Hal Hartley, con una película que apenas costo 70.000 dolares. La historia nos cuenta la historia de un preso que vuelve a casa tras cumplir su condena, y aunque todos le den la espalda por el crimen cometido, eso no impedirá que tenga una historia de amor con una muchacha que esta apunto de ir a la universidad.

La primera (y fantástica) escena ya es toda una declaración de intenciones, del repudio de la gente a este personaje, sin en realidad saber nada de él, y la falsedad del mundo que quiere reflejar Hartley. Pese a que la historia suene a bastante convencional, nada más lejos de la realidad, sus personajes son muy interesantes, y están todos ellos perfectamente realizados, tantos principales como secundarios. Así como su guión, dónde recae todo el peso de la historia.

Pese a atravesar ciertos baches, que hacen a la película un poco irregular, lo cierto es que en su conjunto funciona muy bien y el interés no decae en ningún momento. Desde luego se trata de un debut de lo más interesante.

Uno de los clásicos del cine norteamericano de los 60, la historia de un tímido estudiante recién graduado (Hoffman) que es seducido por la madre (Bancroft) de su novia (Ross).
¨El graduado¨ pudo haber sido enfocada como una comedia entre agridulce y puramente dramática, sin embargo (y ahí radica quizás la clave de su éxito) está enfocada como un inteligente drama de conflictos y frustraciones. Tiene un argumento que, descerebrado daría hasta para una comedia de enredo y vodevilesca, pero su notable planteamiento dramático y sus justos rasgos de humor la hacen un film muy equilibrado y que cuaja muy bien en pantalla la plasmación de contradictorios sentimientos (culpa y amor, deseo y rabia).
Supuso el estrellato de Hoffman quien interpreta bien su papel pese a que no le considero el actor idóneo pues me resulta algo díficil de creer que la apetecible madurez de Bancroft se encapriche del escaso atractivo de éste. Por su parte, tanto Bancroft como Ross están perfectas.
Excelente e inolvidable música de Simon and Garfunkel y buen guión de Charles Willingham y Buck Henry, fue un escándalo coyuntural en su tiempo pero hoy se revela como una película considerable (lo peor es que el señor Nichols nunca ha vuelto a alcanzar semejantes cotas).

Una película necia, estúpida, asquerosa, fascista hasta la naúsea, ejemplo, una vez más, propagandístico/vomitivo del poderío norteamericano tanto en la suprema inteligencia de la desfasada y despistada CIA (a veces parece la TIA de Mortadelo y Filemón) como en su afán y logros por liberar y salvar al mundo de los opresores, maléficos y terribles enemigos del ¨eje del mal¨ inventado por el zoquete de Bush y su pandilla de asesores a cada cual más considerable como arma de destrucción masiva.
Es ¨9 días¨ una película que ni pintada para volver a intentar justificar la injustificable cruzada yanqui contra sus enemigos (los árabes, los rusos, Bin Laden, Irán, Siria, quién sabe si hasta los desnutridos niños somalíes...) y muy concretamente este bodrio barriobajero e intolerable es como un calzador para lo que a día de hoy está ocurriendo en Irak, esa guerra preventiva del todo ilegítima, asquerosa y de una peligrosidad dañina.
Aquí se trata de eliminar a un grupo terrorista que está jugueteando con una bomba nuclear y por consiguiente nos tienen amenazados a los buenos; la CIA se pone en marcha y su sublime inteligencia, dentro de la cual hay un negro -cómo no- chistoso jugándose el pellejo, hacen que la misión salvífica y liberadora tenga un éxito tremendo. Bravo por ellos. Bravo por su labor. Pero que se la metan por el culo, porque películas de semejante calaña sí que son, de cabo a rabo, un arma de destrucción masiva más del poderío yanqui, sin duda alguna, el primer y principal país culpable de que a este mundo haya veces que no lo reconozca ni la madre -o el padre- que lo parió. Y si es que hay que eliminar armas de destrucción masiva, que el primer paso al frente lo den ellos, con el hijoputa y carroñero Rumsfeld a la cabeza. Y detrás Chenney, Perle, Bush, Hussein....los que se les ocurra. He dicho.

Penosa y lamentable película, de inexplicable éxito de público (¡y de algún crítico!), que resulta ser un irrisorio, inaguantable y patético pastiche de tópicos y lugares comunes, en un conjunto lleno de poses infectadas de artificiosidad, que la hacen detestable y a evitar seriamente, además, para todo aquel que crea en el amor o como coño lo queramos llamar. Este puto cuento de hadas maloliente yo no me lo trago, ni me lo creo, ni lo soporto. Y si fuera griego, me preocuparía además la imagen que se transmite de ellos en semejante gran bodrio americano.
No recuerdo bien, pero ¿es posible que semejante artefacto fuese candidato al Oscar en alguna categoría?. No quiero ni revisarlo.

Un auténtico bodrio disfrazado de comedia acerca de un limpiador de acuarios que se verá metido a gigoló de cuarta categoría para todo tipo de extrañas mujeres. Consta de un humor zafio, autoparódico e irritante, definitivamente pestilente que desaprovecha sus nimias posibilidades cómicas gracias a un guión que no merece tal nombre, a una puesta en escena virtual y a unas interpretaciones inexistentes. Otro churro podrido de Hollywood.

La guerra es muy perra, sí. Es brutal, horrorosa, los hombres se transforman en monstruos asesinos, montones de infelices caen como ratas y lo más cuerdo entre tanta mierda es perder la sesera y creerse un dios pagano, y lo mejor es que otros también se crean el bulo y lo idolatren, mientras el dios se dedica al noble oficio de la cría de papagayos y la carnicería, rebanando cabezas. Y ya de risa, con dos huevos le envían al coronel Kurtz a un capitán no muy centrado para que lo liquide por loco. Pero si parece el inicio de un chiste.
¿Y por qué no van ellos y destrozan toda la jungla donde está escondido el chiflado con una pasadita de napalm, con lo que les gusta su olor por las mañanas (como si fuera colonia de baño, vaya), y así matan todos los pájaros de un tiro? Si ya hay que ser tontos, ya. Si al final no se sabe quién hace más oposiciones para el manicomio. Bueno, que se nota que todo este rollo me ha parecido una rayada psicodélica como un camión, supongo. Ah, y menos mal que he visto la versión de dos horas y veinte minutos. Si llego a ver la de tres horas y media, me quedo en estado catatónico seguro. Resulta que tras el visionado de esta pretenciosa cinta bélica, uno acaba hasta los mismísimos de la guerra de Vietnam, de los soldados y oficiales estadounidenses y de la madre que los parió.

El capitán Wiesler (Ulrich Mühe) es un severo oficial, extremadamente competente, de la Stasi, la todopoderosa y ubicua policía secreta del régimen comunista de la RDA. Cuando en 1984 le encomiendan que espíe a la pareja formada por un prestigioso escritor y una popular actriz, no sabe todo lo que esa misión va a influir en su propia vida...
Fue Oscar a la mejor película extranjera y obtuvo premios allá dónde fue y eso realmente es lo de menos. Lo de más es que ¨La vida de los otros¨ es una de las más arrebatadoras, escalofriantes y desarmantes películas de los últimos tiempos, logrando extraer de mi conciencia y corazón, una adhesión emocional incondicional, emocionándome y erizando mis sentidos.
Sobria, precisa, detallista, es una narración admirable y fabulosa de un relato ya de por sí sumamente apasionante, dotado de un ritmo interior que se traduce en una exposición magistral de lo que cuenta.
Con una bestial, terrible, intepretación de Ulrich Mühe, esta obra maestra del cine moderno dirigida por el desconocido Henckel-Donnersmarck es, en fin, una plasmación tan estruendosa como luminosa de que la emoción, intrínseca a todo ser humano, es capaz de dominar y derribar lo más férreo, dictatorial o absurdo que se aparezca ante nosotros. Maravillosa.

Una comedia de gran popularidad y éxito crítico, resultado del talento de los actores y de un guión del Monty Pytnon Cleese, bajo la batuta del veterano y solvente Crichton.
Film de humor corrosivo, negro y socarrón, es una sátira tan demoledora como divertida del sexo y de la corrección inglesas en particular, así como de la condición humana globalmente considerada. Es una sátira venenosa y magnífica, a veces hiperbólica y gruesa, pero muy bien trabada, ingeniosa e imaginativa. Acompaña al guión la idoneidad de un reparto en estado de gracia, con un perfecto trabajo cómico de cada uno de ellos, siendo especialmente afortunados los ¨sketchs¨ de las seducciones de la perversa y erótica Lee Curtis al apocado y correcto Cleese, y toda la relación del americano orgulloso Kline con el británico tartamudo.
Se trata, pues, de una comedia magnífica y bien medida, caústica y sangrante, pero que entronca a la vez con la comedia clásica americana (el éxito USA es fácilmente explicable, pues pese a que la esencia de la historia es británica se parodia sobremanera a éstos; qué cosa mejor para los patrióticos yanquis) a la que se da, eso sí, un aire más libertino y grueso de lo más agradecible.

Brillante ejercicio de peloteo por parte del cine francés al cine de Hollywood para intentar lograr la ansiada estatuilla a la mejor película. ¿Por qué a quién no le gusta ver fotos de cuando era niño y qué le digan lo guapo que era? Pues algo así hace la película, tratando de poner la elegancia y personalidad que caracterizan al cine francés al servicio de un retrato del Hollywood de los años 20-30. Si bien las actuaciones no están mal y su carácter mudo le aporta estilo y te hace imaginarte el cine de la época, la ausencia de banda sonora en algunas escenas resulta bastante incómoda al oído. En general considero que está bastante sobrevalorada ya que se trata de un refrito ñoño, forzado, predecible y visto mil veces, bueno, esto último para los que no hayan empezado a ver cine mudo con esta mediocridad. A falta de innovaciones, habiendo explorado todas las facetas y habiéndose dirigido a todos los rumos, al supuesto artista cinematográfico de hoy en día sólo le queda buscar la rareza extrema o la melancolía de tiempo antiguos donde el cine aún era una forma de explorar, aún virgen.

Solo los idiotas viven en una broma constante; solo los idiotas no son conscientes de cuándo una broma deja de tener gracia, si es que la ha tenido en algún momento; solo los idiotas pueden hacer una mofa tan burda, infantil y manipuladora de una tragedia como la del holocausto nazi; solo los idiotas pueden pretender que convertir un genocidio en un absurdo juego de niños mueva a la hilaridad. Pero no conozco a un solo idiota al que no le guste la pasta, y aquí viene a huevo. Pero es que además el guión es demencial, las interpretaciones vomitivas. No tengo palabras.

Muchos otros han tratado el tema del nazismo desde la óptica humorística, desde Lubitsch (brillante) hasta Chaplin (decepcionante), pasando hasta por Tarantino (irreverente). Pero ni estos tres ni los restantes se han meado en la cara de los muertos ni en la inteligencia de los espectadores. Tal vez porque los tres aludidos son personas inteligentes y los dos primeros vivieron de primera mano aquellos años oscuros. Es lamentable comprobar cómo a una notable mayoría de público le gusta la morralla pornográfica. Porque esto es pura obscenidad, está fuera de escena, de sitio, de lugar y de moral. ¿En serio que la gente puede maravillarse con este atentado al entendimiento, el buen gusto y la memoria de millones de personas? Durante años me he negado a ver esta bazofia, pero finalmente me la he tragado, casi obligado por las circunstancias, y mis peores presagios se han cumplido.

Benigni, aparte de esta mierda, ¿qué coño ha hecho? Echar una ojeada a su filmografía es correr un serio riesgo de apretón. Por lo que a mí respecta, sólo le queda una cosa por hacer: morirse. Le sugeriría un campo de concentración a pleno rendimiento, a ver si entonces llega a los mil puntos. En mi humilde opinión, que es la que valoro cuando cuelgo uno de mis comentarios, la película más sobrevalorada de la historia, y una de las más nocivas, pues banaliza de un modo impresentable un tema que únicamente a un indocumentado, a un ingenuo, o a un corrupto sin escrúpulos, puede hacerle gracia. Quiero creer que la peña peca de ingenuidad.

Si fuera judío, me cagaría en su puta madre.

Penn construye una película del género negro de corte bastante clásico, en la que el color sustituye al blanco y negro, y donde tan importante como la trama detectivesca es la peripecia emocional de los protagonistas. Un filme sobrio, sin estridencias, con una buena historia y un final que plantea una incógnita crucial sobre la suerte que corre el bueno de Hackman, en uno de sus mejores papeles. La película cuenta con algunos atractivos añadidos, como ver a James Woods en uno de sus primeros papeles, y a una Melanie Griffith casi adolescente, luciendo una sensualidad y un físico de auténtica Lolita. Una buena película que encierra algunos paralelismos con “Chinatown”, casi simultánea a ella, pero que no tuvo tanta suerte de público y crítica, a pesar de que las diferencias de calidad son mínimas.

El guión és flojo de principio a fin, con unas lagunas kilométricas, las interpretaciones son penosas, en especial la de Melanie Griffith, si algún incauto os aconseja ver tamaña estupidez ignoradle por completo, pues el aburrimiento os paralizará y caeréis en un profundo sueño.

Un grupo de cinco soldados secuestran durante la guerra del Vietnam a una muchacha vietnamita tratándola salvajemente hasta asesinarla. Uno de ellos (Fox) pretende denunciar el caso al no entender los hechos y sentirse también indirectamente culpable de no haber salvado a la inocente chica. Basada en hechos reales, realmente patéticos, una película endeble, nueva muestra del sobrevalorado talento de De Palma.
Quiere ser un film-denuncia de una de las más siniestras y estúpidas guerras que el imperialismo americano haya emprendido en su historia (y mira que lleva metiendo la pata años). Resulta dura y apunta rasgos de cómo es posible mantener una actitud ética en medio del fregado bélico, más una excusa patrioterista de muestrario de poderío destructivo que ninguna otra cosa, y simboliza la guerra como la más grande de las dictaduras individualistas (el sargento a un cabo, el cabo a un soldado raso, el soldado raso a una pobre vietnamita...), como el contexto de locura idóneo para que el ser humano se desnude, deshumanizándose sin vergüenza, y se salte todas las reglas, bestializándose (unos a su pesar, otros encuentran allí terreno abonado). En suma, todas esas cuestiones tantas veces expuestas (y sobre todo en tantas películas, muy malas casi todas, sobre la guerra del Vietnam) en las cintas bélicas pero sin que llega a emocionar ni convencer a nadie: la mediocre interpretación (fracasa Fox en su cambio de registro y es incapaz de expresar fuerza en un personaje que debe ser interpretado a base de gestos, miradas, Fox sólo ofrece balbuceos), el bordeamiento efectista y un guión hueco-discursivo la hacen una película decepcionante.

Sin duda, un proyecto nada fácil para Polanski dónde la adorable y mítica novela de Dickens era un terreno tan productivo como lleno de minas, ante la posibilidad de que Polanski quisiera o bien personalizar hacia sí mismo la novela, o bien fuera absolutamente poseído por ésta, despersonalizando su indisoluble y espléndido sello personal.
Afortunadamente, la cosa quedó a medio camino, con el resultado de una obra muy notable y considerable, además de muy meritoria, solapándose lo mejor de la novela con la esencia del cine polanskiano.
Dotada de una arrebatadora solidez en la creación de los ambientes y de la atmósfera, en un impecable trabajo formal, transmutando ejemplarmente el mundo, el paisaje y la galería de personajes dickensianos.
A ello se solapa lo mejor de Polanski, su maestría en la puesta en escena y su falta de compasividad con los personajes, obteniendo excelentes interpretaciones/caracterizaciones, en un tono muchas veces entre lo sádico y lo melodramático.
Así, resulta un ¨Oliver Twist¨ bastante dickensianoo y suficientemente polanskiano. Una producción de alto nivel.

Generalmente, he considerado siempre a Huston un cineasta sobrevalorado, dónde sus más bendecidas películas (véase ¨Moby Dick¨ o ¨La reina de África¨) se han desinflado como un globo con el paso del tiempo. Para mí, lo mejor de Huston está, aparte de en la soberbia y primeriza ¨El halcón maltés¨, en el díptico que forman ¨El tesoro de Sierra Madre¨ y ya, en plena madurez, la maravillosa, lúcida e inolvidable ¨El hombre que pudo reinar¨. Ambas pertenecen a la estirpe del cine de aventuras, pero nada al uso; tienen, en fin, un sello propio, una esencia, un estilo hustoniano.
Aquí, Huston hace de su capa un sayo y logra un tridente de personajes propios, únicos, hustonianos: son héroes solitarios, auténticos perdedores, seres humanos errantes, individualistas, lo que les lleva a perder cualquier dorada, o simplemente normal, oportunidad. Bogart hace quizás la más compleja interpretación de su carrera: un personaje lleno de paranoica desazón, rayando la locura; Walter Huston, grandísimo actor de siempre y padre del director, recibe de su hijo un regalo de personaje, absolutamente adorable en su madura sapiencia (Oscar al mejor secundario); Tim Holt es el complemento perfecto de ambos, el contrapeso ideal.
Así, se construye un clásico en el gran sentido del mejor cine americano y una obra maestra genuinamente hustoniana. Aquí sí, Huston es el hombre que reina.

Los violentos años veinte¨ es un clásico indiscutible del cine negro, un film unánimemente considerado como referencia para el género, una obra maestra. No voy a blasfemar porque no voy a negar nada de todo esto, salvo lo de la obra maestra. ¨Los violentos años veinte¨ es una buena película, pero no una pieza sobresaliente. Me parece una película magnífica cuando es tratada como un documental, pero solo me convence en los quince minutos finales cuando es pura ficción. Sociológicamente, me parece una película considerable al ser una crónica histórica de toda una década, tan clave además en la historia de este siglo cinéfilo. Cinematográficamente, la película no me llena ni emociona, pese al arte narrativo de Walsh. No me convence. James Cagney solo resulta genial al final; Bogart, en un papel mediano, no llega ni a la mitad de la altura de, ésta sí, una obra maestra de Walsh, ¨El último refugio¨; Priscilla Lane está mediocre y canta mediocremente también; Gladys George sí está magnífica y es el único personaje que me engancha.
¨Los violentos años veinte¨ es cine de gángsters, buen cine negro, un clásico que narra las dificultades de reinserción social de los soldados americanos tras la Primera Guerra Mundial, la ascensión y la caída de uno de ellos tras la dorada era de la ley Seca y el gangsterismo, la presencia de una ¨femme fatale¨ que lo autodestruye... Dicho así y viendo que lo fima Walsh, firmábamos ya la obra maestra. En el celuloide, solo me parece una buena película.

Un escultor holandés (Hauer) que mantiene un tormentoso romance con una joven muchacha (Van de Ven). Él es un cazador sexual libertino y desinhibido, ella una hermosa joven que intenta cazarlo a él.
La película que dió a conocer a Verhoeven, una obra fresca, desenfadada y cercana a lo bohemio, en un conjunto entre lo depravado y lo grotesco en una primera parte; en la segunda parte el drama gana terreno. Verhoeven demuestra talento suficiente para sacar partido a la carga erótica del icono sexual van de Ven y al potencial rudo y seductor de Rutger Hauer. Una obra interesante, aún fresca y respetable.

Todo un éxito del cine de los 80, una película idolatrada por los exégetas del cine de acción y que institucionalizó de forma rápida a Bruce Willis y su camiseta blanca de tirantes, como icono del héroe americano.
Previsible, entretenida y también bastante limitada, no obstante se mantiene relativamente fresca y es preferible al mundo digital de hoy en día, lo cual dice bastante a su favor evidentemente. Originó bastantes secuelas, degradándose paulatinamente.

Lo que en principio fue una película sin pretensiones, se ha convertido con el paso del tiempo en, sin duda, una de las cimas del cine de los 80. Desde una admirable y honesta sencillez es el retrato certero, desnudo y lúcido de tres personajes (dos masculinos y uno femenino, maravillosamente interpretados), que se desliza de la ironía al romanticismo, del drama tamizado a la dureza rocosa, en un conjunto elegante, sólido, con diálogos inolvidables (espléndido el penúltimo encuentro entre Jeff Bridges y Michelle Pfeiffer), sin caer jamás en el patetismo inútil y fácil, siendo nada menos y nada más, que una dura, agridulce, sensual, serena e inequívoca reflexión sobre lo que es, en suma, la Vida: ternura, aspereza, dolor, amor, cinismo, individualismo, necesidad de compañía/asociación, paso del tiempo, dignidad personal. Así, como un guante, se desliza y Pfeiffer hace el mejor trabajo de su carrera y queda grabada en la memoria de la historia de los dos hermanos Baker, de sus decadentes a la par que admirables actuaciones en las salas de fiestas y la voz, la figura, el encanto felino, desestabilizador, romántico, de la bella cantante a la que fichan para reflotar el grupo, e inmediatamente, su vida. Querida Pfeiffer, nunca estuviste tan hermosa.
Ejemplar Steve Kloves en su primera película.

La película más famosa en la última etapa de Wayne al suponer para éste un Oscar. Una adolescente contrata a un avejentado y alcohólico sheriff (Wayne, naturalmente) para vengar el asesinato de su padre. En verdad rutinario y muy aburrido, de convencional puesta en escena, endeble argumento (jamás llega uno a encariñarse con los personajes ni a emocionarse) e inapreciables virtudes, es un western discreto pese a su fama, y del todo olvidable, dónde la madurez de Wayne no brilla para nada, más bien todo lo contrario (baste echar un vistazo a sus últimos films de actor-director, ideológicamente detestables), pareciendo el premio otorgado más un Oscar honorífico que un Oscar específicamente merecido por tan inane film: muy caro ejemplo, por otra parte, de la enorme decadencia del género en su época. El señor Hathaway las tiene muchísimo mejores.

Título mítico en la obra fordiana. Prolongación en varios aspectos de la dramática, tangible leyenda y prodigio narrativo de ¨Las uvas de la ira¨ (la magistral y encantadora fotografía; la Madre fordiana, aunque con menos fuerza interpretativa y específica que en aquella; el tono de nostálgico desamparo de los individuos dentro de la cohesión del núcleo familiar; la propia densidad de la historia...), narra a través del niño Roddy McDowall (prodigiosa interpretación), recordándolo como hombre, los tiempos de su infancia en el frondoso valle galés dónde la negrura de la imprescindible minería, motor de todo un pueblo, quema y ensombrece de tragedia el escultural verdor del valle, la armónica gravedad de la Vida. Es otra mirada de Ford hacia la tristeza de ver cómo el valle que fue verde ya no es valle, que el dinamismo ha dado paso al estancamiento, que la Vida ha dado paso al desarraigo contemplativo. Es una oda de Ford a los tiempos pasados.
Aguda, impresionante en su ámbito costumbrista, incomparable en su dirección artística (con la encantadora Maureen O´Hara a la cabeza), producen estupefacción las dotes narrativas de Ford para contar con una cámara y a partir de ahí, deslizarse e interaccionar todos los géneros cinematográficos que imaginarse puedan: la comedia pura y costumbrista; la tragedia; el melodrama; el drama intimista.
Una obra maestra irreductible de una espesura esplendorosa, brillante a todos los niveles y muy admirable en un muy concreto aspecto: la lección de ética y religión que el católico Ford ofrece con su mirada de hombre tranquilo. Tomen notas los beatos/as pues este film vale por más de un millón de misas o litúrgicas predicaciones al pie del cañón.