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¡Gran película! No se me hizo lenta en absoluto. De hecho, es de las pocas en donde encontré que todo corría a la perfección: música, fotografía, guión, actuaciones. Absolutamente todo encaja, y la forma en que la información va siendo entregada, en forma paulatina y fragmentada, te hace incluso llegar a ver más allá una simple película. En una palabra: reveladora.
Sarah se encuentra correcta e infelizmente casada con Stephen Rea, y probablemente habría continuado así si no hubiese conocido a Maurice, quien enciende ese tipo de amor que difícilmente no deja estragos en su camino. Él siente celos hasta de las medias que cubren las piernas de Sarah en su ausencia, y ésta se pregunta si no habrá otro tipo de amor que no sea el que se tiene como acto de fe, más allá del deseo, del cuerpo, más allá de la distancia y las limitadas posibilidades sensoriales.
Amantes que se ven forzados por el destino a quebrar el presente como ofrenda divina. De aquello sólo puede esperarse odio, resentimiento y destrucción, el que es ejercido por Maurice en venganza de una Sarah que lo ha abandonado por amor; es la pregunta acerca de la identidad de este amor lo que desata la psicosis y el ocaso.

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