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Ridícula, sí, ¿pero y lo que uno se puede reír con semejante despropósito? Eso no tiene precio.

Si se hubiera rodado en la época de Ronald Reagan y el protagonista fuera cualquier carismático actor de la vieja escuela no habría dado tanto que hablar, pero con un protagonista que no es ni más ni menos que ¡El presidente de los Estados Unidos! en la época Bill Clinton convierte a esto en una parodia por sí sola.

Lástima que no fuera ese su enfoque, sino que no fuera más que propaganda patriótica sobre el americano perfecto.

Para echarse unas risas. O llorar. Depende como se quiera ver.

Mi mayor queja es que no me divierte como película de acción, así que para mí se queda en el bando de despropósitos.

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