Ficha ¡Que viva México!


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Críticas de ¡Que viva México! (1)


mahotsukai

  • 14 Jul 2023

8



Destacable y divertida quinta entrega de la hasta ahora pentalogía de sátiras políticas de Luis Estrada.

Francisco Reyes es un exitoso ingeniero de clase media alta que se esfuerza por satisfacer los requerimientos de su tirano jefe, el presidente de la compañía. Destinado aparentemente a mayores logros, recibirá una inesperada llamada de su padre, que además de recordarle sus humildes orígenes, demandará su presencia en el funeral de su abuelo minero.

El legendario Luis Estrada, talentoso narrador y crítico social, alabado por su inigualable estilo de comedia negra y sátira donde despelleja sin tapujos la corrupción del gobierno mexicano de turno, sin importar el color político, se embarcó a inicios de 2021 en la producción de su quinta sátira política, que llevaría por nombre “¡Qué Viva México!” (2023). Siempre atento a la contingencia sociopolítica de su país, Estrada ideó una nueva sátira en un país que poco a poco había fruncido el ceño a una serie de polémicas protagonizadas por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), mejor conocido como AMLO, en sus primeros 3 años de gobierno, después de que asumiera el poder, según la mayoría de las encuestas, con altísimas expectativas. Entre estos “detalles”, la polémica de la lotería del avión presidencial, la divulgación de una suerte de “Carta Moral”, su supuesta intención de modificar la Constitución para reelegirse como presidente, su débil resistencia al narco y su fallida “campaña” por erradicar la corrupción en las instituciones políticas.

Hasta ese momento, nada hacía presagiar que Estrada, uno de los poquísimos cineastas mexicanos despojados de ideologías partidistas y alabado por su estilo ácido y crítico a los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción de Nacional (PAN) y su variante “PRIAN”, comenzaría a recibir presiones y hostigamientos de los seguidores y defensores del actual Gobierno de AMLO por estar rodando una película criticando al gobierno. De esta forma, paradójicamente, quienes habían aplaudido entusiastamente las anteriores críticas sociales de Estrada a sus adversarios políticos (PRI y PAN) en “La Ley de Herodes” (1999), “Un Mundo Maravilloso” (2006), “El Infierno” (2010) y “La Dictadura Perfecta” (2014), ahora miraban con malos ojos que también se satirizara a su bando e ideología política y que ridiculizara también a AMLO, uno de los íconos del progresismo socialista de América Latina. Las críticas se volverían más fuertes después del estreno del film luego del acuerdo de distribución con Sony Pictures, cuando importantes productores de TV que otrora antagonizaban con el gobierno y el mismísimo AMLO catalogaran la película como un producto que “denigraba al país” y a Estrada como un “traidor y vende patrias”. Por supuesto, los críticos profesionales se mostrarían más a favor que en contra, pero la avalancha de críticos ciudadanos, el pueblo que apoya el gobierno de AMLO, no dudaría en denominar a la película como una vulgar mentira sobre la 4ta Transformación, el programa de gobierno del actual presidente mexicano.

Lo cierto es que Estrada se despacha una película que a pesar de ser bastante más larga que sus cuatro predecesoras, mantiene prácticamente intacta la inteligencia narrativa y cortopunzante que le han valido el reconocimiento de los críticos y la crítica de los aludidos. Por supuesto, no está exenta de uno que otro altibajo narrativo, pero goza de un competente ritmo gracias a la cantidad de personajes y situaciones cada vez más bizarras que se van sucediendo a medida que la trama se va desenrollando. De esta manera, siempre a partir de una historia común con personajes cotidianos del México del siglo XX y XXI, inicialmente algo ingenuos que terminan siendo propensos a corromperse a medida que tienen contacto con el máximo poder, accediendo a ciertas migajas que sus superiores les van dejando, Estrada presenta, en primer lugar, a una familia de clase media-alta pretenciosa y altiva que esconde un pasado de pobreza que les avergüenza. Por otra parte, la enorme, disfuncional y bizarra familia de la que proviene el protagonista, con una indesmentible riqueza de caracteres y conductas atípicas que entre sorprenden y sacan carcajadas al público por su extravagancia. Dentro de ello, se advierte una de las tónicas en los guiones de Estrada, la eficiente construcción de los personajes protagónicos que suelen ser ingenuos, pero siempre propensos a la corrupción del sistema, como veremos a continuación.
Francisco Reyes es un joven y exitoso ingeniero que tiene un origen muy humilde, pero que con esfuerzo y trabajo salió de su polvoriento y casi abandonado pueblo para no regresar más. Vive como un nuevo citadino de clase media-alta y está a punto de acceder a una gerencia en un corporativo gracias a prácticas laborales que incentivan el despido de personal de baja categoría para mejorar la tecnología de la empresa y una constante adulación a su tirano e inmoral jefe, quien no pierde ocasión de todas formas de ningunearlo. Está casado con Mari, una hermosa y clasista mujer que gasta su tiempo en malls (tiendas de departamento), maltratar a su criada e ignorar a sus hijos, quienes parecen ser los únicos personajes libres de arrogancia y pedantería por su niñez. Como es de esperarse, la relación de pareja de Francisco y Mari está sujeta a las oportunidades de mejora en la calidad de vida que el jefe de familia tiene a su alcance y no a un amor verdadero, aunque en el epílogo pareciera lo contrario. De hecho, hay cierta secuencia en la que Francisco le insinúa a Mari que su familia también tiene un origen muy pobre y que salió de la pobreza por medios ilícitos. He aquí los primeros elementos narrativos interesantes: altivismo, clasismo y racismo.

Luego tenemos a la familia original de Francisco, que como ya adelanté es un espectáculo aparte por sus excentricidades y caracteres. Para los más críticos podrá parecer más un desfile de freaks que otra cosa, pero a ciencia cierta que en nuestras sociedades se pueden encontrar personajes así y digo “nuestras sociedades” porque insisto en que esta sátira no es meramente mexicana. La familia central la conforman tres hermanos cuyo padre minero acaba de fallecer dejando a su esposa, además de harta y maldiciéndolo, en la pobreza extrema aparentemente. Estos tres hermanos son un desempleado flojo (padre de Francisco), un sacerdote gay y supuestamente pedófilo y un abusador alcalde del pueblo, que como es de esperar tienen una relación espantosa A su vez, los hijos e hijas de estos hermanos, siendo el más prolífico el padre de Francisco, expanden las tensas relaciones entre sí dedicándose a actividades ilícitas o poco decorosas, encontrándonos a policías corruptos, narcotraficantes, ladrones, travestis de prostíbulo, enfermos mentales, mariachis aprovechadores y varias mujeres que sólo se dedican a quedar embarazadas. He aquí ahora los segundos elementos discursivos: envidia por el éxito de otros familiares, satisfacción por el fracaso de los que salen de la mediocridad, abusos de quienes tienen más contactos con el poder y la corrupción y, por supuesto, rencores.

Sin embargo, hay un elemento que los une a todos sin importar condición familiar y económica: la codicia, el verdadero tema central del film. “¡Qué Viva México!” (2023) trata efectivamente de las luchas intestinas que llegan a establecerse entre todos los miembros de la familia, a destacar la existente entre los tres hijos patriarcas (el desempleado, el sacerdote y el alcalde) y, a la vez, de estos que son tíos y el propio progenitor contra el propio Francisco, que resulta beneficiado como verdadero heredero de un tesoro minero del abuelo. La actitud del padre de Francisco, con la condescendencia de la madre también, dejará poco a la imaginación entonces para las muestras de ambición de hermanos, hermanas, primos, primas y parejas (y/o parásitos) de estos, e incluso de la matriarca de la familia, la abuela de Francisco y Mari, la estirada e interesada esposa del protagonista que lo convence de volver al pueblo que intenta enterrar en sus memorias para ver si el testamento del abuelo lo incluyó. La verdad es que Estrada no hace distinciones a la hora de mostrar toda la inmundicia de la codicia en todos los personajes, dando cuenta en mi opinión de un efecto humano universal y no exclusivo de los mexicanos o latinoamericanos en general.

Ya he mencionado la virtud del film de tener una riqueza y variedad de personajes y situaciones surrealistas absolutamente desternillantes, pero de nada servirían estas si el director no tuviera la suficiente inteligencia emocional y narrativa para exponerlas y potenciar el ritmo. Y lo cierto es que, a pesar de durar más de 3 horas y 10 minutos, “¡Qué Viva México!” (2023) tiene un ritmo bastante funcional en general. Si bien utiliza el acostumbrado y característico relato lineal de sus anteriores sátiras políticas, Estrada emplea también otros recursos narrativos para desatar esta sátira como, por ejemplo, flashbacks en la fórmula de sueños/pesadillas de Francisco especialmente en el prólogo (las secuencias del fusilamiento de Pancho a manos de sus propios abuelo y padre por ingrato, mientras ofrece una cena de gala a su jefe en casa; o las amenazas del abuelo a un preadolescente Francisco de no revelar el tesoro que ha encontrado y guardado) como en el epílogo (las escenas en las que cuando cree haberse liberado de su molesta familia, los encuentra a todos instalados después de haber sido desalojados del pueblo; o su esposa embarazada vestida en harapos y sentada en las piernas de su hermano narco).

Aun así, quizás lo más interesante son las secuencias de realismo mágico que abundan por doquier, por nombrar: el recibimiento en el pueblo a modo de asalto del mapache (antiguo amigo de la infancia del protagonista) y su banda y luego el regreso de sus pertenencias al identificarlo y saludarlo; el velorio del abuelo que ya lleva 3 días pudriéndose sobre una mesa a la espera de la llegada de Pancho para ser enterrado, y las respectivas y obligadas muestras de cariño y besos al cadáver); las infidelidades de Pancho con la fogosa novia de su hermano narco (anecdóticamente auspiciado por su padre para aplacar la ira de su hijo) y paralelamente de su esposa Mari con dicho hermano, a modo de “cambiaditas”; el noviazgo de la criada de Pancho con el hermano retrasado de éste, cuyo compromiso matrimonial la convierte ahora en su cuñada; la defensa armada de Pancho cuando sus familiares ingresan a su habitación como buitres para ver qué contiene el gabinete heredado por el abuelo y que termina con la muerte del proxeneta y novio del hermano travesti de Pancho; el funeral expreso y abandono del cuerpo insepulto del ex proxeneta por parte de su viudo travesti al enterarse todos del lugar donde se escondió el tesoro; el trato oculto de Pancho con su tío alcalde, para salir de la cárcel; la defecación de Pancho sobre la tumba de su abuelo, como desprecio por toda la desgracia que le ha traído su herencia; la búsqueda infructuosa de 20 días y 20 noches de Pancho del tesoro y el fortuito desenterramiento de la minera canadiense-americana, entre muchos momentos graciosos e increíbles.

Respecto al subtexto político, en mi opinión esta quinta sátira política de Estrada, con todo, es la menos incisiva y ácida que las realizadas al PRI y sus 80 años de gobiernos “democráticamente” electos en “La Ley de Herodes” (1999), al gobierno de derecha de Vicente Fox en “Un Mundo Maravilloso” (2006), su sucesor Felipe Calderón en “El Infierno” (2010) y al retorno al poder del PRI con el gobierno de Enrique Peña Nieto en “La Dictadura Perfecta” (2014). La verdad es que la exagerada reacción ofendida de los partidarios del presidente mexicano es tan absurda como cínicas son las críticas del propio presidente AMLO al film al que calificó de “progre buena ondita, pero destinada a los conservadores”. De hecho, es curioso que el mandatario y sus seguidores acusen a Estrada, un director identificado siempre y abiertamente con ideas políticas de izquierdas, como un “vendido”, cuando lo único que el cineasta está exponiendo (o denunciando) es que el país, supuestamente encaminado hacia un nuevo horizonte de más derechos para la clase trabajadora y la exigencia de mayores aportes sociales de la clase acomodada, sigue sumido en el mismo problema de siempre, el clasismo, el racismo, la corrupción y una actitud casi amnésica de los actos pasados de quienes hoy gobiernan el país. Es decir, el mismo PRI disfrazad de Nueva Izquierda.

No hay que olvidar que el actual mandatario mexicano fue miembro del PRI y el PRD, partidos con un historial de corrupción (como todos los del país, por cierto) al que después de un tiempo abandonó supuestamente por no tolerar su corrupción y crear su propio partido MORENA, con el cual llegaría al poder. Estrada realiza un par de referencias directas a AMLO en la película como el retrato presidencial en la oficina municipal del corrupto alcalde (una alusión a la ingenua promesa del gobierno de acabar con la corrupción, incluso si la existe desde su propio seno), el mega cartel en el que se postula para un hipotético nuevo sexenio 2024-2030 (una referencia a su supuesta intensión de modificar la constitución para reelegirse) y un avión que cruza por detrás de dicho cartel (una evidente mueca al irrisorio episodio de la venta del avión presidencial. Sin embargo, probablemente, el más ácido y que quizás moleste más a sus partidarios es la mención de la “Cartilla Moral”, una actualización de realizada en 1952 por Alfonso Reyes, un decálogo (en realidad 12 capítulos) que pretende establecer qué es lo moral y lo inmoral según el gobierno. Este elemento nos lleva a un hecho indesmentible que se refleja en varios momentos del film, la distinción social. Lamentablemente, ha sido el propio presidente mexicano quien ha reforzado esa idea de “nosotros los buenos y ustedes los malos” con su discurso separatista en el que diferencia a los ciudadanos en “pobres y ricos”, “trabajadores y empresarios”, entre “indígenas y mestizos”, entre “progresistas y conservadores”, entre “honestos y corruptos”.

“¡Qué Viva México!” (2023) tiene un reparto realmente competente y disfrutable. Primero, y cómo no podía ser de otra forma ya que es el gran socio de Estrada en toda pentalogía política, tiene a Damián Alcázar como un enorme pilar interpretativo. Dotado de un histrionismo y cinismo geniales, Alcázar ha siempre protagonizado las sátiras de Estrada, el alcalde Vargas en “La Ley de Herodes” (1999), el suicida Juan Pérez en “Un Mundo Maravilloso” (2006), el “regresado” devenido en narco y sicario “Benny” de “El Infierno” (2010) y el gobernador Vargas en “La Dictadura Perfecta” (2014) y en “¡Qué Viva México!” (2023) no podía ser de otra forma. Se da maña de interpretar, y de paso caricaturizar, a tres personajes, en concreto a los tres hermanos mayores: el desempleado aprovechador (padre de Pancho), al sacerdote gay y al alcalde corrupto. Lo mejor de todo es que logra diferenciarlos y relacionarlos eficientemente.

Sin embargo, tiene un sorprendente socio en Alfonso Herrera, ex cantante de RBD devenido en actor quien encarna a Francisco Reyes (“La Dictadura Perfecta”, 2014), el altivo ingeniero que busca llegar a la cima sin importar si tiene que eliminar amigos o adversarios del camino y soportar el ninguneo de su déspota jefe. Herrera demuestra haber alcanzado una madurez interpretativa necesaria para encarnar personajes protagónicos que son parte de una sátira, lo que no es fácil sobre todo teniendo en cuenta que su personaje es probablemente el menos caricaturesco/caricaturizado de toda la fauna de personajes creados por Estrada.

Los repartos de las sátiras de Estrada suelen ser esencialmente corales, a pesar del protagónico de Damián Alcázar, y en esta ocasión de Alfonso Herrera, pero también siempre es fundamental y un tremendo aditivo la participación de Joaquín Cosio, uno de los mejores actores mexicanos de las últimas décadas. Si bien no ha participado de todas las sátiras de Estrada, Cosio se ha convertido en otro referente del cine del cineasta chilango, encarnando personajes excesivamente surrealistas y graciosos como el “Cochiloco” de “El Infierno” (2010) y el Lic. Morales de la Oposición en “La Dictadura Perfecta” (2014). En esta ocasión también se convierte en otro pilar interpretativo, encarnando también a tres personajes: el hijo policía corrupto del alcalde, el hermano retardado de Pancho y el abuelo y patriarca minero de toda la familia. Lo mismo que Alcázar, su experiencia y dotes le permiten construir personajes diferentes y, más aún, totalmente surrealistas.

El resto del reparto aporta lo suyo convenientemente: Ana de la Reguera (“Army of the Dead”, 2020) como Mari, Ana Martín (“La pasión de Isabela”, 1984) como Dolores, Angelina Peláez (“El Infierno”, 2010) como Pascuala, Zaide Silvia Gutiérrez como (“El Infierno”, 2010) Socorro, Sonia Couoh (“Nudo mixteco”, 2021) como Lupita, Vico Escorcia como Bartola, Natalia Quiroz como Pánfila, Álex Perea (“Arráncame la Vida”, 2008) como Rufino, Luis Fernando Peña (“La Dictadura Perfecta”, 2014) como Hilario, Cuauhtli Jiménez (“Como te ves, me vi”, 2017) como Jacinta, Mayra Hermosillo como Gloria, Fermín Martínez como el Lupe, Enrique Arreola como Cruz, Rafael Camarena como Tony, Mayte Fernández como Cati, Amaury Reyes como Brayan, Salvador Sánchez (“Canoa”, 1975) como notario/don Florencio, José Sefami como don Jaime, Flor Eduarda Gurrola (“Sexo, amor y otras perversiones”, 2006) como Florecita, Ariane Pellicer (“Gertrudis”, 1992) como Catrina, Sebastián García como Pancho niño, Marius Biegai y Daniel Raymont como los ingenieros gringos, entre otros, todos interpretando personajes que no tienen desperdicio alguno.

A nivel técnico, la película es completamente satisfactoria. La fotografía principal se inició el 30 de agosto de 2019 y finalizó en octubre del mismo año, en el Pueblo Mágico de Real de Catorce en el norte de San Luis Potosí, México. Una locación perfectamente escogida por Estrada por su pasado minero, que incluye una leyenda sobre 14 ladrones que se habrían escondido en las minas de plata de la zona hacia 1778. Una vez explotada todas las vetas de plata, el pueblo quedó relegado al olvido convirtiéndose en una ciudad fantasma. Recién en 2001, el gobierno invertiría en ella en términos turísticos, incluyéndola en el Programa Pueblos Mágicos de la Secretaría de Turismo. Los principales escenarios utilizados por Estrada fueron varias minas abandonadas, el Socavón de Purísima y la plaza de Hidalgo de la ciudad. El resto se filmó en los Estudios Churubusco en México D.F.

La música contó por parte de Nacho Mastretta. Por supuesto se incluyeron versiones de viejos y archiconocidos clásicos de la música tradicional mexicana como “Volver, volver”, “Cielito lindo”, “El rey”, “México, lindo y querido”, “No rompas más”, “Jarabe Tapatío” y “Aventurera”, entre otras.

Como ya mencioné, la película tardó en estrenarse. La fecha inicial era un estreno limitado en salas el 3 de noviembre y un estreno mundial el 16 de mismo mes en todos los cines y Netflix. Estrada mismo canceló el estreno cuando vio ciertas reticencias de parte de las cadenas mexicanas de cine y de Netflix (probablemente por presiones del gobierno, ya lo habían hecho todos los gobiernos aludidos de las sátiras anteriores) y negoció con Sony Pictures para una mayor distribución, debiendo primero comprar los derechos de distribución de su propia película al gigante del streaming. Finalmente, “¡Qué Viva México! (2023) se estrenó el 23 de marzo de 2023 en cines de México, Estados Unidos y otros países. Con todo, Netflix la estrenó a nivel mundial el 11 de mayo de 2023.

En resumen, si bien no se puede obviar que se trata de una sátira social que aborda los mismos males de la sociedad mexicana (y latinoamericana, insisto) de hace décadas, estamos ante una película entretenida, ágil, surrealista y muy valiente, a pesar de las críticas y el fanatismo de ciertos simpatizantes de un gobierno que prometió muchas libertades (entre ellas, la de expresión) y que carece de buena memoria y lo peor, autocrítica y buen humor. Fanáticos políticos, abstenerse.



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