Ficha El Último Samurái

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Críticas de El Último Samurái (1)


mahotsukai

  • 2 Oct 2019

8



En la tradición de “Danza con Lobos” (1990) y “Corazón Valiente” (1995), el director Edward Zwick (“Tiempos de gloria”, 1989; “Leyendas de pasión”, 1994) trajo a inicios de siglo esta épica de marcado éxito comercial, protagonizada por Tom Cruise y Ken Watanabe.

El capitán Nathan Algren es un ex héroe del ejército estadounidense, famoso por sus hazañas tanto en la Guerra de Secesión como contra los aborígenes americanos. Sin embargo, terminados los enfrentamientos, Algren se siente desubicado, tratando de entender dónde quedaron valores como el sacrificio y el honor. Una extraña propuesta para entrenar a las nuevas fuerzas japonesas que intentan derrotar a los últimos rebeldes samuráis, le dará una nueva oportunidad.

Basada libremente en la Rebelión Satsuma (西南戦争 Seinan Senso, “Guerra del Suroeste”) acontecida entre el 29 de enero y el 24 de septiembre de 1977, la película se centra en los últimos levantamientos armados de los samuraís, antiguos guerrreros medievales japoneses, contra el Gobierno Meiji, que pretendí modernizar Japón en su totalidad, a imagen y semejanza de la cultura occidental, y eso incluía el ejército. Lamentablemente, en un período de rápidos cambios políticos sociales en Japón, no había espacio para estos valientes guerreros.

A este interesante y convulsionado contexto histórico, Zwick opta por sumarle el componente “extranjero”, con la intención de que el espectador pueda apreciar la cultura oriental a partir de los ojos y la experiencia de un occidental, el que por cierto pasa por un período de crisis existencial de importancia, que lo lleva a aceptar una propuesta, a todas luces absurda para su actual situación (estamos hablando de un capitán venido a menos, que vive a duras penas como “atracción de circo”) pero que “pega” por la insistencia real del gobierno japonés de llevar extranjeros para enseñar al pueblo técnicas y sistemas políticos, económicos y tecnológicos.

Y si bien el guión firmado por John Logan, Marshall Herkovitz y el propio director, muestra qué es lo que le atormenta tanto a Nathan Algren, el hecho es que si no fuera por un inspirado Tom Cruise, que tiene una actuación destacada, la razón por la cuál el Capitán Algren encuentra una oportunidad para redimirse pasaría a ser anecdótica. A través de unos pocos flashbacks, nos muestran que Algren tiene feroces remordimientos, pero ello parece poco probable tratándose de un soldado y jefe militar acostumbrado a la muerte, por más que ésta pueda parecer injusta. Faltó un mejor tratamiento de este punto, en especial, porque es el motor inicial por el que Algren se aventura a Japón, por más que la paga sea bastante buena.

Otro elemento del guión que pudo haber sido mejor llevado es el tratamiento de los samuráis. Zwick propone una idealización in extremis del samurái como ser humano y como guerrero, una clase en extinción que lucha por sobrevivir con honor, pasando por alto la violenta reacción que éstos tuvieron hacia la modernización de Japón, a la que se opusieron tenaz y brutalmente. Faltó equilibrio en este tratamiento, ya que si bien los samurái cuentan con la simpatía de la gran mayoría de Occidente, por su disciplina, sentido del honor y fiereza, estaban lejos de ser guerreros misericordiosos. De la misma forma, el director tampoco se esfuerza por acercar al espectador a los fundamentos de la sociedad feudal japonesa o a las directrices del budismo así como los códigos éticos y morales de los samurái, algo que le juega en contra porque da la impresión de que no son interesantes para el director.

Otro aspecto que queda un tanto al debe en el guión es la “ambigua” posición del emperador Meiji, que bien sabemos estaba obsesionado con modernizar Japón, copiando literalmente todo aspecto de la vida política, social, religiosa, económica de Occidente y cuyo nuevo paradigma social, no tenía contemplado a los viejos samuráis. En el film, se le retrata como un personaje bastante influenciable, en especial por el ambicioso empresario Omura, y su “reflexión” final, conmovido al saber el destino de Katsumoto, el último samurái, me parece muy poco probable, ya que siempre su objetivo era eliminar a los rebeldes samuráis, porque se interponían en sus planes para Japón.

A pesar de estos detalles del guión, que no son pocos, hay que reconocer que Zwick se rodea de gente competente a la hora de hacer “cine espectáculo”. Comenzando por el trabajo del fotógrafo John Toll (“Leyendas de Pasión, 1994; “Corazón Valiente”, 1995; “La delgada línea roja”, 1998) y el director artístico Christopher Burian-Mohr y su equipo –que recibieron nominación al Oscar- (“Los Picapiedra”, 1994; “Ghost of Mississippi”, 1996; “Amistad”, 1997) desarrollan un sólido trabajo, que permite al espectador trasladarse sin mayores exigencias de imaginación al Japón de 1880, en especial, el contraste entre la pequeña aldea samurái con su simpleza y respeto por la naturaleza y el nacimiento del Japón moderno, con su nueva tecnología y sus nuevas costumbres sociales.

Otro aspecto técnico destacable, es el gran trabajo de vestuario de Ngila Dickson, también nominada al Oscar en su categoría y que respeta la tradición japonesa minimalista de la vida cotidiana y la grandielocuente armadura samurái, de gran belleza artística y pragmática.

Hans Zimmer, por su parte, regala una de las más conmovedoras y emocionantes bandas sonoras del último tiempo, con un marcado carácter épico en las batallas libradas y las escenas en las que Algren reflexiona y se pone a prueba a sí mismo, como aquella emblemática en que aún en recuperación, es golpeado brutalmente por el samurái Ujio mientras aprende a usar la katana, y ante lo cual se levanta una y otra vez, demostrando su carácter y temple.

El film cuenta con actuaciones protagónicas sólidas y destacables. La gran mayoría de los detractores del film insisten en la naturaleza egocéntrica del personaje de Nathan Algren, interpretado correctamente por Tom Cruise, pero ello no es culpa del actor de “Misión Imposible” (1996), ya que es evidente que el film utiliza la figura del actor para ganar puntos, en especial, en el público femenino, además de ser el productor del filme, claro. Sin embargo, Cruise aprueba con bastante carisma y profesionalismo y deja en claro que lo suyo está en interpretar personajes (seudo) históricos, siendo otro ejemplo, el del Coronel Klaus von Stauffenberg en “Operación Valkiria” (2008).

Sin embargo, Ken Watanabe (“Memorias de una Geisha”, 2005; “Cartas de Iwojima”, 2006) se lleva todos los aplausos con su interpretación de Katsumoto, el último samurái, un personaje carismático, aunque poco probable desde el punto de vista histórico, culto, noble, valeroso, justo y patriótico. No por nada fue nominado al Oscar al Mejor Actor de Reparto y que perdió ante el gran Michael Caine. La química con Cruise es evidente y en gran medida el estadounidense se nutre de la solidez interpretativa del japonés.

Entre el reparto, tenemos a Shin Koyamada, productor de series del Canal Disney, como Nobutada, el valiente hijo de Katsumoto; Hiroyuki Sanada (“El aro”, 1998; “47 Ronin”, 2013) es el corajudo pero bruto Ujio; Tony Goldwin (“Ghost”, 1990; “Nixon”, 1995; “El sexto día”, 1999) es el prepotente Coronel Bagley; y Timothy Connolly (“Hamlet”, 1996; “Vanilla Sky”, 2001; Saga “Harry Potter”, 2004-2011; “Sweeney Todd”, 2008) como el simpático y carismático Simon Graham, fotógrafo y traductor estadounidense al servicio del imperio Japonés. Como es habitual en este tipo de film, hay pocos personajes femeninos y el hecho de que el director evite el romance, cosa que se le agradece de cualquier forma para no hacer en el facilismo narrativo, tenemos a Koyuki Kado (“Pulse”, 2001), como Kata, la hermana de Katsumoto, cuyo marido fue muerto por Algren, en defensa propia, pero por el cuál poco a poco comienza a sentirse atraída.

En resumen, una película que cumple con creces como espectáculo visual y dramático, a pesar de tener fallas de profundidad en el guión, y que puede resultar altamente agradable si uno pasa por alto que es una americanada más de Hollywood.

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