Ficha Colonia

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Críticas de Colonia (1)


mahotsukai

  • 3 Oct 2019

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Irregular y decepcionante thriller alemán dirigido por Florian Gallenberger, que intenta denunciar los crímenes del líder de la secta germana “Colonia Dignidad” en medio del Golpe Militar de 1973 en Chile.

Daniel es un fotógrafo alemán simpatizante del gobierno socialista de Salvador Allende, viviendo en Chile, que se reencuentra con su novia Lena, una azafata, días antes del Golpe Militar de 1973. El día del brutal derrocamiento de Allende, Daniel y Lena son arrestados por la policía secreta de Pinochet, siendo él torturado y enviado a Colonia Dignidad, y ella liberada. Tratando de seguir su pista, Lena se infiltrará en la secta para rescatar a Daniel.


El director del Óscar al mejor cortometraje de ficción “Quiero ser” (2001) intenta sumergirse en las oscuras y polémicas aguas de la Colonia Dignidad y el Golpe Militar de Augusto Pinochet en 1973 fracasando estrepitosamente con un film que adolece de inexactitudes históricas e incoherencias narrativas, que acaban por deslucir sus buenas intenciones de exponer esos horrores ante nuevas generaciones.

Inicialmente, debo señalar que en esta crítica -como siempre- se comentarán los aspectos del film y en ningún caso ideologías políticas. Señalado lo anterior, cabe detenerse en dos conceptos polémicos, que hasta la fecha dividen profundamente a la sociedad chilena, y que son los utilizados como leitmotiv por Gallenberger: Colonia Dignidad y Golpe Militar de 1973.

La Colonia Dignidad (ahora, Villa Baviera) fue un asentamiento ubicado en la zona central-sur de Chile, en Parral, Región del Maule, fundado en 1961 por inmigrantes alemanes, que había estado notablemente en el ojo del huracán desde sus inicios, por su hermético y estricto sistema social que la caracterizaban como una secta, pero principalmente por ser centro de detención y torturas de la dictadura de Augusto Pinochet así como centro de tráfico de armas. Además, se denunciaron, especialmente en los 90s, una serie de crímenes relacionados al abuso de menores y pedofilia, que llevaron a su líder y fundador Paul Schäfer a ser perseguido y condenado por la justicia argentina y chilena.

Por otra parte, Gallenberger contextualiza la historia de amor de Daniel y Lena en el Chile de 1973, una época altamente convulsionada en términos sociales. Salvador Allende, entonces Presidente de Chile, afrontaba una dramática crisis política, social y económica, cuyo centro se reflejaba en una creciente polarización política, en la que habría tomado parte el Gobierno de Estados Unidos con el Presidente Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, quienes financiaron y apoyaron a los grupos opositores a Allende. Finalmente, el 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas realizarían un Golpe de Estado que terminaría con el derrocamiento de Allende y su suicidio, el establecimiento de una dictadura militar y la persecución, detención, exilio y asesinato de cientos de simpatizantes y colaboradores de la izquierda chilena.

Contexto, a todas luces, de notable interés para los extranjeros fue el que Gallenberger escogió para denunciar los crímenes de Colonia Dignidad en primera instancia y la dictadura militar en menor grado, pero que desgraciadamente el alemán desperdicia de una forma infantil, ya que supuestamente estuvo en Chile en varias oportunidades documentándose, para terminar omitiendo y presenta variadas incongruencias históricas y narrativas, en el guión que escribió junto a Torsten Wenzel. Veamos por qué.

La película inicia con un inverosímil Daniel que habla español después de llevar sólo 4 meses en Chile y viviendo en un enorme departamento en el Chile socialista de Allende, en donde el director sólo muestra a un grupo de simpatizantes de Allende, todos rubios, claro, vitoreando al Presidente de las reformas. Gallenberger omite groseramente el ambiente previo al Golpe Militar, en donde no se ven por ninguna parte ni las largas colas que los civiles en Chile realizaban a diario para tratar de conseguir los productos básicos y el mercado negro imperante (propiciado por las clases altas, que acapararon los productos, claro) ni las constantes protestas sindicales, ni los enfrentamientos callejeros de los simpatizantes armados de Allende y la extrema derecha, entiéndase, el MIR (fundado en 1965, con ayuda de la guerrilla cubana) y el Frente Nacionalista Patria y Libertad, de extrema derecha (fundado en 1971, a inicios de la crisis del Gobierno de la Unidad Popular). Ni hablar que Daniel desayune tocino cuando en ese momento no había ni azúcar ni sal ni leche siquiera, en especial, para las clases más bajas, que eran las simpatizantes del Gobierno de Allende.

Una vez que se produce el Golpe Militar, tenemos la escena en la que Daniel de forma heroica (o estúpida, según como se vea) fotografía con una serenidad increíble a los militares chilenos deteniendo, golpeando y abusando de la población civil. Junto con Lena, terminando siendo detenidos, él torturado y ella maltratada, para después él ser destinado a un lugar desconocido y ella deportada. Nunca sabremos si Lena es alemana o qué, porque primera señala que es esposa de Daniel y luego dice que es su novia, y siendo azafata casi nunca lo ve, y de sorpresa lo había encontrado en Chile. Como sea, Daniel es trasladado a Colonia Dignidad y los amigos simpatizantes de Allende que alguna vez compartieron con él en mejores tiempos, y que lograron ocultarse, lo abandonan cobardemente, para decirle a Lena que “le desean la mejor de las suertes”. En fin, son tiempos de supervivencia y el activismo político no es una forma buena de ganarse la vida para ellos, en realidad. Lena, que ha sido deportada, se “libera” fácilmente de la orden deportación y se va al sur de Chile, a buscar a su amor, y nadie la detiene o persigue.

Con un ritmo bastante irregular y varias incoherencias incluso narrativas, Lena llegará a Colonia Dignidad, en donde ingresará con una facilidad que abruma. Se supone que la Colonia Dignidad es un centro de detención y tortura de prisioneros políticos de la recién instalada dictadura militar, y no hay un miserable contigente militar en los alrededor del enclave alemán para asegurar y vigilar el ingreso y salida de personas. Pero, Lena entra como si la hubiesen invitado de antes.

Sin embargo, en su interior, Gallenberger se dedicará a mostrar muy tibiamente los “horrores” de Paul Schäfer en su interior, horrores que sabemos que fueron reales, pero que para el director alemán se limitarán a la típica y ruda muestra de disciplina alemana y el siempre imperante machismo y sectarismo de género del asentamiento. Estamos hablando de un centro de detención y tortura, y a lo largo del film no veremos a ningún prisionero que haya llegado desde el exterior, excepto a Daniel, que termina por afincarse en Colonia Dignidad, haciéndose pasar por un retrasado mental, tras las torturas recibidas. Si estamos denunciando a Colonia Dignidad como un lugar donde violan derechos humanos, no podemos tener sólo a un detenido.

Por si fuera poco, los días suceden y suceden, y vemos que Lena no hace el menor atisbo para tratar de encontrar a Daniel. El ambiente opresivo y dictatorial del sistema de Colonia Dignidad debería haber hecho mella en una chica no alemana (o quizás alemana, pero no acostumbrada a vivir en una secta) y sin embargo, Lena sigue como si nada en los primeros 37 días. No tiene la menor idea si Daniel está vivo siquiera, pero sigue incólume en el enclave, hasta que por casualidad no identifica.

Gallenberger sigue sumando inconsistencias e incoherencias, como cuando Daniel descubre una cámara de tortura y cientos de pasillos subterráneos bajo Colonia Dignidad y se da el lujo de destruir la cama de torturas en donde él mismo fue torturado. Lo curioso es que no hay ni un militar dando vueltas por ahí, que lo vea y lo detenga. Recordemos que estamos en un centro de detención y tortura. Agregar que el film incluye un visita del mismísimo Pinochet a Colonia Dignidad, con muy poco parecido y una exposición de segundos, claro.

Sin embargo, la secuencia del escape es la más absurda de todas, una verdadera oda a lo inverosímil, en donde Gallenberger saca a Daniel y Lena de Colonia Dignidad sin que intervenga la policía secreta de Pinochet, y más aún escapando de Chile, en el propio aeropuerto de Santiago, en donde el avión despega ante la mirada atónita de los militares. Nuevamente, estamos hablando de una dictadura militar recién implantada, que ha tomado el control de todas las salidas del país, en especial las áreas, pero tenemos a este alemán y su novia escapando de Chile como si nada. De haber sido así, varios chilenos hubieran podido escapar de Chile y no habría habido tantas ejecuciones.

Gallenberger no filmó “Colonia” (2015) en Chile, sino que lo hizo en Alemania y Argentina. Las locaciones del Santiago sitiado por los militares fueron rodadas en Argentina, sin embargo, a Gallenberger se le olvida que está filmando un Golpe de Estado y que debería haber mucha gente y caos en las calles, sin embargo, tenemos a unas docenas de militares y civiles, que interactúan con muy poca tensión. Por el contrario, se le reconoce siquiera las locaciones en Colonia Dignidad, con una pertinente fotografía de Kolja Brandt, que rescata ese verde característico del sur de Sudamérica, pero con muy poca recreación de las actividades que realizaban los colonos, casi exclusivamente las de las mujeres, no así de los hombres.

Las actuaciones resultan bastante insípidas y poco carismáticas, comenzando con Daniel Brühl (“Adiós a Lenin”, 2003; “Bastardos sin gloria”, 2009) como Daniel, el fotógrafo simpatizante de Allende; Ema Watson (Saga “Harry Potter”, 2001-2011) es Lena, que lamentablemente no tiene química con Brühl, viéndose bastante fuera de foco en su papel. Ninguno de los dos genera carisma y simpatía en el público, que en este caso es fundamental, ya que supuestamente son héroes anónimos que escapan del mal para denunciarlo. Por lo demás, medianamente mejor lo hace el actor sueco Mikael Nyqvist (“El clavel negro”, 2007), quien interpreta al pedófilo Paul Schäfer, pero que debió tener más minutos en la pantalla.

En resumen, una temática muy interesante que fue groseramente mal aprovechada por un novato director, que no logra ni captar la verdadera tensión que un infierno como Colonia Dignidad de verdad supuso, así como el Golpe Militar de 1973, y que naufragia estrepitosamente. El espectador se quedará esperando las pruebas fotográficas reales de este horror, que existen, pero que Gallenberger nunca mostró.

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