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Cuando el mundo es un olvidado y miserable país al que nadie se atreve a mirar, el mundo tiene entonces sólo dos polos sin puntos intermedios; ni buenos ni malos, simplemente dominantes y dominados, y la vuelta de la tortilla. Hotel Rwanda llega por la intimidad, la cotidianeidad como cuenta una masacre de millones. Millones y sin embargo todo se reduce a la historia de un manager de hotel y cómo logra salvar poco más de mil vidas (mil, dentro de semejante matanza, ¿es mucho o un número ínfimo? Tal vez es demasiado).
Un drama humano, real, que nos pone en contacto con ese otro lado del horror, como en La lista de Schindler. Un drama que duele por su cercanía, porque nos muestra una realidad que no queremos ver en occidente, y porque es una historia real, contada con sobriedad, sin una exagerada sensiblería para una historia que no lo necesita. África empieza a tomarse las pantallas en son de denuncia. Espero que no se convierta en el próximo cliché comercial y sensiblero del cine norteamericano, como alguna vez llegó a ser, por ejemplo, Vietnam. Muy bien Don Cheadle en su papel.

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