Ficha Los Odiosos Ocho

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Críticas de Los Odiosos Ocho (1)


mahotsukai

  • 4 Apr 2016

5



Octavo film de Quentin Tarantino, que refleja un director con un estilo ensimismado y lejano de su verdadera esencia.

La historia está ambientada en un lugar perdido del Estado de Wyoming, pocos años después de la Guerra de Secesión (1861-1865), en la que una fuerte ventisca obliga a dos cazarecompensas, Marquis Warren (Jackson) y John Ruth (Russell) a compartir transporte, mientras Ruth lleva a la bandida Daisy Domergue (J. Leigh), para ser enjuiciada y ajusticiada. En el camino, se encontrarán con Chris Mannix (Goggins), supuestamente el futuro sheriff de Red Rock, el pueblo al que todos se dirigen, por lo que los cuatro pasajeros llegaran a la Mercería de Minnie, acaso el único techo en la apartada región para protegerse. En el lugar, no está Minnie, pero sí Bob, el mexicano (Bichir), quien los hace pasar, diciendo que es el encargado mientras Minnie cuida a su madre; además están Oswaldo Mobray (Roth), verdugo de Red Rock, el vaquero Joe Gage (Madsen) y el General Sandy Smithers (Dern), completando un grupo de ocho desconocidos en los que no se puede confiar.

Interesante, a primera vista, el cuadro de personajes que Tarantino presenta al inicio del film, pero está el detalle de que para hacerlo, se demora más de una hora de metraje y el espectador se pregunta si realmente vale la pena destinar tiempo en ello, en especial si ese espectador no es fanático y menos seguidor del trabajo del locuaz cineasta estadounidense. Y aquí quiero detenerme un poco, en la actitud de Tarantino hacia sus propias películas y hacer el comparativo con otra obra muy larga, que en su momento éste cedió a partir en dos (lamentablemente) y que aquí parece haber mandado al diablo a los ejecutivos, por cuanto se da maña de presentar la película completa, con 2 horas y 48 minutos de metraje oficial.

Pero el problema real no es el largo metraje de la película, sino la actitud del director. Tarantino está en una posición, les guste o no a los críticos y espectadores, de hacer el cine que quiera a esta altura, después de ser aclamado con justicia (o sobrevaloradamente, como algunas personas señalan) y en ello creo que el director de “Pulp Fiction” derrocha como nunca soberbia y cierta prepotencia, en especial, en su calidad de guionista. Y es que, como nunca, Tarantino muestra ese dogma de “me importa un comino si te gusta”, con diálogos eternamente intrascendentes, agotadores, cansinos, sin gracia que quizás siempre estuvieron ahí, pero que de alguna forma permanecían controlados por una narrativa y un ritmo que equilibraban la situación. Muchos consideran la lamentable partida de su editora y montajista, Sally Menke, el punto de inflexión en ello, dado que Tarantino se queda sin el talento de Menke en cortar, pegar y montar para armonizar y dinamizar sus producciones, y ello ya se advierte un poco en “Django unchained” (2012).

En fin, con una lentitud realmente abrumadora, y en la que más bien uno se entretiene con la hermosa fotografía de los exteriores, el vestuario y los interiores de esa hechizante Mercería en donde se reunirán estos asesinos, forajidos e indeseables, la acción recién comenzará a darse cuando cada uno se quite las caretas y muestre quién es. Hasta ese momento, Kurt Russell y Samuel L. Jackson no han entablado el duelo de actuaciones que se supone tendría una película como ésta, pero sí destaco a un Russell que se impone como un canalla de lo más vil. Es cierto que en el cine de Tarantino no hay héroes ni villanos (antihéroes, a lo más) pero parece que el director se esfuerza por hacer hincapié que estamos ante una tropa de malnacidos, que no tienen una moral definida: esto se ve en varios momentos, como por ejemplo, cuando un Warren que prefiere cargar muertos a los bandidos que consigue como cazarecompensas para no exponerlos al maltrato previo a la ejecución de la sentencia, ya quemó una cárcel con 47 blancos dentro; que Ruth esté dispuesto a no dejar botado a cuánto tipo se le cruce por delante en la brutal ventisca pero se dedique a maltratar, golpear y humillar a Daisy; o que a pesar de lo anterior, la bandida no pretenda generar piedad, a pesar de que le rompen la nariz, le tiran los dientes y cuánta agresión pueda existir, principalmente porque es malhablada, racista y repugnante para comer.

Recientemente, Tarantino se enfadó en una entrevista cuando le preguntaron sobre la violencia social y su rol como realizador de películas. El periodista a todas luces intentó sacarle una respuesta al iracuando cineasta, tratando de “encerrarlo” entre la violencia que se ve en el mundo actual y la violencia que sus películas siempre expelen. Con todo, los films anteriores de Tarantino parecían repartir violencia para todos lados, hombres y mujeres, blancos y negros, ricos y pobres, mafiosos y gente común, pero en esta ocasión es inevitable quedar con una desagradable sensación, en especial, en el trato al personaje de Daisy. No recuerdo haber visto a un personaje femenino más violentado, agredido y literalmente destrozado como el interpretado por Jennifer Jason Leigh, resaltando notoriamente respecto de otro tema polémico, como es el del racismo. Y la verdad es que me queda una sensación confusa con ello: ¿busca Tarantino una reflexión sobre la violencia contra la mujer (y el femicidio) o es violencia gratuita producto de una mente machista, que sabemos, al final y al cabo, tiene? También, podría ser un intento por equilibrar tratamientos a bandidos, si a los hombres los puedes mutilar y destrozar, ¿por qué a una mujer no? Después de ver tanta cizaña contra Daisy, en especial, la escena en la que Warren y Mannix la cuelgan, no me queda tan claro. Puede que la falta de igualdad para ejercer violencia sea la principal razón (en “Kill Bill”, La Novia, se desquita, acá no hay posibilidad). En fin, como nunca, Tarantino parece no tener filtro.

A veces pienso que Tarantino comienza a ser víctima de su propio lenguaje cinematográfico, en el que ya no parece tener una posición clara, sino muy ambigua, pudiendo ser un cineasta machista y misógino y, al mismo tiempo, un realizador molesto con la sociedad violenta en la que vive. En un principio, tenías las cosas muy claras.

Dividida en capítulos -una distinción del cine tarantinesco, claro está- uno puede quedarse como siempre con la vorágine de sangre del capítulo final. Tarantino, siempre efectivo para dirigir desenlaces, no escatima en violencia, ironía y asquerosidad visual para el final. Violento, porque como es de esperar, todos terminan muertos y los que quedan con vida, Warren y Mannix olvidan sus diferencias (uno es del Norte y el otro del Sur) y literalmente se cagan de la risa, mientras se desangran, en lo irónico, mientras Daisy se sacude al ser colgada.

En la parte técnica, se ha destacado el uso del formato cinemascope, o de 70mm, para tener una visión ampliada a más no poder, para esos hermosos pero inhóspitos parajes cubiertos por la nieve y esa implacable ventisca que incluso al espectador incomoda. Pero posteriormente, Tarantino en forma decidida cambia de escenario, la mercería de Minnie, en donde la utilización del formato se justifica porque Tarantino quiere un escenario en donde todos se vean las caras, en donde no haya subescenarios y, en consecuencia, subescenas, una especie de cárcel escénica, en donde todos están ahí, les guste o no.

El mítico Ennio Morriccone es el encargado de musicalizar este western, siendo un punto aparte en cuanto a aportación, con partituras que se pasean por el drama de la desconfianza y la inminente muerte, la grandiosidad de la naturaleza, entre otros elementos. Prueba de ello es que se quedó con el Oscar, el Globo de Oro y el BAFTA, todos, a la mejor banda sonora.

En resumen, una película que me generó sensaciones extrañas, empezando por estar visionando un Tarantino bastante más ensimismado y soberbio y, al mismo tiempo, poco claro con su mensaje, perdido en elementos en los que no pretende discutir con nadie. Muchos dicen que Tarantino no critica la violencia en sus películas, que más bien gusta de exponer sus diversas manifestaciones para que sea la gente la que juzgue y actúe, derribando con ello las hipócritas criticas que el puritanismo siempre le tiene reservadas. Pero lo cierto es que como obra narrativa, la película no ofrece tampoco un elemento para criticar en nuestros días, como algunos pretenden ver, principalmente porque se ahoga en su propia sangre.



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