Ficha 1492: La Conquista del Paraíso

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Críticas de 1492: La Conquista del Paraíso (1)


mahotsukai

  • 2 Jan 2018

8



Logrado y correcto aunque idealizado film de aventuras, dirigido por el prestigioso director británico Ridley Scott (“Alien”, 1979; “Bladerunner”, 1982), protagonizada por Gérard Depardieu.

El aventurero genovés Cristóbal Colón logra finalmente el apoyo de la Reina Isabel de Castilla y Aragón para financiar una expedición a las indias occidentales, que le permita al reino tener una nueva ruta comercial hacia oriente. Su aventura, por cierto, terminará con el descubrimiento de un nuevo continente.

La figura de Cristóbal Colón y su proeza aventurera en la historia universal, han sido abordada desde diferentes perspectivas a través del tiempo (por la literatura y las artes a través de los siglos; en el cine, a través de las décadas), siendo claramente polémica, pero, a la vez, muy interesante respecto a sus verdaderas motivaciones y legado. Ya en los albores del cine español, éstas habían sido abordadas en la coproducción franco-hispana “La vida de Cristóbal Colón y su descubrimiento de América” (1916) de Émile Bourgeois, en el film mexicano “Cristóbal Colón o la Grandeza de América” (1943) de José Luis Morales, en la película española “Alba de América” (1951) de Juan de Orduña, la serie ítalo-hispana “Cristóbal Colón” (1968) de Vittorio Cottafavi y la comedia “Cristóbal Colón, de oficio descubridor” (1982) de Mariano Ozores, siempre desde diferentes valoraciones, además de otros films sobre la Conquista e incluso, el Período Colonial.

Por lo mismo, no sería de extrañar que la celebración del 500° aniversario de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, o lo que los historiadores han denominado el (re)“descubrimiento” de América -despejadas ya las dudas si fue efectivamente el genovés el primer europeo en pisar territorio americano, con la evidencia de viajeros vikingos presentes en el siglo X en Norteamérica- deviniera con un vendaval de producciones y co-producciones para celebrar o conmemorar (dependiendo del caso) el encuentro intercontinental, dentro de las cuales resaltarían dos producciones centradas en el (re) descubrimiento de América, la fracasada “Cristóbal Colón, el descubrimiento” (1992) de John Glen y esta superproducción internacional hispano-franco-británica, “1492, La Conquista del Paraíso” (1492), que de la mano de Paramount Pictures sería la más ambiciosa (aunque criticada) de aquellos años.

Ridley Scott siempre tuvo claro que encabezar y concretar este ambicioso proyecto podría traducirse en una riesgosa y, a la vez, ingrata empresa, situación que quizás ni el propio Cristóbal Colón contempló cuando emprendió su viaje a las indias occidentales hace 525 años, muy a pesar de sus detractores. Y es que la carrera del aclamado director de “Alien” (1979) y “Bladerunner” (1982) atravesaba por una evidente crisis de genialidad y éxito, aunque no necesariamente de ideas, que se había reflejado en el fracaso comercial de sus dos últimas películas, “Black Rain” (1989) y “Thelma y Louis” (1991). Con “1492, Conquest of Paradise” (1492) no sería muy distinto en un principio, aunque esta vez el director británico se decantaría por presentar el descubrimiento con un tono, por momentos, demasiado épico, y por tanto idealizado, aunque estéticamente espectacular, en donde Scott invita al espectador a reflexionar sobre los estrechos límites entre el idealismo y la ambición humanas.

Y en ello, lo que más le fustigaron los críticos a Scott fue precisamente ese tono extremadamente idealizado y poco riguroso desde un punto de vista histórico con que se presenta al almirante Colón y su gesta descubridora, al punto que varios han llegado a catalogar el film como un “bonito envoltorio para una película evidentemente imperialista y pretenciosa”. Sin embargo, poco se le puede realmente criticar este punto al director de “Legend” (1986) considerando su origen (proveniente de uno los países imperialistas por excelencia, Reino Unido), el hecho de que prácticamente el principal inversionista del film fuese el Ministerio de la Cultura de España y que en la práctica fuese una coproducción europea, y finalmente que el guión fuese firmado por la periodista francesa, Rose Bosch, que investigando sobre la figura de Cristóbal Colón, terminaría por presentarlo más que nada como un visionario descubridor.

Sí, porque en “1492, Conquest of Paradise” (1492), se retrata al almirante genovés como un idealista navegante, que representa la eterna e intrínseca necesidad humana del perseguir una utopía. Y en ello, el ansia de perseguir y alcanzar el progreso: una característica que prácticamente define la esencia humana, en la figura de un rebelde que lucha contra los sectores ideológicos más conservadores y medievalistas (ciertamente, oscurantistas) que quieren que el mundo, su mundo, siga siendo supersticioso, violento y estancado intelectualmente, para seguirse beneficiando y que les permita seguir abusando de los ignorantes. Nada que no fuese normal, en todo caso, por aquellos años, y ciertamente ahora también.

De esta forma, el guión de Bosch elimina toda atisbo o reminiscencia de esta característica y normal forma de ver el mundo de aquel tiempo, para construir un personaje que recibirá la cachetada de la ingratitud de la historia esencialmente por haberse sabido granjear una cantidad no muy despreciable de enemigos en la Universidad de Salamanca, en la mismísima Corte Real y, por supuesto, en su aventura en el Nuevo Mundo. Cristóbal Colón es un aventurero que está seguro que el mundo no es plano, que el océano no está plagado de monstruos y que más allá del horizonte está la ruta para llegar a las indias occidentales, desafiando abiertamente a los grandes eruditos universitarios y eclesiásticos, y convenciendo a la mismísima Reina Isabel, quien lo llegará a tener en buena estima.

Bosch intenta explicar la ambición y los excesos de los descubridores y conquistadores y diferenciar a Cristóbal Colón del resto de los personajes principalmente por esta esencia idealista que mueve al almirante. El (re)descubridor de América no sólo busca el éxito naval y comercial que supone encontrar esa esquiva nueva ruta a Oriente, como lo hiciera Marco Polo en el siglo XIII, sino también la concreción de una realidad que su mente rebelde ha construido a través de su vida, que de paso le acarreará la gloria personal pero también la ingratitud y desprecio posteriormente. Así, en el guión de Bosch, a diferencia de Colón y salvo quienes lo acompañan como sus hermanos, sus hijos y sus más cercanos colaboradores, el resto se mueve casi exclusivamente por intereses más bien mundanos.

Si bien el guión no es realmente osado al exponer estos intereses, el espectador los puede ver (si se es mucho más crítico) en la arrogancia y miedo de los eruditos por ver tambalear el conveniente status quo ideológico (catedráticos de la Universidad de Salamanca), las luchas intestinas de los allegados a la Corte Real por obtener favores y posiciones de influencia respecto a los reyes (Tesorero Real), las amplias posibilidades de extender la ideología y supremacía católica cristiana en tiempos en que se cuestiona su poder y moral en Europa (con los sacerdotes evangelizadores) y la ambición de conquista y la posibilidad que regala el hecho de encontrar una civilización aparentemente más débil en cuanto a tecnología de defensa y organización social (mercenarios y nobles aventureros).

Como fuere, Ridley Scott firma una aventura épica, preocupándose más por presentar la lucha utópica del hombre que por exponer los conflictos internos reales que de seguro movieron a Colón a embarcarse en esta osada aventura, y como tal, el director de “Gladiador” (2000) tiene claro que para ello debe reforzar y jugársela por completo por lo estético, lo visual, para maravillar al espectador. Y en gran medida lo logra, gracias al espléndido trabajo de sus directores artísticos, Benjamín Fernández y Leslie Tomkins, y el fotógrafo Adrian Biddle (“Alien, el regreso”, 1986; “La Momia”, 1999) quien logra conferirle esa atmósfera épica que sólo las películas de Scott han logrado ir consiguiendo a través de las décadas, y que en el film se traduce en una cantidad no despreciable de enormes postales visuales como el zarpe de las carabelas desde Palos en octubre de 1492, el avistamiento de tierra y el desembarco de la tripulación, el primer encuentro con los aborígenes y el establecimiento del primer emplazamiento español en América, con la construcción de la iglesia y las casonas coloniales. No cabe duda que Scott saca el mejor partido a las espectaculares locaciones escogidas, Cáceres (Concatedral de Santa María, Plaza de San Jorge), Trujillo (Arco del Triunfo, Casa Fuerte de los Bejarano), Salamanca (Universidad, Catedral Nueva, Iglesía de la Clerecía y Convento de San Esteban) y Sevilla (Casa de Pilatos y Reales Alcázares) en España; y Tulín y Playa Blanca, Costa Rica.

Sin embargo, todo este grandielocuente espectáculo visual no logra ocultar del todo los altibajos que la dirección de Scott tiene especialmente después del primer contacto entre europeos y aborígenes americanos. A la esperada expectación y excitación que provoca en el espectador todo el preámbulo de Colón y sus conflictos con poderes intelectuales y reales, el inicio de su travesía y el encuentro de las indias, vendrá cierto decaimiento en el ritmo e interés una vez que los conquistadores logran establecerse en tierras amerindias, en donde el guión no logra convencer con un panorama real sobre qué sucede cuando dos civilizaciones opuestas de repente se ven enfrentadas por el manejo de los recursos, la hegemonía territorial y la supervivencia.

Cabe señalar también que el guión, en su afán de mantener a Colón y su empresa libre de cualquier señal de ambicionismo y avaricia desmedidas como ya señalé, omite y cambia una serie de sucesos históricos como que no haga mayor referencia a su poca habilidad para convencer al Rey Juan II de Portugal en su búsqueda de patronazgo, el hecho de que nunca se muestre de donde provienen los tripulantes de las carabelas (que la polémica “leyenda negra” señala como ladrones, asesinos y violadores), la omisión absoluta del tercer viaje de Colón (1498-1500) y/o que haya sido el mismo almirante el que haya ordenado la mutilación de las manos de los indígenas que fuesen sorprendidos robando durante las extracciones de oro. No es extraño, entonces, que las acusaciones de tiranía, tortura y explotación contra Colón, sobre nobles e indígenas, sean presentadas sólo como una muestra de la pugna de poderes con la nobleza conquistadora, con quienes el genovés habría tenido ásperas relaciones, aunque según la propia historiadora española Consuelo Varela Bueno dichas acusaciones no pudieron ser negadas ni por sus partidarios.

No obstante, a pesar de no ser especialmente críticos con estos aspectos, se debe reconocer que Scott deja la sensación final en el espectador que en su afán de convertir el paraíso descubierto en algo que le recuerde lo máximo posible sus orígenes (la impronta de los conquistadores de emular Europa en las tierras recién descubiertas) y la desmedida ambición de algunos de sus aventureros (la extracción de oro y la exclavitud indígena), una vez más el hombre “pierda” el paraíso, por no ser digno de él ni tener la capacidad de vivir en él. Quizás ése es el mensaje más emblemático de la paradoja sobre alcanzar la gloria.

“1492, Conquest of Paradise” (1992) contó con un reparto estelar, encabezado por Gerard Depardieu, Armand Assante y Sigourney Weaver, pero de irregular performance. El francés (“Cyrano de Bergerac”, 1990; “Hamlet”, 1996; “El hombre de la máscara de hierro”, 1998) es, quizás, el más sólido, demostrando tener el temperamento y carácter para interpretar a un hombre idealista y ambicioso, dispuesto a jugarlo todo por aquello que cree vale la pena, dejando atrás sus miedos e incertidumbre, y su familia. Le sigue, aunque algo sobreactuado, el eficiente Armand Assante (“Bajos Instintos”, 1993; “La Odisea”, 1997) como el ruin tesorero real Gabriel Sánchez, que conspira contra Colón ante la Reina Isabel. Finalmente, Sigourney Weaver (“Alien”, 1979) es la más irregular, no logrando convencer con su interpretación de Isabel I de Castilla, ya que nunca logra otorgarle personalidad a su personaje ni tampoco carisma.

Loren Dean (“Apollo 13”, 1995) y Juan Diego Botto (“El Greco”, 2007) como Hernando y Diego Colón, hijos del almirante; Ángela Molina como Beatriz Enriquez de Arana(“Camada Negra”, 1977), pareja y madre del último hijo de Colón, el legendario Fernando Rey (“Viridiana”, 1961; “The French Connection”, 1971; “El discreto encanto de la burguesía”, 1972) como el padre Antonio de Marchena, amigo de Colón que le consigue la entrevista con la reina; Michael Wincott (“Robin Hood: Prince of Thieves”, 1991; “The Crow”, 1994) como el inescrupuloso y violento noble Adrián de Moxica y el franco-turco Tchéky Karyo (“Nostradamus”, 1994) como Martín Alonso Pinzón, entre otros, completan un reparto que, en líneas generales, cumple.

Uno de los grandes pilares del film es la grandiosa banda sonora, en una nueva colaboración del brillante músico griego Vangelis con Ridley Scott, desde la multipremiada partitura clásica para “Bladerunner” (1982). Llena de momentos épicos y magnificientes, como la tranquila y misteriosa “Monastery of La Rabida”, la cortesana “City of Isabel”, la acústica “Deliverance”, la mística “Hispanola”, y la majestuosa melodía homónima, el músico griego da cuenta de estar consciente del carácter solemne que sus trabajos musicales han adquirido a lo largo de las décadas, volviéndose mucho más clásico y orquestal, sin dejar de lado su gusto por la música electrónica. La esencia del corte “Conquest of Paradise” con sus violines marciales, sus conmovedores teclados y sus erizantes coros dan cuenta de dicha majestuosidad.

En resumen, un film de innegable factura técnica y visual, que debe ser valorada como espectáculo cinematográfico, ya que ofrece una versión bastante idealizada de los hechos que desembocaron con el (re) descubrimiento y conquista de América (pudiendo ser molesta para los más críticos) pero en donde se resalta principalmente la gloria (que tanto buscan) e ingratitud (que nunca esperan) a la que los visionarios deben enfrentarse.



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