Críticas de Boat Trip. Este Barco Es un Peligro (1)
gery
3 Dec 2012
2
4/10 de Tequila blanco, 2/10 de Curaçao azul, 3/10 de zumo de lima o limón, una rodaja de lima, una Cucharada de sal gruesa, una Cucharada de Triple Sec, y... ¡voilà! Ya tenemos listo el rico cóctel Blue Margarita.
Es interesante el mundo de los cócteles. Con un poquito de allí y de allá es muy posible conseguir una satisfactoria bebida, producida por diferentes mezclas de sabores. Para los resultadistas, más fácil será si se tiene la receta a mano, y así ahorrarse el ir probando hasta conseguir un aceptado final, lógicamente.
Algo así es el cine. La clave es tener buenas mezclas (interpretaciones, guiones, transcurso de escenas…) y como resultado conseguir que el espectador apague el DVD o abandone la sala de cine mientras nota un buen sabor en su boca.
Mort Nathan no ha conseguido ese objetivo. El no demasiado conocido director quiso acertar con una película que en un principio piensas eso de: “¡Anda! ¡Una prototipo American Pie y Road Trip! Seguro que nos echamos unas risas.”
Va a ser que no. Porque lo que Nathan consigue es un cóctel con unas interpretaciones sumamente cutres, que gracias a ellas conseguí recordar ese amargo sabor de cuando uno está apalancado en el sofá de casa, haciendo zapping, y caer durante unos sesenta segundos (como mucho) en una de esas series americanas para niños de once años (y que es probable que los niños de dicha edad la vean por el hecho de que su serie favorita haya terminado, o porque les dé palo obedecer a las órdenes de sus padres al decir que se pongan a ordenar la habitación o a terminar los deberes).
A dichas malas interpretaciones, se le suma un diálogo sin brillo, con tan poca elaboración que ni al Risitas ni a su cuñado le podría llegar a obligar a gesticular mínimamente la boca para sonreír (digámoslo de este modo). Como decíamos, sin brillo, y algo penoso.
Porque más vale cerrar la boca y parecer idiota, que abrirla y demostrarlo.
Pero no todo es negativo. Se puede considerar apetecible de ver gracias a los cuerpazos que salen en pantalla. Bueno, quizás sí que todo negativo. Si en una película lo más agradable que observas son unos planos de cámara que enfocan premeditadamente los cuerpos de los personajes, malas sensaciones (mentales) son las que se acaban transmitiendo en la conclusión final sobre que te ha parecido el film.
En definitiva, es posible que si olemos a que sabe el cóctel de Mort Nathan, nos atrevamos a probarlo gracias a la locura de argumento que posee. Pero que si nos bebemos un par o tres de esos cócteles, es posible que al día siguiente pensemos eso de: ‘Cabrones. Me han dado garrafón’.
gery
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4/10 de Tequila blanco, 2/10 de Curaçao azul, 3/10 de zumo de lima o limón, una rodaja de lima, una Cucharada de sal gruesa, una Cucharada de Triple Sec, y... ¡voilà! Ya tenemos listo el rico cóctel Blue Margarita.
Es interesante el mundo de los cócteles. Con un poquito de allí y de allá es muy posible conseguir una satisfactoria bebida, producida por diferentes mezclas de sabores. Para los resultadistas, más fácil será si se tiene la receta a mano, y así ahorrarse el ir probando hasta conseguir un aceptado final, lógicamente.
Algo así es el cine. La clave es tener buenas mezclas (interpretaciones, guiones, transcurso de escenas…) y como resultado conseguir que el espectador apague el DVD o abandone la sala de cine mientras nota un buen sabor en su boca.
Mort Nathan no ha conseguido ese objetivo. El no demasiado conocido director quiso acertar con una película que en un principio piensas eso de: “¡Anda! ¡Una prototipo American Pie y Road Trip! Seguro que nos echamos unas risas.”
Va a ser que no. Porque lo que Nathan consigue es un cóctel con unas interpretaciones sumamente cutres, que gracias a ellas conseguí recordar ese amargo sabor de cuando uno está apalancado en el sofá de casa, haciendo zapping, y caer durante unos sesenta segundos (como mucho) en una de esas series americanas para niños de once años (y que es probable que los niños de dicha edad la vean por el hecho de que su serie favorita haya terminado, o porque les dé palo obedecer a las órdenes de sus padres al decir que se pongan a ordenar la habitación o a terminar los deberes).
A dichas malas interpretaciones, se le suma un diálogo sin brillo, con tan poca elaboración que ni al Risitas ni a su cuñado le podría llegar a obligar a gesticular mínimamente la boca para sonreír (digámoslo de este modo). Como decíamos, sin brillo, y algo penoso.
Porque más vale cerrar la boca y parecer idiota, que abrirla y demostrarlo.
Pero no todo es negativo. Se puede considerar apetecible de ver gracias a los cuerpazos que salen en pantalla. Bueno, quizás sí que todo negativo. Si en una película lo más agradable que observas son unos planos de cámara que enfocan premeditadamente los cuerpos de los personajes, malas sensaciones (mentales) son las que se acaban transmitiendo en la conclusión final sobre que te ha parecido el film.
En definitiva, es posible que si olemos a que sabe el cóctel de Mort Nathan, nos atrevamos a probarlo gracias a la locura de argumento que posee. Pero que si nos bebemos un par o tres de esos cócteles, es posible que al día siguiente pensemos eso de: ‘Cabrones. Me han dado garrafón’.
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