En esta tercera entrega de la saga de James Bond ya podemos ver ciertos elementos que serán comunes en el resto de la saga: las cosas estrafalarias, tanto por parte del superagente (el coche lleno de botoncitos que hacen cosas guays) como del genio maligno de turno (el montón de chorradas que tiene en su casa, con pantallas que se transforman en cosas, suelos que se abren y demás, cosas que realmente dices ¨¿era esto necesario?¨, pues no, pero el malo es malo y millonario, y hace lo que le da la gana.
Aquí tenemos a un megalómano que trae locas a las superpotencias del mundo con sus planes, y al Agente Bond le toca detenerlo, aunque la mayor parte del tiempo está secuestrado por él.
Y por supuesto, como olvidar al chino bestia con su sombrero asesino.
TANO
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En esta tercera entrega de la saga de James Bond ya podemos ver ciertos elementos que serán comunes en el resto de la saga: las cosas estrafalarias, tanto por parte del superagente (el coche lleno de botoncitos que hacen cosas guays) como del genio maligno de turno (el montón de chorradas que tiene en su casa, con pantallas que se transforman en cosas, suelos que se abren y demás, cosas que realmente dices ¨¿era esto necesario?¨, pues no, pero el malo es malo y millonario, y hace lo que le da la gana.
Aquí tenemos a un megalómano que trae locas a las superpotencias del mundo con sus planes, y al Agente Bond le toca detenerlo, aunque la mayor parte del tiempo está secuestrado por él.
Y por supuesto, como olvidar al chino bestia con su sombrero asesino.
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