Ficha Apocalypse now

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Críticas de Apocalypse now (1)


mahotsukai

  • 3 Oct 2019

8



Probablemente, el film más ostentoso, técnico y famoso del subgénero bélico, considerado, con justicia, como película de culto.

El Capitán Willard, miembro del servicio de inteligencia estadounidense, es asignado en una peligrosa misión en Camboya para ubicar y eliminar al Coronel Kurtz, un oficial renegado del ejército que se ha vuelto loco. En un viaje prácticamente épico, Willard logrará ubicar a Kurtz no sin antes percatarse que el Coronel domina ese territorio como ídolo humano sobre una tribu indígena local.

“Apocalypse Now” (1979), sin duda, es el film más complejo en términos narrativos y técnicos del legendario director de la Saga “El Padrino” (1972-1990) aunque al mismo tiempo no deja de ser el más pretencioso, y ello se debe a que Coppola parece haber concebido inconscientemente esta experiencia fílmica como un verdadero infierno, ya no sólo tomando en cuenta la dimensión del proyecto sino también el contexto del rodaje, siendo hasta la fecha su obra más trabajada y sacrificada. Coppola no tenía planeado dirigir el film, quería que George Lucas lo hiciera, pero Lucas estaba preocupado más bien por aprovechar el éxito de “Star Wars IV: A new hope” (1977), saga que consolidaría en 1980 con la magistral “Star Wars V: Empire Strikes Back”.

Y es que tras el rotundo éxito de crítica y público de la segunda entrega de la Saga “El Padrino” (1974) protagonizada por Al Pacino y Robert DeNiro, la vara había quedado demasiado alta para el exitoso realizador estadounidense, por lo tanto no era extraño que se embarcará en un proyecto más ambicioso aún. “Apocalypse Now” (1979) se inspiraría en la novela corta de Joseph Conrad, “Heart of Darkness” (1899), que trata de un marinero que inicia una travesía por un río tropical, en busca de un tal Kurtz, jefe de una explotación de marfil en algún lugar de África a fines del siglo XIX, en el Congo belga del Rey Leopoldo II, que ya le había quitado el sueño a Orson Welles en los 40s y que no pudo rodar por motivos técnicos y presupuestarios.

Cuando Coppola, junto a John Milius (“Conan el bárbaro”, 1982), había terminado el guión, aún no se imaginaba la cantidad de problemáticas que iba a tener que enfrentar, comenzando con la dificultad de encontrar al protagónico de Kurtz, en donde se consideró a Al Pacino, Robert Redford, Steve McQueen y Jack Nicholson, pero ninguno aceptaría involucrarse en un rodaje infernal en Filipinas; siguiendo con el ataque cardíaco que sufriría el elegido final, Martin Sheen, y que casi acabó con su vida; las exigencias de un divo Marlon Brando, que se mostró especialmente intratable, influyendo en la producción, teniendo conflictos cotidianos con el resto del reparto, así como sus exigencias económicas; que llevaría a que el presupuesto de la película se disparara. Ni hablar de los contratiempos en Filipinas, con un clima inhóspito, condiciones de estadía muy difíciles y el ejército de Filipinas retirándole los helicópteros que Coppola le había contratado, porque los necesitaban para la guerra civil que sostenían.

En términos narrativos, Coppola y Milius sólo toman a los dos personajes protagónicos, el ambiente de salvajismo elemental y el viaje espiritual y pesadillesco de Willard para encontrar a Kurtz de la obra de Conrad. Qué Coppola haya decidido ambientarla en la Guerra de Vietnam, una vieja y hasta la fecha herida abierta para la sociedad estadounidense, además de exponer dos protagonistas en plena lucha existencialista (más bien el Capitán Willard, porque el Coronel Kurtz cree haber llegado al fin de ese viaje espiritual, a su manera, claro) le otorga al film una suerte de otro autoexorcismo cinematográfico que la sociedad estadounidense pedía a gritos, como la tremenda epopeya ganadora del Oscar “The Deer Hunter” (1978), cuyo contundente y explícito discurso sobre la guerra es bastante más directo y menos metafórico, y por ende pretencioso, que el de “Apocalypse Now” (1979).

A diferencia del ganador del Oscar Michael Cimino, director de “The Deer Hunter” (1978), Coppola, en mi opinión, intenta ser demasiado metafórico y hasta etéreo en su visión del conflicto, cuestión que al menos a mí y creo que no a pocos puede resultar demasiada ajena a la realidad (al público que no entiende en realidad lo que es estar en una guerra y todo lo que ello conlleva), con tintes incluso demasiado surrealistas con un ex boina verde convertido en ídolo por una tribu indígena y un séquito de militares, en una suerte de burbuja mientras afuera el mundo se desangra. Todo un paroxismo delirante, aunque se trate de un retrato de la locura, que cuesta digerir y que no a todos los públicos les puede gustar, pero que necesita en mi opinión un virtuosismo narrativo que “Apocalypse Now” (1979) alcanza sólo por momentos, en especial al final, pero no de forma equilibrada en el producto total.

El ritmo del film en las dos primeras horas (yo visioné la versión Redux de 3 horas y media) navega entre lo pausado y la idea de que toma otros rumbos que al final de cuentas no resultan realmente trascendentales para el leitmotiv. Ciertamente, hay varias escenas interesantes, con discursos entre líneas que parecen asomar, pero algo falta que en algunos casos da la impresión de en realidad son una escalada de eventos (algunos aparentemente anecdóticos, a pesar de ser muy simbólicos en el fondo): como la del bombardeo de Napalm con la música de Wagner de fondo, la del robo de la tabla de surf del Teniente Coronel Kilgore, la visita de las conejitas Playboy a los campamentos militares y el descontrol de los soldados, el carácter irreverente de los soldados que acompañan a Willard en la subida por el río con esa emblemática escena en que un cohete los descubre a los nativos e inicia una balacera antológica, las escenas de Willard capturado dialogando con el fotógrafo, la brutal escena de los nativos decapitando una vaca a punta de machetazos, y aquellas escenas finales de Kurtz con su discurso megalomaníaco sobre el horror y la muerte, y su final a manos de Willard. En la versión Redux, se incluyen escenas en las que Willard hace contacto con un grupo de colones franceses, que en mi opinión hubiese estado más acertado si la película hubiese tenido en el guión algún argumento esclavista, ya que de todas formas rememora más la brutalidad y explotación del Congo Belga (habla más sobre explotar la tierra indómita y hacerla tu hogar a pesar de la adversidad, que del conflicto de la Indochina previo a la Guerra de Vietnam). Sucede que en la suma, representan una escalada, pero que pudo haber tenido un impacto incluso más brutal y es ahí en donde siento que le falta realidad.

“Apocalypse Now” (1979), de cualquier forma, tiene una innegable calidad técnica e interpretativa. Coppola invirtió mucho dinero, de su fortuna personal tras el éxito de la saga “El Padrino” (1972-1974) y financiamiento que le confío la Paramount. Como ya mencioné, Coppola quería realismo puro y ante la dificultad de rodar en Vietnam por razones obvias (aún no terminaba del todo el conflicto), había agarrado a su familia y sus maletas para filmar en Filipinas. Al también mencionado hóstil clima del archipiélago, caluroso y húmedo como pocos, se agregó la aparición del huracán Olga. A pesar de todo lo anterior, el fotógrafo italiano Vittorio Storaro, futuro ganador de 3 Oscar (“Apocalypse Now”, 1979; “Rojos”, 1981; “El último emperador”, 1987), haría de tripas corazón y le otorgaría al film un realismo visual absolutamente destacable, que da cuenta de un realismo brutal, al igual que el sonidista Walter Murch (“El paciente inglés”, 1996), quien aportaría con el audio para retratar esta pesadilla, quedándose también con el Oscar al mejor sonido por este trabajo.

Hay escenas en las que incluso Coppola no dudo en recurrir a lo escabroso para rodar el realismo puro: por ejemplo, en la escena dantesca de cadáveres decapitados y tirados en los dominios de Kurtz, Dean Tavoularis, diseñador de producción consiguió unos cadáveres reales conservados en formol, proporcionados por un ladrón de tumbas que se los vendía clandestinamente a los profesores de facultades de medicina locales.

Otro punto muy destacable es su reparto, plagado de actores de carácter y otros que iniciaban su carrera y que terminarían siendo estrellas. Un joven Martín Sheen (“Gandhi”, 1982; “Wall Street”, 1987) interpreta correctamente al Capitán Willard, un soldado con un pasado tortuoso que se convierte en un mercenario de su propio ejército, interpretación que le valió ser nominado al Oscar al mejor actor. Por su parte, Marlon Brando, convertido en una leyenda viviente tras “El Padrino” (1972) y al mismo tiempo en divo, encarnaría al desquisiado Coronel Kurtz. Con evidente sobrepeso y rasurada su cabeza, Brando se da maña de interpretar un personaje interesante y demencial, aunque en mi opinión Coppola dilata demasiado su aparición.

Robert Duvall (“El Padrino”, 1972; “Tender Mercies”, 1984; “A Civil Action”, 1998) interpreta al demente Teniente Coronel Kilgore, en una interpretación destacable a pesar de desaparecer antes de la mitad del rodaje, con esa indiferencia escalofriante sobre la seriedad de la guerra versus su intención de surfear con un supuesto campeón juvenil, papel que le significó ser nominado al Oscar al mejor actor de reparto. Completan el reparto, Frederic Forrest Jr. (“The Rose”, 1979) como “Chef”; un joven Dennis Hopper (“Blue Velvet”, 1986; “La Matanza de Texas 2”, 1986) interpreta al fotógrafo cómplice de la megalomanía de Kurtz; Scott Glenn (“La caza del octubre rojo”, 1990; “El silencio de los inocentes”, 1991) encarna al Teniente Colby; Laurence Fishburne (“El color púrpura”, 1985; “Othello”, 1995) interpretó al insoportable soldado novato “Clean” Miller; Sam Bottoms personificó al locuaz soldado Lance B. Johnson; y joven Harrison Ford (Saga “Star Wars”, 1977-1983; Saga “Indiana Jones”, 1981-2008) como el Coronel Lucas.

Una de las sensaciones que deja este gran film, también, es que merecía una banda sonora original y épica para semejante esfuerzo técnico y humano. No digo que la inclusión de la inmortal “Walkürenritt” (1856) de Richard Wagner o el clásico existencialista de The Doors “The End” (1967) desentonen, por el contrario le otorgan una dimensión musical interesante, pero no deja de ser utilización de música ya probada. El score de Carmine Coppola no está altura de un film mítico como éste, por lo que éste es un punto controversial de la película, sin duda.

En resumen, una película fundamental y visceral, que destaca por su increíble despliegue técnico y humano, con un discurso interesante pero bastante denso en su explicación, pudiendo haber sido más directa sin dejar de ser impactante. La evalúo con un 8.5.

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