Ficha Amadeus

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Críticas de Amadeus (1)


mahotsukai

  • 16 Oct 2017

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Extraordinario film de culto multipremiado en los Oscar y Globos de Oro, por Mejor Película y Mejor Director entre otros, dirigido por el legendario cineasta checoslovaco Miloš Forman (“Alguién voló sobre el nido del cucú”, 1975).

Postrado en una silla de ruedas y recluido en un sanatorio mental en su vejez, el músico italiano Antonio Salieri narra a modo de confesión religiosa cómo conoció, se maravilló y llegó a odiar a uno de los músicos clásicos más grandes de todos los tiempos, Wolfgang Amadeus Mozart.

La supuesta rivalidad entre Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y Antonio Salieri (1750-1825), que incluye acusaciones de plagio e incluso la supuesta orquestación de Salieri para ocasionar la muerte del célebre compositor austríaco, fue recogida por primera vez por el poeta ruso Aleksandr Pushkin (1799-1837) en su obra para teatro “Mozart & Salieri” (1830) y luego reversionada en la ópera homónina (1898) del también compositor ruso Nikolai Rimski-Kórsakov, para finalmente ser reescrita como obra teatral por Peter Shaffer en “Amadeus” (1979).

Sin embargo, dicha supuesta rivalidad nunca ha podido ser confirmada y sólo se ha basado en rumores y ciertas teorías de conspiración, que habrían tenido cierto asidero en un rumor a fines de 1790, cuando Mozart habría acusado de plagio y de querer atentar contra su vida a Salieri, cuya popularidad estaba en decadencia. Según el historiador Alexander Wheelock Thayer, las sospechas de Mozart se fundaban en un incidente ocurrido hacia 1780, cuando Salieri le habría quitado el cargo de profesor de música de la princesa de Wurtemberg. Más aún, cuando la célebre ópera “Las Bodas de Fígaro” (1786) se estrenó con un fracaso, Mozart habría también culpado a Salieri de haber boicoteado su obra.

No obstante, el hecho de que Salieri haya tenido de pupilo a uno de los hijos de Mozart, que el italiano haya estado en Francia con la representación de su ópera “Les Horaces” (1786) precisamente en el momento del estreno de “Las Bodas de Fígaro” (1786) y que siendo nombrado maestro de capilla haya preferido reeditar la obra de Mozart en lugar de promover una propia, aparecen como pruebas de que tal rivalidad nunca existió y que sólo se ha tratado de una suerte de “chisme del espectáculo”, que no por ello deja de ser interesante además de haber dado origen a dos obras teatrales, una ópera y esta aclamada película de época.

En consecuencia, todo este material artístico basado en estos rumores, no deja de ser más que una entretenida e interesante ficción, que el propio Peter Shaffer guionizó para el notable film de Miloš Forman, en donde evidentemente se toman muchas licencias respecto a la realidad, que iré citando conforme avance la trama, y que van desde rasgos personales hasta hechos concretos en la interacción entre Mozart y Salieri.

En fin, como señalaba antes, Peter Shaffer estrenaría el guión de su obra teatral “Amadeus” en 1979, en Londres, con los actores Paul Scofield y Simon Callow en los roles de Salieri y Mozart, respectivamente. Miloš Forman asistiría a dicha obra (1981) con la intención de filmar una adaptación cinematográfica, algo desganado porque en general no le agradaban las obras biográficas sobre músicos, pero tras quedar maravillado con el primer acto, le confesaría al nervioso guionista que si el segundo acto era tan bueno como el primero, haría la película. Lo demás es historia, como se dice, y durante 1982 Shaffer y Forman se abocarían por afinar los detalles del tremendo guión que sería merecedor del Oscar al Mejor Guión Adaptado (1984).

Shaffer y Forman decidieron cambiar sustancialmente dos características fundamentales del libreto teatral para el guión de la película. La primera de ellas suponía que Salieri ya no hablará con el público, que se introdujera un personaje al cual el anciano músico italiano pudiera contarle su historia, que final y acertadamente sería un sacerdote. La segunda, y quizás más importante, fue cubrir la ausencia absoluta de música en la obra de teatro, con la música del legendario músico de Salzburgo. Forman sabía que debido a su naturaleza escénica, el teatro podía llegar a ser limitado en cuanto a los aspectos visuales y sonoros, pero el cine no, permitiendo en la práctica ofrecer un espectáculo maravilloso si se le sabía incluir. Así fue, entonces, como Forman y Shaffer incluyeron más escenas que permitieran desarrollar el contexto musical de la obra de Mozart, otorgándole al texto, por un lado, la solidez necesaria y, por otro, enriqueciéndolo desde un punto de vista musical.

Uno de los primeros hechos que llama profundamente la atención es el nombre del texto, “Amadeus”, siendo que el verdadero protagonista del guión es Antonio Salieri y no Wolfgang Amadeus Mozart, lo que da la impresión de que, como veremos a lo largo del relato, la peor pesadilla y obsesión del músico italiano no es otro más que el reconocido genio de Salzburgo.

Ahora bien, si partimos del hecho que Mozart es retratado según el propio Antonio Salieri, desde una inicial admiración hasta un odio y envidia acérrimos finales, se podría caer en la tentación de una perspectiva unilateral en el tratamiento del personaje de Mozart. No obstante, y he aquí otro de los grandes fuertes narrativos del guión, Forman propone una visión que aunque nace de su mayor admirador y máximo enemigo al mismo tiempo, no termina por dibujar exactamente a Mozart, dejando en total libertad si las descripciones y valoraciones que hace Salieri, en base a las diferentes emociones que le provoca su rival, resultan acertadas o tergiversadas por el protagónico de Salieri.

El resultado final no es otro que el de dos hombres profundamente humanos y muy diferentes, unidos por su pasión por la música meramente. Así, por un lado, tenemos al italiano Antonio Salieri, músico destacado de la Corte Imperial de Viena, maestro de capilla y de la nobleza, entregado por completo a la música, hombre devoto que ha prometido humildad y castidad si Dios, a cambio, mantiene sus dotes de músico excepcional. Un hombre educado y respetuoso, sumiso y susceptible a no contradecir decisiones imperiales y no herir la sensibilidad de aquellos a quienes enseña por sus pobres avances en la música.

Por otro lado, tenemos al austríaco Wolfang Amadeus Mozart, un genio musical que ya componía sus propias piezas a los 4 años, impestuoso, jactancioso, soberbio y arrogante, pueril e inmaduro pero al mismo tiempo lujurioso y obsceno, que maravilla con una frescura y viveza musical a la que resulta imposible resistirse y que estaría destinada a ser recordada por los siglos de los siglos. Dos hombres a los cuales les tocó coincidir en el contexto de una Viena Imperial fastuosa, en donde se observa el evidente contraste entre las riquezas, las fiestas y orgías de los palacios imperiales y la pobreza de la calles, con la música como uno de los pocos puntos en común para exaltar el espíritu humano.

Otro punto fuerte narrativo del guión de Shaffer es la perspectiva temporal del relato. Un anciano, enfermo, postrado y atormentado Antonio Salieri es llevado a un sanatorio mental, tras haber intentado suicidarse con una navaja de afeitar luego de haber gritado a los cuatro vientos que él era el responsable de la muerte de Mozart. La llegada de un sacerdote para intentar aliviar el alma de un apesadumbrado Salieri, servirá como móvil para que el anciano músico italiano comience su relato, como ya mencioné.

La decisión de Forman de introducir la historia con música de ambos, como si tratase de un duelo musical de dos monstruos, en lugar de un diálogo entre los dos músicos clásicos que pudiera develar ya una posible rivalidad, es un acierto que funciona decididamente para contextualizar y encarrilar el carácter ideológico del relato por su senda de la neutralidad, de donde nunca se saldrá. Pero más aún, sirve de canal para presentar el principal sentimiento que Mozart despierta en Salieri, una ominosa envidia, una sensación (auto)destructiva que lo acompañará hasta la muerte. Es así como Forman comenzará a mostrar la verdadera naturaleza que el carácter de Salieri irá adquiriendo, un hombre que pintaba para ser el ideal de músico y hombre devoto pero degradará hasta convertirse en el epítome de la hipocresía y la envidia.

Salieri, entonces, es presentado como un hombre devoto, que renunció a la castidad como retribución a Dios, pero bien vale decir que en la vida real Salieri se casó y tuvo 7 hijas y que Forman reemplaza el sexo con la gula dulcera del músico italiano, quien además llega a devorar pastelillos con formas de pezón femenino. Por su parte, Mozart, al que Salieri anhelaba conocer y a quien admiraba por su obra, aparece como un alocado joven que seduce a una voluptuosa joven austríaca mientras la bombardea con un discurso coprolálico (constancia histórica del Síndrome de La Tourette que Mozart padeció) y con una risa tan escandalosa como obscena.

Una escena culmine en la dirección que tomarán las sensaciones de Salieri hacia Mozart, ya que Salieri se cuestionará porque en lugar de un hombre virtuoso, merecedor de ese don divino, tiene ante sí a un inmaduro adolescente arrogante y mal educado. Y a medida que el emperador comience a manifestar cierta simpatía por el joven de Salzburgo, Salieri se enfurecerá, cuestionará a Dios y terminará por rechazarlo, clamando venganza por lo que el considera una injusticia intolerable. Como es posible que Dios haya escogido a ese esperpento como depositario de tal talento artístico y no lo haya hecho con él, siendo que le ha ofrecido su humildad y su vida. El monólogo de Salieri, en concreto, en esta parte es realmente extraordinario y definirá el carácter narrativo del film, cuando señala textualmente “A partir de ahora somos enemigos, tú y yo. Porque eliges como instrumento a un jactancioso, lujurioso, obsceno, infantil muchacho… y a mí solo me recompensas con la capacidad de reconocer la encarnación. Porque eres injusto, desleal, cruel… te detendré, lo juro. Voy a obstaculizar y dañar a tu criatura en la tierra tanto como pueda”.

No cabe duda que hay genialidad en la estructuración de prácticamente todos los personajes, como veremos en el film, pero más aún en el de Salieri. Un personaje tan fascinante como auténtico y contradictorio, complejo, trágico y despreciable pero que aún así tiene la virtud de reconocer la genialidad de su rival. La interpretación de F. Murray Abraham (“El Nombre de la Rosa”, 1986) es extraordinaria, llena de matices y complejidad, incluso logrando cierta simpatía en parte del público al exponer sus motivaciones para querer destruir a Mozart, aunque eso suene descabellado. Uno de los grandes villanos de la historia del cine, sin tener que ser realmente un asesino despiadado, en donde Murray Abraham impone la faceta más maquiavélica y humana de Salieri, desde su miserable propuesta sexual y desprecio a Constanze Mozart, esposa del músico austríaco, para apoyarlo en una promoción laboral, hasta la siniestra mirada y sonrisa cuando da cuenta del trágico final de Mozart.

Por su parte, como ya mencioné, la estructura narrativa del personaje de Mozart está tan bien pensada que a diferencia de Salieri no queda totalmente expuesta. Tom Hulce (“Mary Shelley’s Frankenstein”, 1994) regala una sólida actuación como el célebre Mozart, logrando diversidad de registros, siendo inmaduro y libertino como exigente y arrogante a partes iguales. Hulce convence como el excéntrico Mozart en una Viena en donde la compostura y la etiqueta eran norma y en donde sólo a los genios se les podría permitir la locura. De igual forma, logra otorgarle momentos muy sensibles al personaje como el diálogo en que señala al emperador que puede que él sea vulgar pero no su música, y especialmente en un mágico momento en que estando enfermo con fiebre, dialoga con Salieri y le dicta la composición del Réquiem, donde incluso se da tiempo de pedirle disculpas al italiano si alguna vez lo ofendió, sin saber que éste en las sombras ha orquestado su perdición.

El resto de los personajes están tan bien presentados que no se requiere mayores detalles para caracterizarlos. Conviene citar a la joven y bella esposa de Mozart, Constanze Weber, interpretada sólidamente por Elizabeth Berridge (“Enemigos naturales”, 1979), mujer con un carácter y energía poco habituales en la época, sobre todo en las escenas en las que encara al padre de Mozart y le enrostra su amargura y aprovechamiento. En el film, Constanze ama profundamente al músico y le alcanzaría a dar sólo un hijo, mientras que en la vida real serían dos (tras seis embarazos) y la razón por la que no logra otorgarle un buen entierro a su esposo es la bancarrota en la que la dejó el genio. Forman decide omitir detalles que dan cuenta de una Constanze fría y despreciativa con Mozart, molesta por pasar prácticamente todo el matrimonio en cama por sus constantes embarazos, la nula importancia que le daría al lugar definitivo de descanso de los restos de su marido, y su disputa con su ex cuñada Marie Anna Mozart, a quien le quitó el mausoleo que la hermana de Mozart había construido para sí misma, para enterrar a su segundo marido, el diplomático danés Georg Nikolaus Von Nissen. Comentar que inicialmente el papel fue designado a Meg Telly (“Psicosis II”, 1983; “Agnes de Dios”, 1985) pero un accidente en el rodaje obligó a Forman a buscar urgente a una actriz para el papel, siendo seleccionada Berridge.

Además, encontramos al padre Leopoldo Mozart, el director de teatro Emmanuel Schikaneder y el Emperador Josef II, entre los más destacados. El polémico padre de Mozart, interpretado por Roy Dotrice (“Cuentos de la Cripta”, 1972), es abordado como un amargado y aprovechador padre, que no está de acuerdo con las decisiones de su hijo, y que lo supervisará hasta incluso casado su hijo que siga teniendo éxito y prestigio. Schikaneder, encarnado por Simon Callow (“Cuatro bodas y un funeral”, 1994) aparece como un supuesto aprovechador de las horas bajas económicas de Mozart, quien representa la reconocida “La Flauta Mágica” en su teatro popular, y que en la realidad más bien sacó beneficio mutuo, ya que él también pasaba por un mal momento económico. Finalmente, Jeffrey Jones (“Beetlejuice”, 1988; “Sleepy Hollow”, 1999) interpreta al Emperador Josef II, siendo nominado a un Globo de Oro por el Mejor Actor de Reparto. Jones interpreta a un emperador tan ecuánime como simpatizante del talento de su Corte, aunque respetuoso de la experiencia, dejándose influir hasta cierto punto por un envidioso Salieri.

Como si no fuera poco destacar los aspectos narrativos e interpretativos de “Amadeus” (1984), no se puede obviar la majestuosidad técnica, visual y sonora de su dirección artística, fotografía, maquillaje y vestuario, principalmente. Los directores artísticos Patrizia Von Brandenstein y Karel Cerny, que se quedarían con el Oscar al Mejor Diseño Artístico por este film, logran maravillar al espectador con la pomposidad de la Corte Imperial y, al mismo tiempo, logran transportarlo a la pobreza y miseria de los barrios bajos y suburbios de la Viena Imperial.

Por su parte, el fotógrafo Miroslav Ondrícek, nominado al Oscar a la Mejor Fotografía, aprovecha al máximo la belleza de las locaciones e interiores de los hermosos edificios renacentistas checos y austríacos, utilizando colores altamente vivos para la corte imperial en el Palacio de los Habsburgo y el Palacio del Arzobispado de Salzburgo, el Teatro Estatal de Praga para las escenas de ópera. En contraposición, colores grises y azul ópaco para mostrar la miseria de Viena en los barrios medievales de Praga, y el Museo de Armas de Praga para el manicomio en donde Salieri vive sus últimos días.

Entre tanto, el maquillaje y vestuario, también galardonadas con el Oscar de su categoría y a cargo de Pauel LeBlanc y Dick Smith, y Theodor Pistek, recrean soberbiamente la moda austríaca de aquellos años, con las distintivas pelucas blancas tan de moda en ese tiempo y los pomposos vestidos de hombres y mujeres de clase alta, y más de la realeza.

El ritmo e intensidad que Forman le otorga a “Amadeus” (1984) no es otra prueba más de un genio contador de historias, que lo haría ganar su segundo Oscar al Mejor Director (luego de “Alguien voló sobre el nido del cucu”, 1975) dando una clase maestra de lo que es narrar una historia compleja, dramática y extensa de más de 3 horas, en la que el espectador en ningún momento se siente cansado o desinteresado. Su narración, llena de momentos memorables que ya he mencionado a lo largo de esta crítica, tendrá un clímax realmente memorable a partir de los últimos días de Mozart, la mencionada escena en la que redacta el Réquiem a Salieri, la muerte y dramático entierro del genio austríaco lanzado a una fosa común como cualquier mortal para sumirse en la niebla del olvido de esa fría y lluviosa tarde en el cementerio de Viena, así como los últimos diálogos de un Salieri enloquecido y siniestro, alejado ya de la culpa de haber provocado a perdición de Mozart, al recordar porque había llegado a odiarlo tanto.

Sir Neville Marriner fue el encargado de dirigir la Academy of Saint Martin in the Fields Orchestra, quien interpreta con total brillantez la banda sonora del film, en donde encontramos piezas de Mozart, Salieri y Pergolesi, como la “Sinfonía n° 25 KV 183”, el final turco de “El rapto en el serrallo”, “Las Bodas de Fígaro”, “Don Giovanni”, “La Flauta Mágica” y el “Réquiem KV 626”; “Axur Rey de Ormus”; y “Stabat Mater”, respectivamente.

En resumen, un extraordinario film de fantasía basada en personajes reales, en la práctica, un ejemplo contundente de lo que debe ser una adaptación, creando una narrativa propia y mágica, con ciertos toques de leyenda negra, llena de virtudes narrativas y técnicas, que con total justicia la ubican entre los máximos logros del séptimo arte.



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