Ficha Frauds


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Críticas de Frauds (1)


mahotsukai

  • 6 May 2020

7



Liviano y simpático thriller de comedia, dirigido por Stephan Elliot y protagonizado por el músico Phil Collins y Hugo Weaving (Saga “The Lord of the Rings”, 2001-2003).

Roland Copping es un sociópata investigador de seguros que descubre un fraude en una poliza y se obsesionará con estafar y chantajear a los responsables hasta límites insospechados.

Tras una diltada carrera como asistente de dirección durante el boom cinematográfico en Australia de los 80s, Stephan Elliot (“The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert”, 1994) finalmente aterrizó en 1992 su debut cinematográfico, una modesta pero efectiva película de thriller con tintes de comedia sobre un maniático investigador de seguros que disfruta de chantajear y dejar en bancarrota a quienes pretenden engañar a las aseguradoras para cobrar la poliza. Para ello, Elliot se propuso reclutar en el protagónico al mítico baterista y vocalista de la banda de rock Genesis, Phil Collins, luego de verlo actuar de secundario en algunos capítulos de la legendaria serie “Miami Vice” (1984-1990) en donde interpretó a Phil the shill y protagonizar el drama criminal cómico “Buster” (1988) de David Green.

La encargada de reclutar al calvo y talentoso músico británico fue la productora Andrena Finlay, quien a través de su marido Al Clark que trabajaba para Virgin Films, subsidiaria del grupo Virgin, la casa discográfica de Genesis, logró contactarlo y convencerlo de participar en el proyecto. Collins, quien estaba inmerso en la gira “The Way We Walk” (1991-1992) del reciente álbum de Genesis “We can´t dance” (1991) aceptó principalmente por el carácter cómico del guión y de su personaje protagónico en particular, pero más aún por su reconocida veta interpretativa, que lejos de ser destacable como su incustionablemente exitosa carrera como músico e intérprete, le había llevado a participar como secundario o extra en algunas películas como la comedia musical de The Beatles “A Hard Day’s Night” (1964) de Richard Lester, la comedia freak “Calamity the cow” (1967) de David Eastman y “Hook” (1991) de Steven Spielberg

Ahora bien, si “Frauds” (1993) resulta ser una película inesperadamente entretenida y eficaz es definitivamente por el implacable y despreciable villano Roland Copping, interpretado inteligente y carismáticamente por Collins. En una clara crítica a la codicia y ambición de los empleados de aseguradoras que estafan y chantajean a sus clientes si se les presenta la ocasión, el personaje de Collins constituye, de hecho, una divertida e interesante alegoría a una de las canciones más exitosas del álbum, “Jesús, he knows me” (1991), que denuncia y satiriza a los líderes de la campañas de tele-evangelismo que reúnen suculentas cantidades de dinero a costa de la ingenuidad y debilidad emocional de sus feligreses.

Lo que lo hace realmente disfrutable como villano cómico es, por supuesto, su cinismo y excentridad, a media cruza entre lo amenazante y lo burlesco, un personaje sinvergüenza dispuesto a todo con tal de jugar a ganador en lo que él mismo califica como “un juego del gato y el ratón”. A pesar de que no se traducirá en ninguna sorpresa, el film narra desde su escena inicial el entuerto traumático que explicará el comportamiento sociópata y psicópata de Copping a partir de una tragedia familiar de la cual él se siente, y de hecho lo es, responsable; y que da cuenta también de un personaje que no ha crecido emocionalmente a partir del incidente, su hilarante y divertida casa que contiene todo tipo de juegos y artilugios infantiles y circenses que no son otra cosa más que el reflejo de una mente perturbada que se quedó atrapada en la ñinez, a pesar del paso del tiempo.

Por supuesto que “Frauds” (1993) no renegará de su carácter de comedia freak con muertes ridículamente accidentales, un matrimonio con obsesiones artísticas amateurs (ella pintora, él maquetista) y un villano, insisto, tan absurdo y exagerado como carismático y peligroso, además de una policía inoperante, sin embargo, es verdad que conforme avanza la trama el film comienza a deambular por derroteros surrealistas que sólo se mantienen en pie debido a la naturaleza impredecible de Copping, y que demandaran de la complicidad del espectador. En ese sentido, quien pretenda tomarse en serio un epílogo tan caótico, bizarro y hasta infantil como el que enfrenta a los Wheats y Copping, podrá decepcionarse si se sintió atraído por el espíritu oscuro que por varios momentos el film expele, sobre todo cuando el villano se las ha arreglado para amargarles la vida a sus víctimas.

Además de un sorprendente Collins que se nota que la pasó bastante bien haciendo de Roland Copping, el reparto cuenta con el coprotagónico de un joven y aun desconocido Hugo Weaving (“V for Vendetta”, 2006), como Jonathan Wheats y Josephine Byrnes (“Oscar & Lucinda”, 1997) como Beth Wheats, su esposa. Ian Cockburn y Rebel Penfold-Russell -quien ofició también de productora ejecutiva-interpretaron a Matthew Copping, hermano de Roland y la madre de ambos, respectivamente.

El score fue compuesto por Guy Gross (“The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert”, 1994) y fue orquestada y dirigida por Derek Williams. La partitura tiene un evidente carácter cómico y festivo, con varios movimientos instrumentales divertidos en base a flautas, oboes y otros instrumentos de viento. La banda sonora también incluyó algunas canciones como “I’ve got under my skin” y “It’s De-Lovely” escritas por Cole Porter e interpretada por Marcia Hines y Bob Cousins Big Band, y “Tijuana Taxi” de Herb Alpert y Bud Coleman e interpretada por Herb Alpert & The Tijuana Brass. Curiosamente, Phil Collins no compuso ni tocó ninguna canción para este film.

El film fue estrenado en Inglaterra el 4 de junio de 1993 y recaudó A$29,740 en Australia. Claramente no fue ningún éxito comercial, pero le serviría a su director como una buena carta de presentación e inspiración para su próxima película, la comedia gay de culto “The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert” (1994), protagonizada por Terence Stamp, Hugo Weaving y Guy Pearce.

En resumen, un divertido, excéntrico y sencillo thriller con elementos cómicos, un villano surrealista que merece ser reivindicado y que contra todo pronóstico entretiene satisfactoria gracias a un humor ácido y cínico que entusiasma.



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