Ficha Caracter

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Críticas de Caracter (1)


mahotsukai

  • 3 Oct 2019

8



Sólido e interesante film belga-neerlandés, ganador del Óscar a la Mejor Película Extranjera en 1998.

Jacob Katadreuffe es un recién titulado abogado que resulta sindicado como principal sospechoso de la muerte del odiado notario público Dreverhaven. Mientras es interrogado por el policía que investiga el caso, Jacob relatará las dificultades que ha tenido que enfrentar para convertirse en abogado y la tortuosa relación con Dreverhaven, quien, relevará, fue su padre. La evalúo con 8.5.

El ganador del Becerro de Oro del Festival de Cine de los Países Bajos (Utrecht) por el corto Alaska (1989), Mike van Diem (“De Surprise”, 2015) trajo a mediados de la década de los 90s está lograda y sólida adaptación de la novela “Karakter; roman van zoon en vader” (1938) del escritor holandés Ferdinand Bordewijk, a la postre su ópera prima, que le valió el reconocimiento y éxito de la crítica internacional, sobre la lucha generacional y familiar de un joven “bastardo” que se convertirá en abogado y su tirano padre, el temido y odiado notario público especialista en desalojos y evicciones y prestamista Dreverhaven.

Y para ello, Van Diem presentará acertadamente una novela de aprendizaje (del alemán Bildungsroman) sentada en un correcto thriller de época, ambientado en la Holanda de los años 20s, posterior a la Primera Guerra Mundial, época especialmente dura para Europa y para el vecino de la castigada Alemania, tras la firma del Armisticio de Compiègne de 1918. Contada en forma regresiva, es decir, por el desenlace, la trama pareciera establecer muy claramente la dicotomía héroe/villano desde el principio del relato del joven Katadreuffe y su tormentosa y odiosa relación con Dreverhaven, sin embargo, hacia la segunda mitad, cuando retoma la narración hacia el epílogo, la estructura narrativa de los acontecimientos y, en particular, la figura del villano adoptan una perspectiva heterógenea y hasta algo incorrecta a la acostumbrada pulcritud narrativa de los filmes europeos.

De esta forma, el guión de Laurens Geels, Ruud van Megen y el propio director se abocará por incluir diferentes elementos narrativos, atractivos y eficientemente desarrollados, enlazando la novela de aprendizaje y principios freudianos sobre la rivalidad padre e hijo, que nos presentan dos figuras de antagonismo puro, casi genético, que se alimenta precisamente por el carácter de cada uno, que los llevará a enfrentarse una y otra vez, y que en el caso del personaje de Jacob le significará derrotar no sólo la adversidad de su origen y los tiempos que le tocó vivir, sino además los caprichosos sentimientos e imposiciones de su padre, Dreverhaven.

Uno de los grandes méritos del guión y, en consecuencia, del film es la efectiva exposición del carácter de Drevehaven, sindicado como un verdadero monstruo humano. Déspota, tirano, inescrupuloso, inmisericorde, todopoderoso y prácticamente omnipresente, Dreverhaven es el arqueotipo de todo lo ruín y miserable que puede ser el hombre y, sin embargo, puede no resultar del todo despreciable para el espectador. No sabemos las razones por las que Dreverhaven pareciera encontrar felicidad en la desgracia y el rencor de sus víctimas, lo que decididamente alimenta el principio de “monstruo humano”, ya que cuanto más implacable se muestra con aquellos que tienen pendientes económicas, más su acrecenta su estampa su figura de “azote”. Sin embargo, sí podemos comprender porque sí disfruta haciendo lo mismo contra su propio hijo, sin el menor remordimiento, y ello se encuentra tanto en Joba Katadreuffe como en su propio concepto de paternidad.

Y es que a lo largo de la trama, estos dos elementos permitirán comprender la extraña y compleja psique de Dreverhaven, en tanto debilidad como principio de existencia. Como todo demonio, Dreverhaven tendrá una única debilidad y ésta será Joba Katadreuffe, la madre de Jacob, mujer fría, testaruda, taciturna y orgullosa, que dejará que el notario la embarace más no que se haga cargo del retoño, y al cual rechazará una y otra vez en matrimonio. Desacostumbrado a no lograr imponer su voluntad, Dreverhaven volcará toda su frustración y resentimiento por Joba hacia su propio hijo, como una forma de hacerle daño.

Por otra parte, y muy en su estilo, a medida que Dreverhaven obstaculice una y otra vez el ascenso de su hijo, en sus fracasados negocios y luego en su carrera como asistente notarial y luego como abogado, el tirano alguacil “contribuirá” a la formación del carácter desafiante y contestatario de Jacob, por medio de todas las trabas judiciales y económicas que pueda ponerle. De esta forma, Jacob se convertirá en un hombre fuerte y decidido, si bien en ningún caso demostrará haber heredado el carácter agrio y oscuro de su déspota padre, pero sí lo suficientemente curtido como para enfrentarse a cualquier desafío o adversidad. Un par de escenas bastante elocuentes al respecto son aquellas en las que Dreverhaven “rescata” a Jacob de una redada de adolescentes acusados de robar pan, y en la que contesta a Joba que deberá obstaculizar por enésima vez el camino de su hijo ya que antes ha demostrado pararse una y otra vez.

No cabe duda que el director muestra como piedra angular del diseño de producción de Rikke Jelier y Alfred Schaaf, la efectividad visual del Expresionismo Alemán, en un claro homenaje con sus calles oscuras y llenas de sombras deformadas, más aún a pleno día como extensión de los lúgubres personajes que acompañan la acción. La fotografía de Rogier Stoffers se caracteriza por escoger cuidadosamente colores oscuros que proyectan literal y metafóricamente la falta constante de luz: un Rotterdam frío y lúgubre, aún anclada en las postrimerías del siglo XIX, y un presente y futuro oscuro y poco auspicioso para el hijo no reconocido del temido Dreverhaven, que deberá abrirse paso sólo a costa de su propio esfuerzo y talento.

Siguiendo este concepto, incluso si somos más obsesivos, podría interpretarse al propio Dreverhaven como una suerte de Nosferatu holandés, con su sombra ominosa, su gesto avinagrado, su eterno semblante oscuro, su abrigo negro y su sombrero de ala ancha cubriendo su rostro, y más aún la obsesión que siente por entorpecer y fastidiar el camino de su propio hijo.

Otro de los grandes méritos del film es su reparto, encabezado por el notable Jan Decleir (“Daens”, 1992; “De Zaak Alzheimer”, 2003), el carismático Fedja van Huêt (“AmnesiA”, 2001) y la no menos efectiva Betty Schuurman. El prolífico actor belga Jan Decleir ya había protagonizado “Antonia” (1995) también ganadora del Óscar a la Mejor Película Extranjera por lo que no es de extrañar que tenga una contundente performance en “Karakter” (1997), siendo sin duda el pilar interpretativo del film, al encarnar al demonio Dreverhaven. Por su parte, el joven Fedja van Huêt encarna a un esforzado y testarudo Jacob Willem Katadreuffe, que muestra tener “carácter” para enfrentarse a las adversidades de la vida y de su padre, aunque tímido en el plano romántico. Finalmente, la actriz de origen alemán Betty Schuurman (“De Schaduwlopers”, 1995) interpreta a la muda, terca y orgullosa Joba, una mujer de carácter frío y taciturno, de relación prácticamente nula con su propio hijo y rebelde respecto a Dreverhaven.

Completan el reparto el inconfundible actor holandés Victor Löw (“Antonia”, 1995; “Everybody’s famous”, 2000) quien encarna al simpático y bonachón notario De Gankelaar, tutor de Jacob; Tamar van den Dop (“Wolfsbergen”, 2007) como Lorna Te George, la traductora francesa e interés amoroso de Jacob; Hans Kesting como el locuaz amigo de Jacob, Jan Maan; Lou Landré (“Leak”, 2000) como el envidioso Rentenstein; y Bernhard Droog (“Dorp aan de rivier”, 1958) como el Señor Stroomkoning.

Paleis van Boem regala una contundente banda sonora, dramática, oscura y al mismo tiempo estridente, para armonizar las diferentes etapas de la lucha de padre e hijo.

En resumen, una sólida muestra de cine europeo no tradicionalista, con una historia que combina con eficacia la novela de aprendizaje y el thriller y cuyo mayor mérito es presentar con sus luces y sombras una vehemente historia de orgullos, caprichos y superación. La evalúo con un 8.5.

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