Más que la típica comedia adolescente sobre la búsqueda de sexo, aquí la premisa es la búsqueda de amor y madurez, un cuento de verano (situado en 1987). La adición de pequeñas dosis de identificación, lucidez, nostalgia y emotividad al género (quizás un ajuste de cuentas con el recién fallecido John Hugues), al igual que en Nick y Norah o Supercool (del mismo director G. Mottola) está haciendo para el cinéfilo, imprescindibles a estas pequeñas cintas, por su breve calidez, honestidad, y esa magia e inteligencia del cine que en el fondo todos estamos buscando, igual como en la vida. Más que original, Mottola es un buen director de actores y personajes y aquí hace olvidar por un rato que K. Stewart es la chica de Crepúsculo, que R. Reynolds es el héroe romántico o que B. Hader y K. Wiig son originales bufones. El final es el comienzo de una nueva película tan buena como la que acabamos de ver.
thirstyforblood
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Más que la típica comedia adolescente sobre la búsqueda de sexo, aquí la premisa es la búsqueda de amor y madurez, un cuento de verano (situado en 1987). La adición de pequeñas dosis de identificación, lucidez, nostalgia y emotividad al género (quizás un ajuste de cuentas con el recién fallecido John Hugues), al igual que en Nick y Norah o Supercool (del mismo director G. Mottola) está haciendo para el cinéfilo, imprescindibles a estas pequeñas cintas, por su breve calidez, honestidad, y esa magia e inteligencia del cine que en el fondo todos estamos buscando, igual como en la vida. Más que original, Mottola es un buen director de actores y personajes y aquí hace olvidar por un rato que K. Stewart es la chica de Crepúsculo, que R. Reynolds es el héroe romántico o que B. Hader y K. Wiig son originales bufones. El final es el comienzo de una nueva película tan buena como la que acabamos de ver.
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