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Ficha I Am Sono Sion!


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Críticas de I Am Sono Sion! (2)




Mad Warrior

  • 11 Jan 2022

2



Se enciende la cámara, que enfoca a una pared llena de humedad, aparece un joven de aspecto poco saludable y algo inquietante ataviado con una especie de jersey azul y se presenta: ¨Buenas tardes, me llamo Sion Sono; estamos en Diciembre y son las 10:07¨. Sin créditos iniciales, sin introducciones innecesarias, sin trabas. Así es él.

Siempre he dicho que resulta interesante, y a veces gratificante, investigar en los orígenes de un cineasta que, además de ser uno de tus mayores ídolos y fuentes de inspiración, se ha llegado a convertir con el tiempo en todo un referente en el universo cinematográfico e incluso en un icono; porque todos sabemos que, si no es por medio de la suerte o de la selección natural (los que viven en Hollywood tienen más posibilidades), el alcanzar la fama en dicha profesión es lo diametralmente opuesto a pasear por un camino de rosas.
El camino de Sion Sono, uno de los más admirados realizadores actuales (sobre todo por los ¨freaks¨ del cine) gracias a obras tan rompedoras y originales como ¨El Club del Suicidio¨, ¨Why dont You Play in Hell?¨, ¨Cold Fish¨ o la monumental ¨Exposición de Amor¨, fue largo, arduo y tedioso, tanto que cuando por fin logró captar la atención internacional ya habían pasado 17 años desde que se iniciara como director. Pero sus primeros pasos son oscuros, difusos y ante todo incomprensibles, por lo menos para el fan medio que sólo le conoce por sus películas más populares. Éste es un buen ejemplo.

Situémonos: 1.985. Kon Ichikawa revisa su trabajo más importante, ¨El Arpa Birmana¨, y Akira Kurosawa se destapa con una de las obras más grandes de su carrera y el cine en general: ¨Ran¨. En ese momento Sono tiene 25 años, ha dejado su Toyokawa natal para ir a Tokyo, ha estado estudiando pero no termina la universidad, quiere crear un manga pero las respuestas hacia sus obras son negativas, escribe poesía y se compra una cámara Súper 8 con la que empieza a filmar lo que tiene delante. Como no ha estudiado lo necesario hace caso omiso de cualquier norma o canon prefijado.
Esa es su norma, la ilógica de su lógica, por la cual se rige su creatividad: la de no seguir normas. ¨Ore wa Sono Sion da!¨ cumple a rajatabla estos preceptos; el joven de mente inquieta, volátil y descarrilada agarra la cámara como un puñado de papel de lija y la pasa por todos los escenarios que se encuentra captando la realidad de su vida en ese momento y en ese lugar. Sono se presenta, hasta dos y tres veces, nos provoca con tocamientos, nos desquicia con gritos y miradas extrañas, nos recita poemas de su cosecha, nos transmite su propia filosofía, la de que no hay que ¨inventar falsas imágenes y mostrarse como uno es en realidad, al desnudo¨.

¨Para mí Tokyo son tres cosas fundamentales: navajas, prostitutas y relojes¨, afirma sin miedo. Se desnuda y besa varias esculturas, corre por las calles de la ciudad, experimenta con el sonido y la cámara, que agita, sacude y retuerce como le da la gana, nos habla de la inminente llegada de su 22.º cumpleaños, algo que parece afrontar con duda y temor (con lo que averiguamos del proyecto, teniendo en cuenta su fecha de realización, que estuvo grabándose durante largo tiempo); la sensación al verse asaltado por tan directas, crudas y ásperas imágenes es de agobio, desasosiego e incomodidad.
Y más aún cuando le veamos forzando a una chica, amiga suya, a aparecer en escena con él, incordiándola, trayéndola de aquí para allá y gritándole al oído sin parar; efectivamente fuerza a varios amigos a introducirse en su alocado y ecléctico microcosmos, a veces haciendo de ayudantes de cámara, otras apareciendo ante ella. Pero el significado literal de incomodidad lo hallamos mejor expuesto cuando decide afeitarse la cabeza lanzando desagradables chillidos (secuencia que crispa los nervios hasta el punto de querer agarrar el cable de la maquinilla y ahorcarle con él). Quizás ese sea su objetivo, que nuestros impulsos más viscerales y destructivos emerjan hasta sentirlos a flor de piel.

En un momento dado asistimos a una sangrienta y violenta sesión de horror que Sono perpetra junto a sus estatuas, así como a varios conciertos de ¨punk rock¨ grabados desde la distancia y a divertidos (pero muy extraños) momentos en los que sus amigos juegan y se estretienen de la forma más austera en interiores y exteriores solitarios, demacrados y abandonados (incluso podemos atisbar muy fugazmente ¨Love Song¨, título de su primer trabajo realizado, del cual algunas imágenes, ya grabadas, fueron extraídas de ¨Ore wa Sono Sion da!¨, paradójicamente estrenado más tarde).
El problema es que este vendaval de traumáticas y extremas secuencias lanzadas como cuchillos en un espectáculo circense a nuestras retinas y nuestra mente, que tras media hora ya se sienten cansadas y confusas, sólo sobreviven al enfoque subjetivo del que las filma, el sr. Sono, a quien no le importa en absoluto la persona al otro lado de la pantalla. Esto es un experimento personal, libre y salvajemente juvenil que él grabó de sí mismo, sobre sí mismo y para sí mismo donde hablaba de él mismo y para verlo después él mismo. Si hoy Sono no fuera tan conocido ni estaríamos discutiendo esto.

Lo más sorprendente es que lo presentó en el famoso Pia Film Festival de Tokyo, que estaba empezando en aquellos años y que lanzaría las carreras de muchos cineastas (Kiyoshi Kurosawa, Naomi Kawase, Joji Iida, etc.), haciéndose con el Gran Premio del Jurado y una beca para rodar su primer largometraje: ¨Otoko no Hanamichi¨.
El germen de todo su cine se halla aquí en su vertiente más cruda y psicotrónica. Hay secuencias e ideas llamativas, pero difícil es aguantarlas tal como se exponen durante una insoportable media hora, y más difícil es creer que una cosa así pueda ganar ningún premio en ningún festival de ningún país...pero si algo ha demostrado el mundo del arte en Japón es que basta con ser rebelde para llamar la atención.



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EvilRaider

  • 16 Sep 2016

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Estamos ante el primer trabajo del director de culto, Sion Sono, famoso por tratar en algunas ocasiones temas algo controversiales y rodar a su gusto.


Antes de sorprender al mundo entero con su “polémica” Suicide Club, el cineasta al igual que todos los ahora famosos iba haciendo de todo un poco y probando de aquí y allá. En esta ocasión tenemos un mediometraje que como bien se puede leer en su sinopsis no pasa de ser una curiosidad y punto pelota.

Observamos a un Sion Sono muy joven haciendo el gamba con una 8mm y grabando lo que se le ocurra sin ton ni son, a lo loco y carente del menor sentido. Esto último se va incrementando a medida que vaya acercándose el final, terminando con una sensación de total indiferencia en el espectador pensando únicamente en la multitud de cosas que podría haber hecho en vez de perder media hora de su vida viendo semejante bazofia.

Será todo lo de culto que tú quieras este hombre, no te lo discuto en absoluto, pero este trabajo experimental no sirve para nada y de nada. Se basa en una sucesión progresiva de estupideces de universitarios muy mal de la cabeza y poco más. No se molestó en cuidar nada de nada, ni música, ni encuadres ni actuaciones, nada, cero. Y eso es lo que se va a llevar, un cero como un donut.

Total y absoluta pérdida de tiempo.



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