Frases célebres de 300: El Origen de un Imperio



Atacaré a los griegos con toda mi armada


Luchas mejor que follas


¡Abrazad la gloria|


Pues no hay ninguna causa mas noble que luchar por quienes daran su vida por ustedes!


¡Esto es una democracia, no una pelea callejera!


“Muere conmigo todas las noches. Renace conmigo todos los días.”


“Prefiero morir como un hombre libre, antes que vivir como un esclavo... aunque la cadena me uniera a ti.”


Las palabras del oráculo siempre nos advierten.


Esparta caerá, toda Grecia caerá, y tan sólo robustos barcos de madera podrán salvarlas. Barcos de madera y un mar de sangre de héroes.


Rece para que los espartanos nos tendieran la mano esta mañana, tal vez sientan que nos han dado suficiente.


¿Con quién ibas a luchar de no ser por mi?, nadie seria rival para ti.


Desde la distancia somos testigos de la destrucción de Atenas. Solos haremos frente al monstruo que cubre de sombras nuestra tierra.


Hoy es un privilegio estar en primera linea, sera una historia que se contara durante siglos. Que nuestra última batalla haga a la historia y que todos sepan que elegimos morir de pie antes que vivir de rodillas


Rindete ante mi o halla la muerte.


Si elegís darme la espalda a mi, a vuestro país... no os juzgare. Sois libres de marcharos, aún sois hombres libres.


Hoy los últimos barcos griegos serán destruidos, no les mostréis piedad. No les deis cuartel.


He jugado un juego peligroso... ¡Y HE PERDIDO!


Si ese inepto cobarde se hubiera unido a mi, habríamos puesto el mundo a tus pies.


Solo nos queda un puñado de barcos. Y si, solo somos granjeros, somos comerciantes, somos niños convertidos en hombres a fuerza de sacrificio que se forja en el combate.


Únete a mi, respira conmigo como si fuera tu último aliento.


No te culpo, Temístocles, has luchado con honor como si la sangre del mismísimo Poseidón corriera por tus venas.


Luchas por la libertad, yo te la ofrezco sin consecuencias ni responsabilidades.


Un puñado de barcos, Leonidas con 300 espartanos. Es insultantes que el imperio más poderoso que el mundo haya conocido se encuentre con esto.


Te doy la oportunidad de evitarte la miseria y unirte a mi, necesito un comandante como tú.


El éxtasis del acero, del amor y de la vida, de la rabia y del sudor del musculo, de la absoluta alegría más profunda.


Mi superioridad numérica os derrotara y os despojare de sus preciados barcos y de vuestra libertad griega.


Cuanto creí pensar en ti, languideciendo por mi, renunciando a la familia y al amor por la promesa de un éxtasis más profundo.


Por cada griego que yo mate, tú debes matar mil persas. Por cada barco que yo hunda, tú debes hundir cien. Puedo aguantar perdidas durante semanas, meses si es preciso.


No culpo a Grecia, esos contenciosos burócratas que protegen su pellejo enviándoos aquí a morir. Y aún así sigues luchando.


Mi decepción... es por estos hombres. Pues estando rodeada de 10 mil, estoy sola.


Mi decepción no es por las perdidas, el escaso número de barcos dañados y esclavos perdidos, no significa nada para mi.


Si hermanos, soy griega de nacimiento. Mi sangre griega corre por mis venas, pero mi corazón... es persa.


¿Caballeros estimáis mis ordenes poco razonables? ¿es demasiado pedir la victoria?.


Si solo los dioses pueden derrotar a los griegos, pues seras un dios rey.


Las reglas de enfrentamientos son: humillar a los griegos y reducir a pedazos sus barquitos.


Las palabras de tu padre no eran una advertencia, sino un reto.


Un viento hermanos de sacrificio, un viento de libertad, un viento de justicia... un viento de venganza.


Un viento que sopla por toda Grecia, llevando un mensaje transmitido una y otra vez de nuestra dama libertad. Y que sabia fue al encargar a Leonidas poner todo a sus pies.


Necesito un segundo a bordo y quien demuestre su excelencia se ganara un hogar a mi lado.


Es curioso que un simple marinero no baje la mirada cuando me dirijo a él.


Comienza como un susurro, una promesa, la más ligera de las brisas baila al rededor de la jarcia conforme chirría sobre los vientos agonizantes de 10 mil hombres.


Con el semblante de un monstruoso Jerjes y además con un millón de hombres, debería ser puro formulismo para Temístocles el héroe de Maraton, acabara lo que empezó.


¿No he dado suficiente por tu ambición, Temístocles?. Un rey, esposos, padres, hermanos, Esparta no dará nada más.


¿Hago empuñar una espada a mi hijo, a nuestros niños? ¿eso te gustaría?.


Los muertos no tiene culpa, ni responsabilidad. Temístocles ve los cuerpos de sus hombres teñidos de rojo con su sangre, habían sido sacrificados por su ego.


Sus ojos resplandecían cual brazas escarlatas, despojado de todo, limpio, flaco y gruñido. Jerjes se había reencarnado en un dios.


Jerjes paso de largo las miradas ausentes y las almas vacías de las bajas criaturas que moran en los oscuros rincones del corazón de todos los hombres. Y en esa oscuridad se abandono por completo a un poder tan malvado y perverso que ninguna parte del hombre que fue, Jerjes, había sobrevivido.


Durante siete días, Jerjes, lloro su muerte paralizado por el dolor. Al octavo, Artemisia sembró la semilla de locura que lo consumió.


Sus más destacados generales y consejeros fueron llamados a su lecho. Ninguno más destacado que su mejor comandante de la armada, Artemisia. Su ferocidad solo era superada por su belleza, su belleza solo era igualada por su devoción a su rey.


Un desconocido soldado, sus hombres lo llaman, Temístocles. Les da a los persas una lección de combate cuerpo a cuerpo ateniense.


Temístocles sabia que debería haber matado a ese joven; ese glorioso error lo atormentaría por siempre.


El rey Leonidas y sus valientes 300, eran lo mejor que podía ofrecer Grecia. No habrá salvadores que hagan otra infamia, nada detendrá la marcha de mi imperio.